“Hasta el Te Deum, la tradicional ceremonia religiosa que se celebra en la catedral de Santiago el día de la independencia chilena, quedó en entredicho”
Tal es el escándalo desatado por la revelación de los correos electrónicos donde el arzobispo de la capital, Ricardo Ezzati y su antecesor, Francisco Javier Errázuriz, se coordinan para influir en el Vaticano y el gobierno chileno.
Uno de los aludidos en los correos es Juan Carlos Cruz, una de las tres víctimas que denunciaron al sacerdote chileno Fernando Karadima, condenado el 2010 por el Vaticano por el delito de abuso de menores.
Los jerarcas católicos lograron impedir que Cruz fuera invitado a la Comisión Pontificia para la protección de menores, creada el 2014.
“Mañana lunes a primera hora me instalo en las oficinas del Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe para impedir el mal del cual me escribes. Si no lo acepta, hablaré con el Santo Padre”, garantiza el cardenal Errázuriz al Arzobispo, enterado de que Cruz había sido propuesto a la comisión por la activista irlandesa Marie Collins.
Cuando la invitación ya ha sido boicoteada, ambos cardenales se felicitan: “Querido don Ricardo. Ya está claro que ese nombre no será miembro de la comisión. Te recuerda con alegría y gratitud en nuestros antiguos pagos”, firma Errázuriz.
Hoy, Cruz, junto a los otros dos denunciantes de Karadima, James Hamilton y Juan Andrés Murillo, acusan al arzobispado de Santiago de supuesta complicidad o encubrimiento y exigen una indemnización de US$675.000 (450 millones de pesos chilenos) en un juicio que comenzará en los próximos días.
“El profeta de la iglesia del futuro”
En los correos, los cardenales también acuerdan impedir que el jesuita Felipe Berríos sea propuesto como capellán de La Moneda, el palacio de gobierno chileno, buscando los oficios de una figura influyente para impedirlo.
Berríos es fundador del programa social que hoy existe en 19 países latinoamericanos bajo el nombre “Un techo para mi país”. Es también un intenso crítico de la jerarquía eclesial chilena.
Entre los motivos para rechazar al jesuita, Errázuriz le escribe al arzobispo: “Su pensamiento es claro: No sigan al Magisterio, síganme a mí, porque yo soy el profeta de la Iglesia del futuro, la cual acogerá de lleno la cultura del tiempo actual”.
Berríos responde a BBC Mundo desde un campamento en el norte de Chile, donde vive junto a familias chilenas, colombianas y provenientes desde Perú y Bolivia.
“Hoy mi proyecto principal es vivir con la gente, vivir el Evangelio desde los más pobres”, comenta. “No me escandaliza que exista una diversidad de opiniones en la Iglesia.
Lo que me molesta es que se trate de bloquear a cualquiera que piense distinto o tiene espiritualidad distinta, cuando el Papa justamente llama a cuestionarse”.
Pero Berríos también advierte sobre el peligro de publicar una correspondencia privada: “Yo creo que todos los seres humanos, por mucho que mejore la tecnología, tenemos derecho a la intimidad si no hay delito privado, ni cargo público y si no lo ordena un juez”.
Correos privados, figuras públicas
Ante el escándalo, arzobispo y cardenal sólo han planteado sus descargos por escrito. El Arzobispado de Santiago recordó que los correos son privados y defendió su responsabilidad para discernir los cargos eclesiales.
El cardenal Errázuriz en cambio, respondió en un correo electrónico dirigido a un diario con una referencia religiosa: “Me impacta el ejemplo de Jesucristo, que no hizo nada en defensa propia”.
Los aludidos en los correos también han comentado el caso: “No me quebrarán” advierte Cruz, que describió el actuar de los involucrados como “una suerte de mafia”.
La violación de la correspondencia privada, sin autorización de un juez, es delito en Chile. El medio digital que publicó los correos electrónicos dice que no los obtuvo a través de un hackeo y se resguarda en el derecho a proteger a su fuente.
Juan Pablo Hermosilla, abogado de Cruz y los demás denunciantes de Karadima, desafió a la Iglesia a entablar acciones legales por la filtración: “Los sacerdotes, si bien no constituyen autoridades públicas, son autoridades morales, y deberían ser sujetos de mayor escrutinio”, dijo a una radio local.
En medio del escándalo, Chile se prepara para celebrar su tradicional Te Deum del día de la independencia. La ceremonia religiosa ecuménica recibe a las principales autoridades políticas y de las iglesias en la Catedral Católica de Santiago, donde el arzobispo Ezzati oficia de dueño de casa.
Un grupo de parlamentarios, incluyendo integrantes de la Democracia Cristiana, de los principales partidos de gobierno, ha expresado su incomodidad frente a los polémicos correos.
Pero más allá de las declaraciones, el Arzobispado enfrentará su verdadera prueba de fuego, no en la prensa ni en la iglesia, sino ante la justicia chilena cuando un juez chileno determine si la Iglesia fue o no cómplice o encubridora de los delitos de Karadima contra Cruz, Hamilton y Murillo.
“Para mí Cruz y las víctimas han hecho un bien, deberíamos estar agradecidos”, dice Berríos. “Ellos nos han hecho un bien muy grande, denunciando una podredumbre que debería estar fuera de la iglesia.
Los comentarios en los mail, no reflejan ese agradecimiento”, concluye.
http://carlosagaton.blogspot.com.es/2015/09/las-intrigas-cardenalicias-que-remecen.html