Lo más importante no es que trates de convencer a nadie de la verdad que ves. Lo verdaderamente importante es que seas sincero contigo mismo. Si puedes ser sincero contigo mismo, puedes serlo con cualquiera. No resulta realmente útil centrarse por completo en ser sincero con los demás. Aunque eso es necesario, el lugar por el que tienes que empezar eres tú mismo: ¿puedes ser totalmente sincero contigo mismo? ¿Puedes ir a ese lugar que está más allá de la culpa, más allá del juicio, más allá del «debería» o del «no debería»? ¿Puedes ir a ese lugar interno tan sincero que no se retira de las partes de ti que aún están en conflicto? ¿No usarás la percepción de la verdad para esconderte de alguna parte de ti que aún no está liberada?
En realidad es una cuestión de sinceridad. Como he dicho, esto no es un programa para mejorarse a uno mismo. Cuando descubres el nivel de sinceridad y honestidad que estoy describiendo, descubres que esta sinceridad y honestidad son manifestaciones de la naturaleza absoluta del ser. Inicialmente, ser así de sincero contigo mismo puede no resultar fácil. Es posible que veas cosas de ti que no quieres ver. Es posible que veas partes de ti que contrasten agudamente con toda tu realización. No obstante, salir completamente del escondite hacia ahí va el despertar; el despertar va hacia lo que todavía no está despierto y entra en ello. La sinceridad es lo que permite que ocurra ese movimiento, y ocurre si eres real contigo mismo.
Salir completamente del escondrijo, estar dispuesto a ver cada uno de los puntos de fijación, todas las formas en las que entras en la división, te permite seguir adelante en esta parte del viaje. A medida que eso ocurre, sientes que tu corazón y tu mente se abren, que te abres a niveles que nunca soñaste posibles. Estos niveles abren tu humanidad, pero también están dentro de tu humanidad, porque no hay separación entre tu ser humano y tu ser divino.
Un gran maestro zen, Huang Po, dijo que no eres más grande por ser un Buda, y que no eres menos por ser un ser humano. Lo que quería decir era que un Buda y un ser humano no están separados; no son diferentes. Aunque despertamos del estado de sueño y de la ilusión de ser simplemente un ser humano, seguiremos retornando, por así decirlo, hasta que veamos que nuestra naturaleza humana y nuestra naturaleza divina son una: un ser, una expresión, una verdad.
La sinceridad es la clave. Tienes que estar dispuesto, tienes que querer verlo todo. Cuando quieras verlo todo, lo verás todo.
Autor: Adyshanti – www.adyashanti.org
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