El 25 de enero de 1983 fue lanzado al espacio el satélite IRAS (Infrared Astronomical Satellite), un proyecto conjunto de las agencias espaciales de los Estados Unidos, Reino Unido y los Países Bajos.
Su objetivo principal consistió en realizar un escáner completo del cielo a longitudes de onda infrarroja, un tipo de luz que no podemos ver con nuestros ojos pero que nos da información sobre la temperatura de un objeto. Para conseguir el objetivo necesitó diez meses y finalmente se desintegró en la reentrada a la atmósfera terrestre el 21 de noviembre de aquel mismo año. Durante su periplo, en una órbita polar a 560 millas de la Tierra, el satélite IRAS rastreó cuatro veces seguidas, casi el 100% del cielo, utilizando longitudes de onda de 12, 25, 60 y 100 micrómetros, con resoluciones de entre 0,5 y 2 minutos de arco. La astronomía infrarroja es la detección y el estudio de la radiación infrarroja (energía térmica) emitida por todos los objetos del universo. Todo cuerpo que tiene una temperatura por encima del cero absoluto irradia ondas en la banda infrarroja. La astronomía infrarroja es un excelente método para el estudio del universo, en una gama de longitudes de onda de 1 a 300 micrómetros (un micrómetro o micrón es la millonésima parte de un metro). El ojo humano detecta solamente 1% de las ondas de luz de 0,69 micrones y 0,01% de las ondas de 0,75 micrones; no puede ver longitudes de onda mayores de 0,75 micrones, excepto que la fuente de luz sea extremadamente brillante. Resultado de todo ello, fueron localizados más de medio millón de fuentes de irradiación infrarroja, y entre todas ellas sin duda, destaca la que saltó a numerosos medios de comunicación de todo el mundo el 30 de diciembre de1.983. Washington Post, 30/Diciembre/1983:
«Descubierto Misterioso cuerpo celeste» «Se ha encontrado un cuerpo celeste, parte de este sistema solar, tan grande como Júpiter y en dirección de la constelación de Orión por un telescopio orbital.»
De esta manera, el prestigioso diario americano se hacía eco del más importante descubrimiento del IRAS. Otros muchos medios de comunicación también dieron la noticia de tan enigmático descubrimiento con otros titulares no menos sugerentes:
«Cuerpo Misterioso Encontrado en el Espacio»
«El Objeto Gigante Envuelve en Misterio a Astrónomos»
«En el Borde de sistema solar, el Objeto Gigante es un Misterio»
«Cuando científicos de IRAS vieron primero el cuerpo misterioso, calcularon que pudiera estar tan cercano como 50 mil millones millas y moviéndose hacia la tierra»
El misterioso cuerpo fue visto dos veces por el satélite infrarrojo mientras escrutaba el cielo.
En la segunda de las ocasiones, seis meses después de la primera, el enigmático objeto no se había movido del punto de localización inicial, fijado en el borde occidental de la constelación de Orión, con lo que se descartó de inmediato la posibilidad de que fuera un cometa, y más aún por el enorme tamaño que parecía reflejar, ligeramente superior al de Júpiter.
La distancia estimada se calculó en torno a los cincuenta mil millones de millas (algo más de ochenta mil cuatrocientos sesenta y siete millones de kilómetros), unas 537,89 UA (Unidad Astronómica, equivalente a la distancia media del Sol a la Tierra, 149.597.870 Kilómetros).
«Esto sugiere que no es un cometa porque un cometa no sería tan grande como lo que hemos observado, y un cometa probablemente se habría movido» dijo el Dr. James Houck de la Universidad de Cornell, Centro para las Físicas de Radio e Investigación Espacial.
Un miembro del equipo científico de IRAS, añadió posteriormente: «Si realmente está tan cerca, sería una parte de nuestro sistema solar».
Influencia de Hercólubus en los planetas del sistema solar
Cuando la Academia de Ciencias de París encargó a Alexis Bouvard revisar las posiciones exactas de los planetas, este descubrió que la órbita de Urano presentaba anomalías que hacían que su órbita no se correspondiera exactamente con lo que predecía la ley de la gravedad, lo que le llevó a predecir la existencia de un octavo planeta en el Sistema Solar, más allá de Urano. A partir de estas observaciones Urbain Jean Joseph Le Verrier (1845) y John Couch Adams (1841) calcularon independientemente la posición de este octavo planeta, que fue localizado en 1846 desde el Observatorio de Berlín por Johann Galle y que recibió el nombre de Neptuno. Igual que Urano, Neptuno también presenta anomalías en su órbita, por lo que se dio por hecho que tenía que haber un noveno planeta, planeta que se pusieron a buscar los astrónomos y que creyeron encontrar en 1930 con el descubrimiento de Plutón. El problema es que Plutón resulta ser demasiado pequeño para alterar las órbitas de Urano y Neptuno, y además también presenta incongruencias en su órbita. Las anomalías en las órbitas de Urano, Neptuno y Plutón requieren de la presencia de un cuerpo celeste con enorme masa.
Ese cuerpo es el planeta Hercólubus que con su inmensa masa y su poderoso campo magnético provoca esas desviaciones en las órbitas de los mencionados planetas.