La rotunda victoria de la oposición en la elección parlamentaria de Venezuela es la primera derrota directa e inequívoca del régimen revolucionario chavista, con la sola excepción del referéndum perdido por un punto y medio en 2003 sobre una reforma constitucional.
Entonces el objetivo del teniente coronel Chávez, que moriría en marzo de 2013, era definir a Venezuela como “Estado socialista”. Y la derrota de ayer domingo es una suerte de venganza de una oposición variopinta y diversa, pero reunida hábilmente para la ocasión.
Así, convertida “de facto” en un referéndum oficioso, el triunfo (arrollador y provisional) de la oposición por 99 diputados contra 46 deja al país en una situación delicada y de difícil manejo en términos estrictamente teóricos y democráticos. El régimen es intensamente presidencialista (Maduro no solo es el jefe del Estado, sino el jefe del gobierno) y en teoría será poco menos que imposible regir el país con un “primer ministro” pletórico de autoridad constitucional detestado por la mayoría de la Asamblea Nacional.
Ganar tiempo
Maduro cumplió rápidamente la promesa de que su gobierno respetaría y validaría cualquier resultado y así ha sido, lo que es conforme a una tradición: es justo reconocer hoy que, cualesquiera que sean los pecados del difunto Chávez, nunca hubo fraude electoral.
Otra cosa es cómo gestionarán las dos partes lo que se presiente como una coexistencia políticamente difícil. El presidente podría pasar a ser una figura decorativa y limitarse a refrendar lo que rutinariamente exija su firma y rehusar sancionar lo que entienda como incompatible con sus poderes.
Como medida desesperada aunque poco democrática y de utilidad limitada en el tiempo, el presidente podría hacer aprobar de inmediato y antes de que la nueva cámara se constituya el cinco de enero lo que se llama “Ley Habilitante”, de naturaleza provisional y ya utilizada a veces en el pasado en los días de Chávez. Así ganaría tiempo… pero ¿para qué?.. Sencillamente, Maduro podría gobernar por decreto con poderes especiales que le atribuiría el parlamento saliente.
¿Un referéndum oficioso?
El escenario así esbozado sería, además de provisional por definición, inútil a corto plazo y recibiría, sin dudarlo, un fuerte rechazo nacional e internacional. Además, no resolvería nada y perjudicaría a la revolución bolivariana, que administra como puede una coyuntura económica catastrófica a causa de la caída hasta 40 dólares del precio de barril de petróleo, la hucha inagotable de todos los gobiernos venezolanos.
A su vez, la oposición debería reconocer la obviedad de que la nueva mayoría parlamentaria, a falta de la posibilidad muy aleatoria de convocar el llamado “referéndum revocatorio”, no significa un cambio inmediato de régimen. Si se aceptara, eso sería atribuir a una elección legislativa elvalor político-jurídico de un referéndum. La MUD (“Mesa de Unidad Democrática”) deberá actuar con prudencia y con sentido de estado antes de declarar el fin de la “revolución bolivariana”.
Un agudo observador venezolano que nos impide reproducir su nombre sugiere que lo más inteligente que podría hacer Maduro era dejar hacer a sus anchas a la nueva mayoría: formación de un gobierno de coalición que actúe con total autonomía y sin cortapisas… para hacer aflorar cuanto antes las diferencias que la socavan. La MUD es un arreglo de circunstancias para reunir un frente contra el régimen… no un gobierno salvador, milagroso y capaz de acabar con las colas, el desabastecimiento, el auge de la criminalidad… y, sobre todo, incapaz de alterar el dato central de la crisis: hacer que el barril de “brent” mágicamente llegue a los cien dólares de hace tres años…
http://www.elplural.com/2015/12/07/el-crucigrama-venezolano/