Y empezó el viaje. La esencia, proyectada desde la parte de atrás del ombligo, desde el interior del cuerpo, tomó el mando, relegó a la personalidad virtual a un lado con mucha delicadeza, explicándole su función y su papel, relegó a un lado también a los cuerpos superiores que pertenecían al errante que también era parte de esta encarnación, por debajo de la personalidad humana, y la luz interior se hizo con el control absoluto de la existencia terrenal que seguía yaciendo dentro del saco de dormir.
Y así comenzó la verdadera odisea. La esencia, fue instruida sobre como hacer para liberar a otros hermanos y hermanas. Lo curioso es que la personalidad jamás se dirigió a otras personalidades en esos términos, pero cuando la esencia tomó el mando, no veía a las otras personalidades, sino que solo veía a las otras esencias en el interior de cada una de esas personalidades, y todas eran hermanos e iguales. Y la esencia recibió instrucciones. Una voz de otra conciencia externa le explicó lo que debía hacer. Sanar a otros, le dijo, pero no como lo has hecho hasta ahora, sino desde la esencia que eres, despertando a los otros espíritus que moran en el interior de cada una de las personas y dirigiendo el trabajo de la propia luz de cada uno para que ellos se sanen a ellos mismos.
La voz de esa otra conciencia que guiaba el trabajo de instrucción mostró entonces a la esencia como se debían hacer las sanaciones. Extiende tu mano, pidió. El cuerpo físico levantó la mano derecha. Ahora, proyecta tu energía por tu mano hacia las personas que tienes alrededor. Tienes que conectar con la esencia de cada uno como primer paso.
La energía salía por la mano como si siempre hubiera estado ahí con esa misma potencia, y un fino hilo de luz se proyectó hacia una persona…
Del artículo “Ábrete corazón”
Ya hace más de un año que tuve esta experiencia que os conté en el artículo mencionado, donde mi mónada, esencia, o “partícula primordial”, tomó “el control” del vehículo evolutivo que mi cuerpo y mi personalidad es para “ella” y aprendí a hacer sanaciones usando su aspecto energía.
Ya hemos hablado anteriormente que la existencia de nuestra realidad está basada en una trinidad de aspectos equivalentes y relacionados entre sí: la materia, la energía y la consciencia, y ninguno de esos tres aspectos puede existir sin los otros dos. La Creación, todo aquello que existe, está compuesto por un número infinito de puntos de materia-energía-consciencia en movimiento. Estos puntos o bloques básicos, que serían el equivalente a los trillones de gotas individuales que forman un océano, fueron llamados “mónadas” en la escuela Pitagórica y son la unidad indivisible “básica” de la Creación.
Cada “mónada” posee conciencia individualizada, que es además parte de la vasta conciencia colectiva de esa Creación. Así, desde el inicio, la conciencia de estos átomos primordiales, mónadas o unidades primarias, existen como los bloques fundamentales de construcción de la realidad, los ladrillos que forman todo lo que vemos y conocemos. Todas las formas existentes, físicas y densas, o etéricas y energéticas, son producto de acuerdos entre mónadas, los bloques básicos de la Creación, para unirse entre ellas, el equivalente a unas cuantas gotas de agua individuales de un océano formando una forma, un remolino, o una ola de cuatro metros. Estas diferentes “formas” que podemos percibir, sólidas o no, las veamos o no, son creadas a partir de “moldes” y “plantillas” que son concebidas primero por las mismas mónadas en su aspecto “consciencia”. Básicamente la consciencia de la mónada crea la forma, y la materia, energía y movimiento de la misma le da existencia y la trae en manifestación.
¿Mi mónada?
La cuestión es que es complicado definir la individualidad de cada una de estas mónadas, kar-vídicos o partículas “primordiales” cuando además hay que explicar que están todas unidas, y que no hay separación entre ellas. ¿Paradoja? No, simplemente, todo depende del punto de vista que adoptemos.
La metafísica establece que lo que llamamos “la Creación”, el TODO, el Absoluto, etc, es asimilable a un organismo viviente, y que cada consciencia individual dentro de ese conjunto está ligada a la consciencia total y global del mismo, ya que, en realidad, es una parte inseparable de él. Cuando habló de “mi esencia”, o del trabajo con “mi mónada” parece que estemos hablando de algo desligado y completamente independiente, pero, realmente, esta forma de percibirlo, esta aparente independencia solo existe para la forma física, vehículo o cuerpo material en el cual la mónada está enlazada por el tiempo que dure la encarnación. Por detrás de esta forma externa física, que usa la mónada para su evolución, existe una completa unión de unas con otras sin poder definir dónde empieza aquella partícula energética y consciente que yo digo que es mi “esencia” y dónde empieza la esencia de la persona que tengo al lado. Es algo parecido a un grupo de islas que parecen existir independientemente, cuando en realidad son afloraciones de la misma tierra conectadas por debajo del agua en una forma aparentemente escondida, o la misma analogía que podríamos hacer con los dedos de las manos, los cuales aparentemente están libres hasta cierto punto, cuando en realidad están unidos en la misma mano; o con las hojas de un árbol, quienes parecieran vivir existencias individuales, pero que también forman parte de una unidad mayor, en este caso, el árbol.
