Los betsileo de Madagascar se han ganado la desaprobación de los misioneros por lo mucho que disfrutan celebrando los funerales. Mientras el cuerpo aún está sobre la tierra, realizan combates entre hombres y toros, beben hasta quedar inconscientes y se cubren el rostro con las telas empleadas como mortajas para entregarse ciegamente a actos sexuales orgiásticos e incestuosos.
A los nyakyusa de Malawi, la sobriedad de un funeral los llena de asombro:
«Nosotros bailamos y hablamos para confortar a los familiares. Si los demás estuviéramos sentados, tristes y abatidos, entonces el dolor de los familiares rebasaría con mucho al nuestro. Si nosotros nos limitásemos a estar afligidos, ¿a qué cotas de dolor llegarían ellos? Por tanto, nos sentamos a hablar, a reír, y a bailar hasta que los familiares también se ríen.»
Los nyakyusa tienen «amigos funerarios» a los que se les asigna la tarea de insultar y exasperar constantemente a los muertos y deudos, los cuales no pueden mostrarse ofendidos. Tradicionalmente se les llama «compañeros de bromas». De este modo, se mantiene la muerte y el dolor a la distancia social apropiada.
En palabras de los loDagaa de Ghana: «Una persona con la cara larga no puede lamerse su propia herida».
El pueblo Ga de Ghana tiene la tradición de confeccionar ataúdes muy vistosos para los seres queridos que han muerto. Los sarcófagos deben estar relacionados con la persona que murió: su profesión, sus gustos, o algo por lo que haya sido conocido. El sepelio es el tiempo perfecto para lamentar la muerte de la persona, pero también para divertirse y bailar. El pueblo Ga cree que la muerte no es un final definitivo, sino quela vida continúa en un próximo mundo, de la misma forma como fue en el mundo anterior. Por eso buscan ganarse el aprecio del difunto desde el primer momento, creándole un sarcófago agradable y digno de esa persona.
Las tumbas de los sakalava son algunas de las más famosas porque tradicionalmente estaban ornamentadas con unas tallas de madera decontenido erótico, que por desgracia han sido intensamente expoliadas.
La etnia merina de Madagascar, los mismos betsileo y los bara, celebran un doble enterramiento. Cada 4-7 años, se celebra una exhumación o “famadihana” (literalmente “vuelta de los huesos”), siempre de carácter festivo que va acompañada de la ingesta de muy generosas cantidades de alcohol, música y bailes. Básicamente los celebrantes van en procesión cantando y bailando hasta la cripta donde están enterrados los cuerpos. Se les saca de allí, se les envuelve en un sudario nuevo y blanco y literalmente se les saca en procesión a hombros para que participen del festejo que puede durar varios días. Durante esta parte de la celebración, los vivos hablan con ellos directamente. Las mujeres que quieren quedarse embarazadas toman trozos de sudario para colocarlos en sus almohadas. Acabada la celebración, se retornan los cuerpos a sus tumbas hasta el siguiente famadihana. Los participantes no deben mostrar tristeza en ningún momento del proceso.
Los habitantes de Tana Toraja (Indonesia) siguen un ritual todos los meses de Agosto llamado «Ma’nene», que consiste en lavar a los muertos, y cambiar sus vestidos y ataúdes por unos nuevos. Después, se les pasea por la aldea.
Cuando el pueblo Toraja dice que los muertos viven entre ellos, no lo dicen en sentido metafórico, sino muy literal. Cuando un familiar se les muere, el cadáver es embalsamado con formol y mantenido dentro de la casa. Los cuerpos sin vida son alimentados y lavados de forma simbólica, y pueden seguir dentro de la casa por años. Según ellos, esta tradición hace más fácil sobrellevar el duelo por ese ser querido.
El antropólogo Nigel Barley lo cuenta así:
«¿Sabes lo que es esto?», dijo mi anfitrión estirándose para dar una palmada a un bulto que tenía en un rincón de su cuarto de estar. Parecía un montón de ropa vieja. «Es mi abuela» ¿No vas a saludarla?
– Encantado de conocerla, abuelita.
Resultaba difícil hacer un gesto: estrecharle la mano era imposible, pero darle una palmada al bulto hubiese sido una muestra de confianza excesiva.
-Vaya, eso ha estado bien.
– ¿Cuánto tiempo lleva muerta?
– Nosotros no decimos eso. Está «durmiendo» o «tiene dolor de cabeza». No morirá hasta que abandone la casa. Ya lleva durmiendo tres años.
Se puso de puntillas y bajó un enorme radiocassette para entretenerme con algo de música. Me di cuenta de que las cintas estaban almacenadas en orden alfabético sobre el cuerpo, que resultaba una estantería muy cómoda.
– La echarás en falta cuando muera.-dije.»
También es interesante el entierro que se guarda para los niños a los que todavía no les han salido los dientes, que para los Toraja todavía forman parte del ciclo de la naturaleza, ya que todavía no tienen un destino en la vida. A estos pequeños se los introduce en el interior de un árbol, en postura vertical, rellenando el hueco con huevos a modo de ofrenda, y creando de este modo una especie de ciclo regenerativo natural.
En vez de llorar a sus muertos, las personas del pueblo Dani de Papúa (Indonesia) cortan parte de sus dedos, mayormente las mujeres. La lógica detrás de esta práctica (la cual ha tratado de ser prohibida por el gobierno) es representar físicamente el sufrimiento emocional que supone perder a un ser querido.
Situado en un valle a unos 150 km al este de Lhasa, en el distrito de Drigung, en el Tibet, fue fundado en 1179 un monasterio por el fundador de esta ancestral tradición fúnebre, Drigung Kyobpa.
