17- Conócete a ti mismo, vive libre y cesa de concebirte como sujeto
A lo largo de la historia de la Humanidad, la libertad ha sido conceptualizada y contemplada de muchas maneras. Pero lo cierto es que la libertad no es sino la falta de miedo. Ésta es la auténtica definición de libertad: la ausencia de miedo. Y una persona completamente libre es aquella que carece absolutamente de miedos. Por tanto, la libertad no se puede vivir ni disfrutar si no es por la vía de dejar atrás y superar todos los temores e inseguridades que suelen jalonar y presidir la vida humana. ¿Cómo vivir en tal estado de libertad? Pues no se trata de hacer o conseguir algo. Es, simplemente, cuestión de consciencia acerca de nuestra naturaleza divina, infinita y eterna: ser conscientes de lo que realmente somos (Conductor) y vive y mora en el yo físico, mental y emocional (coche) que nos permite vivenciar la experiencia humana. A esa toma de consciencia es a lo que se refiere el célebre “conócete a ti mismo” atribuido a los sabios de la Grecia clásica. Lejos de conocerse a sí mismas, numerosas personas viven en la inconsciencia de su verdadera naturaleza y se identifican con el citado yo físico, mental y emocional. Y tal identificación las lleva, a su vez, a verse como un “sujeto” distinto y separado de todo aquello que les rodea, de la vida y de una “realidad” –los demás, las cosas, el mundo…- que perciben como “objetos” separados y fragmentados con relación a uno mismo. Ahora bien, el término sujeto significa, literalmente, “estar sometido”. Y, de hecho, la visión de uno mismo como sujeto coarta e impide intrínsecamente la libertad. En cambio, el conocimiento de uno mismo desborda cualquier subjetividad y diluye la idea de sujeto. Con lo que, a la par, se desvanecen todos los objetos… Quedan atrás todas las separaciones y divisiones entre lo que soy y la realidad: sujeto y objeto se funden y diluyen y lo Real se muestra y desvela en su genuina dimensión y autenticidad. Y la Vida y lo que concebía como yo se fusionan y unifican, disolviéndose cualquier noción de yo y pasando a ser mi vida la Vida misma en su totalidad, integridad y unidad, sin ningún yo, me, mí, mío o mi.
18- Comprende la “innecesariedad de hacer” y canaliza tus dones y energía interior en el “hacer no haciendo”
“Vanidad, pura vanidad. ¡Nada más que vanidad! ¿Qué provecho saca el hombre de todo el esfuerzo que realiza bajo el Sol? Una generación se va y la otra viene; y la Tierra siempre permanece… Lo que se hizo, eso mismo se hará” (Libro del Eclesiastés, 1, 2-9)… La mente y el ego siempre te impulsan a hacer, a moverte… Pero, ¿hacer qué?; moverte, ¿hacia dónde?; ¿por qué y para qué?… Date cuenta: son los programas informáticos –sistemas de creencias- que han instalado en tu mente desde que naciste los que te empujan a un hacer y a un movimiento que estúpidamente consideras tuyos, pero que no lo son en modo alguno: tan sólo son acciones y reacciones mecánicas y automáticas generadas por esos sistemas de creencias, por esos programas informáticos. Así, te comportas como un robot y te lanzas inconscientemente a un hacer lleno de trabajo, fatiga, esfuerzo, debo de, tengo que, obligación, sacrificio, carga… Se trata de una dinámica de-mente en la que gastas tu energía y dilapidas tu vida entre sufrimientos. ¡Para ya! Toma consciencia de ella y detenla. Primero, percátate íntima y definitivamente de la “innecesariedad de hacer”, esto es, de que no hay exigencia o necesidad alguna de hacer nada: nada que pensar, construir, destruir, corregir, enmendar, perdonar, lograr, alcanzar, luchar, conquistar, liberar, dominar, controlar, programar, redimir, despertar, salvar, alzar, derribar… Nada que hacer que no sea simplemente vivir y gozar de una Creación construida con la genialidad y la mano de la divinidad que tú mismo eres. Y a continuación, conociéndote a ti mismo y observándote, siente y percibe tus dones y talentos –capacidades, facultades, facilidades y habilidades innatas, no impuestas por otros- y las energías que fluyen generosamente en tu interior. Canaliza conscientemente hacia el exterior, hacia tu vida diaria, esos dones y energías a través de un hacer que será ya un “hacer no haciendo”, pues estará libre de esfuerzo, trabajo y obligación y lleno de entusiasmo, pasión y con-pasión. Tu Movimiento será reflejo y resplandor de la Quietud que constituye tu esencia y no el alocado repiqueteo en el que venías sobreviviendo.
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Emilio Carrillo
Sin mente, sin lenguaje, sin tiempo http://www.sinmente.com/
EL CIELO EN LA TIERRA