Las anteriores brechas digitales se han caracterizado por la privación del acceso a las tecnologías digitales y por la necesidad de fomentar una alfabetización digital de los ciudadanos, con el objetivo de fomentar la participación e inclusión de la sociedad en la esfera digital. La nueva brecha viene condicionada por el acceso a los datos, pero también por la necesidad de promover una conciencia en la sociedad en torno a la comprensión e implicaciones de su uso, su gestión y su reutilización por terceros.
Lo vemos cada vez más en todo tipo de deportes, pero quizás a todos los que somos aficionados al ciclismo, nos haya llamado la atención sobremanera. La reciente introducción de tecnologías digitales encaminadas a la monitorización del rendimiento deportivo, se abre paso de manera irremediable e irreversible. La victoria en el último Tour de Francia por parte de Chris Froome, quizás haya sido uno de los ejemplos más significativos de lo que estoy comentando. Su manera de correr, muy enfocada en los datos que le proporcionan las tecnologías que utiliza, y que le proporcionan información de todo tipo, como la cadencia de pedaleo, el número de pulsaciones por minuto y un largo etcétera, determinaban la estrategia que debía seguir tanto él, como su equipo. Uno de los momentos cumbres de esta “nueva forma de correr” se dio en la famosa etapa de La Pierre-Saint Martin en la que dejó a sus adversarios muy tocados, con una gran demostración de forma y poderío sobre la bicicleta. Esta victoria trajo consigo una polémica un tanto sorprendente y que hizo bastante ruido respecto al papel que juegan los medios de comunicación a la hora de moldear opiniones a favor o en contra de determinados deportistas. No hay que olvidar que el ciclismo es un deporte que ha experimentado importantes y reiterados casos de dopaje, y por lo tanto, cualquier “elemento extraño al sistema” genera mucho ruido. La polémica venía condicionada por el pico de forma del británico y por la eterna sombra del dopaje, que parece acompañar a quien demuestra que está por encima de los demás, con demasiada facilidad aparente.
Chris Froome cruzando el eurotúnel
Muchos de los que están leyendo esto y que son aficionados a la bicicleta estarán pensando que la forma de correr del británico no es para nada nueva, ya que otros grandes ciclistas corpulentos ya hacían gala de esta táctica que parece radicarse en aguantar sentado sobre la bici en las ascensiones, todo lo que se pueda, hasta encontrar el momento justo donde se pueda “reventar a los adversarios”. Y en cierto modo es verdad, lo que ocurre es que este modus operandi, está siendo transformado por la tecnología que se está utilizando. Si bien otros ciclistas en el pasado realizaban este tipo de técnicas en base a la experiencia y diversos entrenamientos que acumulaban, ahora lo que ha cambiado es que la monitorización del rendimiento deportivo, permite conocer mejor al atleta y explorar cuáles son sus fortalezas y debilidades de forma más cuantitativa y en tiempo real. Por ello y en un alarde de “fair-play”, el equipo del bueno de Froome quiso compartir los datos de telemetría del computador de la bicicleta, para que todo el mundo pudiera cerciorarse de que “no habían hecho trampas”. Este gesto sólo puso las cosas peor, ya que varias personas se apresuraron a aseverar que esos datos no podían ser verídicos. Y es que no se pueden descontextualizar los datos, porque entonces, pierden su significado.
Esta curiosa situación es uno de los primeros síntomas, de que la era de la cuantificación de la sociedad, plantean grandes retos sociales. Si las anteriores brechas digitales que hemos experimentado anteriormente se han caracterizado por la privación en el acceso a diferentes tecnologías, o por la necesidad de una alfabetización digital y el desarrollo de competencias específicas, la próxima brecha digital va a ahondar en ambos aspectos e introducirá nuevos desafíos. Danah Boyd, en su brillante ensayo titulado “Six Provocations for Big Data” ya nos adelanta alguno de los nuevos retos que se vislumbran en una sociedad, en la que un puñado de empresas radicadas en Silicon Valley, tienen el control de una mayoría de recursos de computación, infraestructuras y plataformas de software dedicadas y el acceso a millones de usuarios de redes sociales, aplicaciones colaborativas y servicios en la nube. Por eso, quien crea que el Big Data es una tecnología realmente al alcance de todos los públicos, es que todavía no ha entendido en qué consiste exactamente. Como algunos dicen, el nuevo petróleo son los datos y cómo todos sabemos, el petróleo es escaso en el planeta. Los datos además, son “[Enlace retirado]”, en la tan ansiada Cuarta Revolución Industrial. Y es que con unos costes de fabricación cada vez menores y que tienden a cero, los servicios se van a convertir en el motor económico de muchas sociedades.
Se habla mucho últimamente de “Big Social Sciences”, debido al esperado impacto de estas capacidades de computación en la investigación en ciencias sociales, pero de lo que no se habla tanto es de cómo aceptar “correlaciones con esteroides”, que no impliquen causalidad (nuestro cerebro necesita explicaciones que pueda categorizar y validar). Un ejemplo de esto se narra en el citado ensayo, recopilando la experiencia de unos investigadores que descubrieron una correlación entre las autolesiones y los suicidios. En un intento de coartar estas lesiones y a través de un programa para su prevención, descubrieron que debido a su intervención los suicidios se incrementaron, y es que las autolesiones configuraban una válvula de escape para las personas que coqueteaban con la idea de quitarse la vida. O lo que es lo mismo, buscar una relación causa-efecto para explicar una correlación, puede costar vidas humanas.
La era de la cuantificación de la sociedad implica estar dispuestos a aceptar resultados basados en la correlación sin entender completamente el por qué, pero también observar diferentes fenómenos sociales y aprender de nosotros mismos, a través de una perspectiva mucho más amplia y para la que todavía puede que no estemos preparados. Es decir, más no es sinónimo de mejor, pero sí implica un mayor desarrollo de habilidades de análisis, pensamiento crítico y reflexión.
Parece claro que el próximo límite es el ser y algunos movimientos como el Quantified Self Movement, tratan de aportar luz a través del “self-tracking”, pero lo cierto es que se necesita un cambio radical en los modelos educativos imperantes en la actualidad. Sólo así podremos ser críticos y utilizar adecuadamente las nuevas herramientas que la revolución digital ha puesto sobre nuestras manos.
(La foto ha sido tomada de la Fundación Wikimedia víahttps://commons.wikimedia.org/wiki/File:Chris_Froome_-_The_First_Man_to_Cycle_through_the_Eurotunnel_%2814570525876%29.jpg )
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