La mayoría de los tibetanos adheridos al budismo enseñan que en la reencarnación no hay ninguna necesidad de preservar el cuerpo, ya que navegará por la senda de los cielos como un “barco vacío”.
Este ritual que en la práctica se conoce como Jhator, que en tibetano significa “dar limosna a los pájaros”. La ceremonia es realmente dura pues es desmenuzado el cadáver en trozos pequeños para, posteriormente, ser ofrecidos a las aves.
La aldea de Trunyan esta situada en la isla de Bali, rodeado por un enorme lago. La única forma de llegar a ella, es en barco. En su caso, si el difunto estaba casado, dejan los cadáveres de sus seres queridos en unas jaulas de bambú, para que la putrefacción haga su laborioso cometido. Los cadáveres no producen malos olores, según cuentan debido a las fragancias perfumadas que desprende el cercano y milenario árbol de Banyan.
Cuando todos los procesos de putrefacción se han consumado, la colección de cráneos y huesos es colocada por todo el cementerio sagrado, dando a entender al visitante que aquí han residido los grandes descendientes balineses.
El pueblo Yanomami vive en la selva amazónica, en Venezuela y Brasil. Los cuerpos sin vida son cremados y mezclados con puré de banana, para hacerlos más digeribles por sus familiares. De acuerdo con los Yanomami, este ritual ayuda a liberar el alma de los difuntos.
Los Aghori, secta hindú, sorprenden porque recubren su cuerpo con cenizas de muertos y excrementos propios que llevan dentro de un craneo humano, y con eso piden limosna amenazando a la gente con ponerla perdida si no les dan algo. Pueden comer carne cruda de cadáveresque aparecen flotando en el río Ganges, o carne quemada procedente de alguna cremación. Creen que el canibalismo les confiere poderes sobrenaturales, así como beneficios físicos tales como evitar el envejecimiento. Para ellos, un cadáver no es más que materia natural que carece de la fuerza vital que alguna vez tuvieron. Con el consumo de carne humana prueban que nada es profano, y que la materia muerta simplemente pasa de un estado a otro.
En la antigua Roma se enterraba a los difuntos al atardecer, guiados por un propósito muy concreto: despistar al muerto. Llevaban antorchas, y cuando llegaban al cementerio ya había anochecido del todo. Asociaban el fuego con la muerte: de hecho, la palabra «funeral» viene de la voz latina «funus», que significa «tea encendida».
También para despistar a los muertos, a veces los ataúdes se encuentran en lugares inhóspitos. Los ataúdes colgantes de los bos, una de las 56 minorías nacionales de la antigua China, son un conjunto de sepulcros que penden de los precipicios, y que por su extraña y majestuosa naturaleza han sido incluidos entre las reliquias culturales de China.
Hay 265 sepulcros de este tipo y se encuentran entre diez y 50 metros de altura. El más alto está a 100 m. En cuanto a su historia, no se sabe cuando se inició, pero sí que concluyó durante la dinastía Ming.
El antropólogo británico James Frazer, en su libro La rama dorada, cita muchas de las culturas en las que existen tabúes relacionados con la manera de expresar la muerte, e incluso de nombrar a los muertos. Así, pueblos tan alejados como los guajiros colombianos, los mongoles o los tuaregs del Sahara evitan pronunciar el nombre de las personas fallecidas para impedir que la muerte regrese a por más víctimas.
Es singular el caso de los aborígenes australianos quienes, como muchas tribus indias, ponen a sus hijos nombres de objetos y animales. Así, con el muerto, cuyo nombre no se puede volver a pronunciar, desaparecen palabras de uso común -águila, fuego, árbol, nube- para las que inmediatamente hay que encontrar una nueva denominación, de manera que el idioma cambia constantemente y de forma caprichosa en cada pueblo, tribu, barrio o familia.
Y si todo esto te parece extraño, piensa cómo tu cultura trata el tema de la muerte.
«En las representaciones occidentales de la vida, la muerte no se incluye. La «muerte por envejecimiento» ha dejado de ser una causa aceptable para el certificado; debe hallarse una enfermedad para que ninguna muerte pueda contarse como verdaderamente inevitable. Vemos la vida como un cuento.» escribe Nigel Barley. «En Occidente ninguna muerte se considera real sin un certificado que explique la «causa de defunción» Si uno muere debido a un paro cardíaco y le reaniman, no se expide certificado alguno. Cada uno de los síntomas de la muerte (falta de respiración o pulso, frialdad y rigos mortis, relajación de esfínteres, insensibilidad ante los estímulos eléctricos) pueden darse sin que se produzca la muerte. El único signo seguro y certero de la muerte es el comienzo de la putrefacción del cadaver. Así que ahora ya ni siquiera sabemos dónde comienza la vida y la muerte; sus fronteras son redefinidas periódicamente.»
Fuentes:
https://selenitaconsciente.com
«Historia de las cosas» de Pancracio Celdán.
“Libro tibetano de la vida y la muerte” Sogyal Rimpoché
http://pepoladas.over-blog.es/article-rituales-de-enterramiento-38204996.html
http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com.es/2012/10/bailando-sobre-la-tumba-la-risa-de-la.html
Nigel Barley, «Bailando sobre la tumba»
http://tejiendoelmundo.wordpress.com/category/catacumbas-y-cementerios/
http://elbauldejosete.wordpress.com/asombrosas-culturas/
Eros y Tanatos son caras de la misma moneda. El sexo es lo más opuesto a la muerte.