Cuando hablamos de unificar todos los «Yos» y de conseguir que la “consciencia de nuestro ser/Yo Superior” se “asome” al mundo exterior y material para, desde ahí, llevar la gestión del vehículo físico que somos para “él”, asumimos que hemos conseguido modificar esa esfera de consciencia para que, de estar “opacada” y llena de los múltiples aspectos psicológicos que determinan las infinitas facetas de nuestra personalidad, se encuentre “libre” y limpia de los mismos y, con ello, una vez cristalizados los centros de control y equilibrados los aspectos instintivos, emocionales y mentales de la persona, estemos en la transición de aquello que Gurdjieff llamaba el “hombre número 4”, a aquello que llamaba el “hombre número 5”.
A partir del estado en el que se encuentran los cuerpos sutiles y los centros de control del ser humano, las personas se pueden dividir básicamente en 7 tipos o categorías. Cada “hombre” está catalogado entre el número 1 y el 7, y pertenece a una u a otra categoría según el centro de control que sea dominante y según el cuerpo sutil que esté más desarrollado en la persona y tenga el papel principal sobre el conjunto del sistema energético que nos compone. Hay mucha literatura en la red, así que para el tema que vamos a explicar hoy, sólo nos centramos sólo en estas dos categorías mencionadas.
Antes de todo trabajo con uno mismo, podríamos decir que nuestra psique pudiera tener esta pinta:
Siendo este diagrama una representación de lo que denominamos la esfera de consciencia del ser humano, y donde la consciencia “real” de aquello que somos es el punto central de la misma, y los puntos negros de la superficie son los diferentes Yo’s de la personalidad que hemos ido forjando con los años.
El hombre número 4
Una vez una persona ha hecho el suficiente trabajo interior y los desequilibrios en su personalidad instintiva, emocional y mental han sido corregidos hasta cierto punto, Gurdjieff explicaba que el ser humano avanza por la escalera evolutiva hasta llegar a convertirse en hombre número 4, que es aquel que ha equilibrado los centros de nuestro cuerpo físico y que ya ha creado un centro de gravedad consciente en el interior de su esfera de consciencia. Esto quiere decir que ha empezado a ordenar aquellos Yos presentes en su psique y ha empezado a desarrollar la conexión con ese centro de su esfera, desde la cual se accede a nuestro Yo Superior y al aspecto consciencia de nuestra mónada. Nuestro yo “único” empieza a manifestarse y se empieza a solidificar una personalidad indivisible. Por primera vez, el conocimiento real de uno mismo se hace presente, se empieza percibir la realidad con un alto grado de objetividad (con menos filtros subjetivos) y el trabajo sobre nuestro propósito para esta vida es posible de forma totalmente consciente. Así, el hombre número cuatro es ecuánime, responsable con el mismo y los demás, tiene atisbos de una realidad superior a través de la conexión consciente y más o menos permanente, con esa otra parte más elevada de sí misma y es coherente entre lo que piensa, lo que siente y lo que hace, pues su parte intelectual, su parte emocional y su parte instintiva están en balance, en armonía y por lo tanto, puede trabajar de forma equilibrada en todos los aspectos de su realidad.
El hombre número 5
Llegar al estadio evolutivo anterior es magnifico, pero no es el final del camino. Si una persona sigue trabajando en ella misma, es posible llegar a ser un «hombre número 5«, en el que se logra plenamente la unidad de los centros de control y lo que se conoce es experimentado por igual en todos ellos. Si el nivel evolutivo anterior de «hombre número 4» es una etapa de transición, la categoría de «hombre número 5» es la que se obtiene cuando la transición se ha completado. En esta etapa, no hay vuelta atrás a los niveles inferiores anteriores de deformaciones y desequilibrios. Una «cristalización» radical de los centros energéticos de control se produce en el “hombre número 5”, se inicia el desarrollo de un cuerpo emocional superior y su centro de control correspondiente está activo permanentemente. En resumen, es un nivel evolutivo en el que la persona tiene total consciencia real de sí mismo, un Yo permanente e indivisible y todo su conocimiento pertenece a este Yo único, teniendo la posibilidad de desarrollar funciones y habilidades adicionales, latentes en el ser humano, pero normalmente nunca activas.
Como cambia la esfera de consciencia
Es en la transición hacia el hombre número 4, donde la esfera de consciencia empieza a “limpiarse” y van desapareciendo los diferentes Yos que la conforman, dando “aire” y espacio al Yo “único” (ahora he empezado a llamarlo “el yo del ser”, pues así me viene de forma intuitiva). Así, el Yo del Ser hace de enlace con el programa ego, que sigue estando presente, y la consciencia de nuestro Yo Superior, y la esfera de consciencia empieza a transformarse de esta forma:
En la imagen de la izquierda, aún la consciencia real de aquello que somos está opacada por la personalidad que tenemos, mientras que en la imagen de la derecha se ha abierto y limpiado toda la superficie de la esfera y el acceso a la consciencia del ser/Yo Superior está “liberado”. Al poseer un solo “yo”, que sirve de enlace entre el centro de la esfera (nuestra consciencia real) y la personalidad (nuestra “mascara” de cara al mundo), la percepción de la realidad se hace menos subjetiva y más “nítida”, ya que hay menos sub-personalidades que determinen, cada una con sus propios programas asociados, que es lo que está uno “percibiendo” del mundo exterior.
Eliminar los Yos que abarrotan el teatro de nuestra psique (http://selenitaconsciente.
Un abrazo, David Topí.
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davidtopi.com