Interlocutor: En mi experiencia estoy viendo que la consciencia dice sí a todo, a todo lo que aparece en ella. El olvidarse de ella también aparece en ella. Entonces, ¿cómo se puede jugar con ese olvido? Me da la impresión de que es un poco un juego.
Rupert Spira: Vale. Déjame que intente explicar algo que a veces es difícil de entender.
Empieza con tu experiencia primaria que es la experiencia de la consciencia. La naturaleza de la presencia consciente es ser consciente. No puede no ser consciente, de la misma manera que el sol no puede dejar de resplandecer.
Desde el punto de vista de la presencia consciente siempre está presente y siempre es consciente. Siendo ella misma es consciente de ella misma, no consciente en tanto que algo –no es un sujeto que es consciente de un objeto–; su naturaleza es ser consciente. Desde su punto de vista nunca deja de ser consciente de sí misma, no hay olvido de la consciencia, no hay ocultamiento de la consciencia, en otras palabras no hay ignorancia. Ignorancia significa la ignorancia de la consciencia o de la realidad.
Surgen las preguntas: ¿Qué o quién ignora u olvida la presencia consciente? ¿Qué otro ser podría haber ahí? ¿Qué otro «yo» que pudiera primero olvidar y después recordar la consciencia? No hay ningún otro ser. Entonces, ¿qué es ese olvido u ocultamiento de la consciencia?
Así que está la presencia consciente eternamente presente y sin límites, y ésta es la experiencia primaria de todo el mundo. Esta consciencia vibra en sí misma y toma la forma de pensamientos, sensaciones y percepciones; en este estadio y, desde el punto de vista de la presencia consciente, todavía y únicamente se conoce solo a sí misma.
Es como esa pantalla consciente de la que hablábamos ayer. No es una pantalla que es observada por alguien que está sentado en un sofá, sino que la pantalla contempla las imágenes que aparecen en sí misma. Todo tipo de imágenes aparecen, pero desde el punto de vista de la pantalla lo único que hay es la pantalla, y se conoce a sí misma modulando o vibrando ella misma en todo tipo de formas y experiencias.
De vez en cuando un pensamiento surge, y cuando digo «un pensamiento» quiero decir que la pantalla se modula bajo la forma de un pensamiento. Este pensamiento dice que la consciencia no impregna la totalidad de la experiencia; afirma que la consciencia sólo impregna este pequeño rincón de la experiencia que llamo mi cuerpo. En ese momento la presencia consciente parece contraerse en el cuerpo-mente y la imagen parece contraerse en uno de los personajes de la película.
Realmente la pantalla no se contrae en uno de los personajes porque es la sustancia de toda la película. Así que, la consciencia realmente no se contrae en el cuerpo-mente sino que es todavía y siempre la sustancia de toda experiencia.
Desde el punto de vista de la pantalla, jamás se contrae; desde el punto de vista de la presencia consciente jamás pierde contacto consigo misma.
Desde el punto de vista del personaje, en la película la pantalla, no está presente. El personaje mira alrededor y no ve una pantalla, ve un paisaje con árboles, gente, colinas… En otras palabras, el personaje ve multiplicidad y diversidad de objetos y seres, pero el personaje solo es real desde su propio punto de vista ilusorio. Realmente no tiene punto de vista propio, porque la pantalla es la única que realmente ve y conoce. La presencia consciente eterna e infinita es la única que realmente conoce o ve.
Desde el punto de vista de la presencia consciente o de la pantalla jamás pierde contacto consigo misma, jamás se pasa por alto o se olvida de sí misma; de hecho, la presencia consciente o la pantalla jamás conocen realmente un objeto o un ser finito.
Un objeto finito sólo es un objeto finito desde el punto de vista de un sujeto finito. El sujeto finito es la entidad separada, el yo separado que el pensamiento imagina. Desde este punto de vista ilusorio hay objetos finitos y «yoes» finitos. Desde el punto de vista ilusorio del yo separado hay ignorancia u olvido de la realidad, y hay un camino espiritual que conduce a algo llamado iluminación; pero todo esto es bajo el punto de vista ilusorio del yo separado.
Desde el punto de vista de aquél o aquello que verdaderamente conoce y ve, no hay olvido de sí mismo, no hay ignorancia de sí mismo; en otras palabras, no hay verdadera ignorancia y al no haber ignorancia u olvido no hay retorno a sí mismo.
La completa aventura del yo separado es lo mismo que cuando te duermes. Cuando te duermes sueñas que eres un niño pequeño, vas a la escuela, haces amigos, vas a la universidad, te enamoras, te casas, tienes cuatro hijos, tienes un empleo, cuidas a tu familia… Sufres y disfrutas con todos los placeres de la vida, envejeces, te pones enfermo… Y llegado a este punto tienes unos diez nietos, estás en tu lecho de muerte y toda tu familia, tus hijos y tus nietos, están alrededor de ti y mueres.
Al morir despiertas del sueño y te das cuenta que has estado durmiendo plácidamente en la cama…
Esto es lo mismo para la presencia consciente.
I: ¿Hay algún propósito en la consciencia al tomar la forma de un pensamiento? Porque yo entiendo que el ser separado es consciencia a la vez…
RS: Pero el yo separado no lo sabe. Es cierto lo que tú dices, pero el yo separado no lo sabe.
I: Pero, ¿por qué la consciencia lo quiere así?