Esto es lo que sucede con cada mónada individual, la cual forma parte del oceano de consciencia que es “todo lo que existe” y que nos permite entender porqué “mi esencia” puede efectuar trabajos de sanación terapeutica en la persona que tengo enfrente, o porqué “mi esencia”, puede dar una “orden” de sanación a la “esencia” del paciente, para que elimine un problema de forma instantánea.
Dirigiendo la esencia de otra persona para eliminar un bloqueo en ella
Un ejemplo práctico de este tipo de trabajo terapéutico con el que llevo experimentando con mis compañer@s desde hace tiempo sucedió en uno de los cursos que doy. Durante el mismo, noté como se “cortaba” literalmente la conexión de mi séptimo chakra, como si lo hubieran taponado, pero, puesto que en ese momento estaba en proceso de una explicación, y metido en hablar en medio de la clase, solo seguí adelante. Una de mis compañeras de la EMEDT, sentada al lado mio, había percibido y visto como me colocaban un implante etérico en la cabeza, en la pineal, justo cuando yo sentí el “tapón”. Sin más demora, conectó desde su esencia con la mía, le dio la orden de dirigir la energía a la cabeza, de eliminar el implante y de liberar mi pineal y mi chakra. En pocos minutos, yo, que no había parado ni dejado de hablar, sentí de nuevo la conexión abierta con mi Yo Superior, funcional y plena, sin ser consciente de lo que había pasado. En el descanso, mis compañeras me explicaron lo sucedido, lidiamos con el ente que se había colado y había sido el responsable del tema, y vimos, en una experiencia práctica y en tiempo real, como entre nosotros podíamos usar nuestra esencia para dirigir a la de otra persona a hacer una sanación inmediata de algo urgente. La razón de ello, es que las “esencias”, en otro nivel, las mónadas, son parte del mismo campo de energía y consciencia, y si una persona puede conectar conscientemente con “su mónada”, y dirigirla, es lo mismo que conectar con ese campo en su totalidad, entonces “mi mónada” puede ejecutar las ordenes de sanación recibidas a través de otro “punto” de ese mismo campo de consciencia, que es lo que sería la mónada de otra persona haciendo la sanación.
Dicen los filósofos…
Gottfried Wilhelm Freiherr von LEIBNITZ, uno de los grandes pensadores de los siglos XVII y XVIII, y al que se le reconoce como «el último genio universal», realizó profundas e importantes contribuciones en el área de la metafísica y decía que el fondo último de la realidad es inespacial, inextenso y, por tanto, simple, indivisible e inmaterial; energía capaz de auto desarrollar sus potencialidades. Tomando el mismo nombre que los pitagóricos y otros filósofos precedentes, tambien llamó «mónadas» a estos infinitos centros de energía, diciendo que son las únicas substancias verdaderas en las que se basan y sobre las que se crean todo lo demás que existe.
En este caso, para nuestro tema, Leibnitz no sólo habla de la mónada en cuanto átomo o elemento indivisible y último, sino también en cuanto a totalidad. Cada mónada es un espejo de la totalidad, tiene en sí la representación de todo lo Creado. Además, hay mónadas que dominan a grupos de mónadas inferiores, como es el caso de las “esencias” de los seres humanos, algo que ya explicamos cuando hablaba de los diferentes tipos de mónadas, según su nivel de consciencia y tipo de materia, que os vuelvo a enlazar en este y este artículo. Estas mónadas dan unidad al conjunto, y puesto que son absolutamente simples, no pueden descomponerse en partes y, por tanto, no pueden perecer. “La Fuente” las crea directamente y sólo el concepto de “la Fuente” las puede aniquilar, y por ello, cada mónada representa al universo entero, por lo que cuando cada mónada obra espontáneamente lo hace en armonía total con las demás.
No hay nada que no podamos hacer
El cuerpo físico, dentro del saco, levantó las manos, mientras la esencia proyectaba más energía y, en la pantalla mental, la personalidad pudo ver como, con un solo movimiento, podía concentrar todos esos bloqueos en una sola bola energética, y, con un soplido, con la intención de que aquello desapareciera, la cárcel que mantenía a la esencia aprisionada se desvaneció.
¡Era tan sencillo! Había tanta felicidad en la luz que se mantenía expandida a un nivel tan alto, que para la personalidad virtual del cuerpo, que solo podía observar desde un segundo plano, le parecía tener una central nuclear en el interior del vehículo físico que siempre había dirigido, funcionando a plena potencia.
Las manos del cuerpo volvieron a meterse dentro del saco de dormir. Que fácil había sido liberar a esa persona, ¿como no había sido capaz de hacerlo antes?. La voz que me guiaba dijo que antes no había estado preparado para ello, pues el trabajo que había tenido que hacer sobre mi cuerpo físico y emocional, y la personalidad que lo habitaba era largo, y aun tenía mucho por delante, pero hoy ya estaba lo suficientemente listo para poder hacer esta prueba y recibir este aprendizaje.
Tarde o temprano todos tendremos que aprender a despertar y conectar conscientemente con aquello que somos, esa mónada o partícula primordial que nos hace ser parte “del Todo”, mientras tanto, no nos olvidemos que, a ese nivel, todos estamos conectados, y por tanto, no hay nada que no podamos hacer, con el potencial del universo en nuestras manos.
un abrazo,
David Topí