«Tiene que venir una nueva etapa de la Revolución Bolivariana», dijo el presidente venezolano Nicolás Maduro, sin su habitual tono aguerrido, al admitir la derrota del chavismo en las elecciones parlamentarias del domingo en Venezuela.
Y la reacción en sus filas parece haber ido en el mismo sentido: «Nadie dijo que sea fácil», «A prepararnos, a trabajar duro», «Repliegue, reorganización, reflexión y ofensiva», fueron algunas de sus frases más repetidas.
El chavismo se enfrenta a un escenario inédito: perdió y lo hizo incluso en varios de sus tradicionales bastiones, como la urbanización 23 de Enero, en Caracas, donde reposan los restos de Hugo Chávez.
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Y al haber perdido el control de la Asamblea Nacional, tendrá que lidiar con una oposición capaz de limitar el poder del oficialismo, especialmente si se confirman los dos tercios que esta asegura haber conseguido en el parlamento. A falta que se anuncien 2 escaños decisivos, ya se garantiza los 3/5.
La crisis económica, por su parte, necesita de una urgente solución que, según expertos, pasa por un ajuste que implica un aumento de los costos de vida, devaluación y recorte de gasto público.
Y, por si eso fuera poco, los herederos de Chávez también tendrán que lidiar conuna división interna que se había asomado antes de las elecciones, pero que ahora –con el voto castigo de muchos chavistas o exchavistas– amenaza con hacerse mucho más evidente.
El chavismo siempre ha dicho que llegó al poder y a Venezuela para quedarse.
Pero el chavismo como lo conocemos quizá cambie después de que perdió –y no por poco– en unas elecciones parlamentarias por primera vez en su historia.
Maduro, ¿el responsable?
Maduro atribuyó la derrota a la llamada guerra económica con la que supuestamente la oposición, con la ayuda de Estados Unidos y el sector privado, ataca a la revolución socialista.
Pero las encuestas han reportado que la mayoría de los venezolanos (entre un 60 y 65%) no creen en la teoría de la guerra económica y culpan al gobierno de la inflación, la escasez y la recesión económica.
En ese contexto, muchos pueden culpar también a Maduro de la derrota, pues durante su gobierno no se ha impulsado ninguna medida sustancial que cuando menos ajuste el modelo socialista.
Y en las entrañas del chavismo los elementos de disidencia, que hasta hoy fueron tímidos en sus críticas, tendrán más espacio para pregonar su mensaje.
De hecho, varios comentaristas de foros y publicaciones chavistas ya han pedido la renuncia del actual presidente.
«El liderazgo de Maduro se va a reducir», vaticina Roland Denis, exviceministro de Planeación de Chávez en el 2003.
«Veremos que mucha gente (chavista) saldrá a decir lo que antes no se atrevía: que el gobierno, y sobre todo Maduro, son los responsables de este desastre económico», le dice a BBC Mundo.
Y, además del descontento interno, Maduro tendrá que lidiar con una oposición más poderosa que lo obligará negociar para mantener la estabilidad de su gabinete.
Sin líderes
Por lo demás, aparte de la figura concreta de Maduro, el chavismo no necesariamente cuenta una oferta de líderes que puedan generar esperanza de cambio dentro de las bases.
El actual presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, fue reelecto como diputado. Pero habrá que ver si el segundo al mando del chavismo va a darle el gusto a su sucesor opositor de darle órdenes y quitarle la palabra, como él hizo con sus oponentes políticos en el Parlamento.
Por eso, muchos conocedores de la política local vaticinan que Cabello entrará al gabinete o incluso a la vicepresidencia.
Y, fuera de Cabello, el chavismo no tiene otros líderes con el suficiente poder o capital político para representar una renovación sin mayores cambios.
De hecho, los dirigentes chavistas que no se han visto empañados por la situación actual vienen de tendencias disidentes que han sido tachadas por Maduro y Cabello como «traidoras de la revolución».
Y, en ese contexto, la posibilidad de una división interna en el chavismo es real.
«Veremos muchos encuentros, divisiones e intentos de formación de frentes dentro del chavismo», es el pronóstico de Denis.
¿Y sus fortalezas?
La mayoría del electorado que votó en contra de los diputados afines al gobierno, sin embargo, no está necesariamente en desacuerdo con el socialismo.
Si bien Maduro llegó a las elecciones con un 30% de popularidad, Chávez sigue siendo el político que los venezolanos más favorecen en las encuestas, con más de un 50% de imagen positiva.
A solo tres años después de la muerte de Chávez, Maduro está desgastado. Pero Chávez no.
Y, según analistas, la mayoría de los venezolanos no votaron en contra del esquema de derechos sociales que creen haber obtenido bajo la revolución, sino contra la incapacidad del gobierno de solucionar la crisis actual.
«Esta derrota es circunstancial y será interpretada por el chavismo como un revés que es parte normal del proceso de búsqueda de la justicia social», le dice a BBC Mundo Alberto Aranguibel, politólogo de línea chavista.
«Más que debilitarse, la lealtad al proceso revolucionario va a repotenciarse por este revés electoral», le dice a BBC Mundo.
Y si el precio del petróleo llega a subir de un golpe, o si Maduro logra ajustar la economía sin sacrificar su imagen, los venezolanos pueden volver a confiar en él –y el movimiento que lidera– antes que darle más poder a la oposición.
Los venezolanos, en cualquier caso, volverán a visitar las urnas en 2016.
Por un lado, existe la posibilidad de que la oposición decida impulsar un referendo revocatorio del presidente. Pero también están previstas unas elecciones regionales para designar gobernadores.
Venezuela, una vez más, seguirá en campaña permanente.