«Cuanto desde más lejos percibamos las cimas de las altas montañas, sentimos instintivamente que, en el plano físico, evidentemente, pero también y sobre todo en el plano espiritual, las montañas representan un vínculo entre la Tierra y el Cielo.
Una gran sabiduría ha presidido la formación de las montañas y su emplazamiento nunca es por azar. A cada una se le ha atribuido una función determinada y por eso son diferentes en la forma, el volumen, la altura. Sus cimas se erigen como antenas destinadas a irradiar o a captar ondas de frecuencia diferentes, creando así, cada una de ellas, ciertas condiciones favorables a las actividades de nuestra alma y de nuestro espíritu. Y todos nosotros, tenemos interiormente montañas que debemos escalar para entrar en comunicación con el Cielo. Por ello es tan importante para nuestra vida espiritual comprender lo que significa la palabra «cima».»
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