Ray Kurzweil popularizó la noción de la singularidad, el umbral a partir del cual la potencia de cálculo de las máquinas igualará o superará los sistemas biológicos del cerebro humano.
Kurzweil habló de ello en su libro de 2006 “La singularidad está cerca: Cuando los humanos trascienden la biología” y teorizó que en 2045 se produciría la fecha a partir de la cual se produciría la plena integración del hombre con la máquina, alcanzando algo así como la inmortalidad.
En este aspecto, 2045 se ha convertido en una fecha simbólica para la cuál se esperan todo tipo de “maravillas” en lo que se refiere a la integración de hombres y máquinas.
Ya hay quien sostiene que en 2045 los Robots serán capaces de reproducirse entre sí y con los propios seres humanos.
Esta posible reproducción de robots entre sí y con seres humanos, ha llevado a múltiples expertos a temer con el nacimiento de una “raza superior”, con las implicaciones que esto podría llegar a tener.
Pero uno de los efectos buscados por aquellos que tanto ansian esta fusión del ser humano biológico con las máquinas, es la “vida eterna” o la “inmortalidad”.
Hasta ahora, este concepto ha parecido una fantasía descabellada o lejana, pero una nueva empresa de inteligencia artificial llamado Humai, está abriendo dos vías para marcar el comienzo de la inmortalidad: la criónica, que es la ciencia de la congelación del cerebro para preservarlo para trasplantarlo a otro recipiente posteriormente; y una noción aún más radical: a extraer un cerebro aún vivo y ponerlo en un cuerpo robótico antes de que el cerebro muera de forma natural.
Así es como Humai lo anuncia en su página web:
“Queremos trasplantar su cerebro a un cuerpo biónico de diseño elegante llamado Humai.
Su Humai utilizará una interfaz cerebro-ordenador para comunicarse sensorialmente con los órganos y miembros del cuerpo biónico.
La inteligencia artificial se integrará en los órganos sintéticos, para que puedan funcionar de manera independiente. La tecnología de sensores le permitirá sentir la esencia de la experiencia humana.
A medida que su cerebro madure, la ingeniería genética ayudará a combatir el proceso de envejecimiento, mientras que los avances en la nanotecnología ofrecerán una extensa reparación y regeneración de tejidos, incluyendo la reparación de las células cerebrales individuales”
A alguna gente, estas iniciativas que ya se están impulsando en forma de inversión a medio plazo, le parecerán algo esperanzador, mientras que a otros quizás les parezca algo inquietante.
Como ya hemos dicho otras veces, este tipo de tecnologías “tan esperanzadoras” que nos garantizarán algo parecido a la inmortalidad, no parecen ir destinadas a todos los habitantes del planeta, sino solo a aquellas élites que puedan acceder al tratamiento.
De hecho, todo apunta a que en un futuro próximo, tendremos a unas élites que dispondrán de cuerpos mejorados genética y tecnológicamente, lo que les convertirá en seres sobrehumanos y que encima no morirán nunca. El viejo sueño de todas las élites tiránicas, criminales y psicópatas, hecho realidad: convertirse en seres superiores e inmortales y dominar a un rebaño de seres inferiores, esclavizados y sometidos.
Y si a alguien le queda alguna duda de que este nuevo paso de la “evolución” humana está en manos de auténticos enfermos mentales, solo tenemos que observar el ejemplo de la doctora Rebecca Roache y de su equipo de investigación en Oxford.
La Dra Roache, se ha centrado en estudiar la corrección de las sentencias penales para aquellos que han cometido crímenes especialmente graves. La Dra. Roache escribió un artículo titulado “castigo mejorado: ¿puede la tecnología conseguir que las cadenas perpetuas sean más largas?”
Esta experta en “ética” argumenta sobre las maravillosas oportunidades que la inmortalidad podría proporcionar, a la hora de conseguir que los condenados a prisión sufrieran eternamente en la cárcel, sin la posibilidad de “liberarse a través de la muerte”.
Es decir, en los mismísimos inicios del estudio para una posible inmortalidad alcanzada a través de la tecnología, ya tenemos a estudiosos y científicos pensando en cómo utilizarla para convertir dicho concepto en un infierno.
Esto permitiría condenar a personas a vivir eternamente encerradas en un cuerpo inmobilizado, por poner un ejemplo, por haber cometido algún tipo de crimen considerado atroz.
Habrá mucha gente, que llevada por la típica visceralidad pensará “eso estará bien para aquellos que matan o violan a niños”…pero ¿quién garantiza que una vez sentado el concepto, no se aplique a cualquier otro tipo de criminal?
Quizás se acabara aplicando a los “terroristas”…el problema es que la definición de “terrorismo” puede cambiar según las circunstancias y los intereses de las élites gobernantes..
Y lo que pueden tener ustedes por seguro, es que este tipo de condenas terribles, solo se aplicarán a los pobres.
El gran problema es que estas tecnologías se están empezando a desarrollar de forma real, aunque solo estén en sus primeros pasos y nadie está discutiendo sobre qué dirección deben tomar, qué límites deben establecerse y quién debe tener derecho a usarlas o no.
Se están sentando las bases para un infierno en la tierra en las próximas décadas…pero nuestra mirada corta nos impide ver más allá del mañana inmediato…
http://elrobotpescador.com/2016/01/07/una-compania-busca-la-inmortalidad-para-2045-y-proponen-usos-terrorificos-para-ella/
UN CEREBRO HUMANO PUESTO EN UN RECIPIENTE Y CONECTADO CON INTERFACES A UN ORDENADOR, PODRÁ SER MUY INTELIGENTE, PERO SIN ALMA, ESPIRITU, NI CONCIENCIA , SOLO SERÍA UN ORDENADOR SEMI-BIOLOGICO, UN ARTEFACTO SATANICO PARA DOMINIO DE LA HUMANIDAD
No creo en estas cosas DD. ..además si nos llevamos por todos los pronósticos de terror, es ponerse a imaginar cosas sin sentido. No duran muchos esas especies modificadas, algunas naturalmente y se desconocen causas, y no se que puede salir de un robot y un cerebro humano.
Pues antes de planear trasplantes cerebrales que busquen la inmortalidad deberían ocuparse por investigar el Alzheimer, la demencia senil y el deterioro cognitivo asociado a la edad.
No vaya a ser que tengamos, en un futuro, un montón de robots desorientados y olvidadizos incapaces de encontrar las llaves del coche.
El cerebro es cuerpo y, como tal, se deteriora, envejece y muere.