RS: No exactamente. Esto es una «respuesta advaita blandlita». ¿Por qué hay un yo separado? Porque a Dios no le gusta cenar solo, o porque a la consciencia le gusta olvidarse de sí misma por el placer de volver a recordarse y de esta manera el lila de la manifestación puede ocurrir. Todas estas son «respuestas advaita descafeinadas».
No estoy diciendo que haya algo incorrecto en ellas, pueden ser respuestas apropiadas en determinadas circunstancias; de la misma manera que en algunas situaciones no le damos a nuestro hijo de cinco años la respuesta verdadera. Puede haber situaciones en las que sea correcto dar una mentira piadosa e inocente a un niño pequeño; es legítimo.
Aquí no somos niños, así que no decimos mentiras piadosas. No hay «respuestas advaita descafeinadas»; es por esto que solo hay veinticinco personas en la sala, porque aquí damos «respuestas advaita duras».
¿Por qué hay un yo separado? No lo hay.
Desde el punto de vista de la consciencia –que es el único punto de vista real– no hay objetos separados o «yoes» separados. Un objeto separado sólo es un objeto separado desde el punto de vista ilusorio de un sujeto separado.
La presencia consciente no conoce ni objeto ni sujeto separado; tan sólo conoce su ser eterno e infinito, y todo esto es eso.
William Blake dijo, y ésta es mi cita favorita, y creo que algunos de vosotros ya la habéis escuchado: «Cuando las puertas de la percepción se limpien, todos los objetos finitos serán vistos como lo que verdaderamente son, infinitos».
En otras palabras, realmente no hay objetos o «yoes» finitos. El ver un objeto o un yo finito es una manera de ver pero no es algo que es realmente visto.
¿Por qué hay un yo separado? No lo hay.
¿Por qué hay ignorancia? No la hay.
I: Es así realmente, sí. Porque mentalmente incluso por las preguntas que uno realiza… incluso por las preguntas, yo creo que todos estamos en el cuerpo emocional. Al hablar tanto del ser separado en sí lo que nos acontece, lo que nos pasa en el cuerpo en sí.. Ya está contestada la pregunto. Cuesta más asumir que somos esa presencia constantemente y con todo lo que se ha dicho, pues acabas creyendo ser un ser separado. Porque es de lo que hablamos, es lo que recibimos todos más en nuestro día a día, las emociones, las experiencias del día a día, más que estar en la presencia. Supongo que lo tenemos más en el intelecto.
RS: Entonces, te aconsejo que en tu vida cotidiana te rodees de cualquier cosa que te recuerde esta comprensión: Frecuenta amigos que compartan esta comprensión, lee libros que te recuerden esta comprensión –no hay muchos, búscalos y léelos– ven a encuentros cuando te sientas con ganas…
Tienes razón, nuestra sociedad no nos anima en esta dirección e incluso la mayor parte de la comunidad espiritual tampoco. La comunidad espiritual te va a decir «sí, el yo separado es muy real», y te aconsejan que adoptes un tipo de meditación, un tipo de práctica, yoga tántrico o un profesor… Y te pasas horas, días y años practicando esa técnica para que finalmente un día te reúnas con tu propio ser. Ésta es una forma de materialismo espiritual.
Aquí estamos en la vía directa, y no encuentras mucho de vía directa en las librerías normales ni tampoco en las espirituales.
Si me afeitara la cabeza y cambiara mi nombre por «Swami Rupananda» y rechazara comer con vosotros, habría más gente aquí. Sí, sí; eso es lo que realmente estoy diciendo.
Hay una gran organización en Estados Unidos que se llama «Instituto Omega» y la primera vez que hice un retiro allí comí con uno de los directores. Su trabajo es hacer marketing para conseguir que la gente acuda a los retiros de los diferentes profesores y con todo tipo de actividades. Es un hombre muy inteligente y agradable, me dijo, y esto es en serio: «Si te afeitas la cabeza aumentará tu credibilidad; si empiezas a actuar como un gurú, tendrás más gente».
Esto es lo que el yo separado quiere. Si hay un gurú separado allí arriba, tan lejos como sea posible, vestido con ropajes diferentes, con costumbres distintas, que no está obligado a vivir como lo hace otra gente… Si podemos tener un gurú como ése ahí arriba, entonces, y sin darnos cuenta, nosotros nos estamos poniendo abajo; en realidad lo que estamos haciendo es reforzar el yo separado que creemos ser.
El yo separado adora esto, por eso al yo separado le encanta tener un gurú, me refiero a un gurú exótico, alguien a quien poder adorar; toda esta escena espiritual refuerza el ego. En esos encuentros hay quinientas personas que nunca estarían aquí porque esto es demasiado radical, no ofrece mucho juego al ego para salirse fuera de la línea, por esto Krishna Menon le llamó «la vía directa».
Yo siento que la vía directa está más adaptada a nuestra época y cultura; todas las enseñanzas espirituales surgen conforme a la época y a la cultura en la que aparecen.
Por ejemplo, las enseñanzas que aparecieron en la cultura tibetana, que es una cultura mágica y tremendamente colorida, tienen un envoltorio colorido y exótico. La comprensión esencial de esa tradición es muy cercana a esta comprensión, aunque el envoltorio es un poco discordante con nuestra cultura. A nosotros, esa enseñanza nos parece un poco extraordinaria.
No hay nada exótico ni extraordinario en la iluminación; el maestro debería hacernos sentir que es lo más cercano, obvio, natural e íntimo. Siento que el maestro debe ser como nosotros, una persona absolutamente normal, no un cuerpo-mente perfecto, simplemente una persona normal.