Nuevamente, la mal llamada “Comunidad Internacional” reunida en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (CSNU) -en realidad: Estados Unidos y sus aliados de la Unión Europea- pretende utilizar su arrogante poder para sacrificar y destruir con nuevas sanciones al pueblo y gobierno de la República Popular Democrática de Corea, ésta vez por su valentía disuasiva al lanzar un nuevo satélite al espacio.
El domingo 7 de febrero, los 15 miembros del CSNU, sin mayor oposición, condenaron “enérgicamente” (no por resolución) el supuesto lanzamiento de un “cohete” por parte de Pyongyang, mientras se disponen para tomar “medidas punitivas”, que Washington se comprometió a garantizar su aplicación lo antes posible” [1]. Ésta noticia se convirtió rápidamente en la más destacada por todos los medios buitres internacionales. La mesa fue servida.
Estados Unidos, la Unión Europea y Japón (en adelante la triada), denuncian que Corea del Norte lanzó desde su cosmódromo un misil balístico de largo alcance en claro desafío a Occidente.
La información contradice al propio Pyongyang, que el 2 de febrero notificó a la Organización Marítima Internacional (OMI), organismo de la ONU, que el lanzamiento que planeaba llevar a cabo era el de un cohete que debía poner en órbita un satélite espacial de observación terrestre.
Los miembros del CSNU insistieron en que esas acciones, aunque se caractericen «como lanzamiento de satélite», contribuyen al desarrollo de la potencia nuclear del país norcoreano, y por lo tanto violan seriamente las resoluciones antes emitidas por el Consejo Seguridad.
Cabe recordar que desde la Segunda Guerra Mundial, la pequeña península coreana ha significado un fuerte dolor de cabeza para Estados Unidos.
Al pueblo coreano, y especialmente a los habitantes del norte de la península, se les recuerda por su estoica resistencia a los imperios que han tenido que enfrentar a lo largo de toda su historia.
En el siglo pasado, el primer intento de dominación fracasado fue por parte del Imperio japonés (1910-1945) y, más adelante, finalizada la segunda contienda mundial lo intentó de nuevo el imperialismo estadounidense (desde 1950 hasta hoy, solo pudiendo controlar la región sur de la península). Estados Unidos no pudo someter a todo pueblo coreano para convertirlo en otro Estado satélite útil para sus intereses y bases militares, así como lo hizo con Corea del Sur y Japón.
De la misma forma, intentó hacerlo con Vietnam, y fracasó. Las sucesivas guerras de agresión imperialista que tornaron en muy caliente la “guerra fría”, donde Estados Unidos apoyó militarmente a los surcoreanos, pretendía anexionarse el norte de la península dirigido por el líder comunista, Kim IL-Sung. Aquellas agresiones provocaron casi un millón de muertos coreanos (del norte y sur), y algunos cientos de soldados estadounidenses.
Fue hasta 1953 que finalmente la primera potencia militar surgida tras la segunda guerra mundial se dio por vencido, aceptando el armisticio (suspensión de las agresiones) con los límites de su Estado vasallo, Corea del Sur, en el famoso Paralelo 38. Sin embargo, el armisticio nunca ha significado la Paz, mucho menos luego de la disolución del campo socialista. Estados Unidos nunca ha podido aceptar su derrota militar.
Poco ha cambiado desde 1953 hasta hoy. Las hostilidades de la triada se han mantenido inalterable en todos estos años, y agravado desde la caída de la Unión Soviética en 1991.
A diferencia de lo ocurrido con Cuba e Irán, Estados Unidos persiste en desconocer el nuevo fracaso de su «mejor» arma política: la asfixia económica.
¿Tiene realmente razones la tríada para justificar nuevas sanciones contra el Estado norcoreano, a sabiendas que menoscaban los DD.HH. de ese pueblo? Acaso, ¿No le asiste el legítimo derecho a la defensa a un pueblo amenazado desde 1950 de ser barrido de la faz de la tierra? ¿Es correcto interpretar que el desarrollo militar, y sus ensayos militares, de un país amenazado representan un acto de agresión contra la Paz mundial?
¿No es justo pensar que se trata de todo lo contrario, de una acción disuasiva de sus enemigos? ¿Estaríamos hablando o escribiendo en este momento sobre Corea del Norte si el país asiático hubiera aceptado en el pasado el chantaje condicional del desarmarse a cambio de permitirle acceder a la “ayuda humanitaria”, créditos económicos para el desarrollo y al mercado internacional sin restricciones?
Podría parecer redundante todas estas preguntas, pero ¿Qué habría sucedido o que sucedería si el gobierno norcoreano accede finalmente a las primeras y única exigencia de desarme que le ofrece la triada? Acaso, ¿Sucedería algo distinto a lo que hizo con Irak, Libia, Somalia, Afganistán, entre otros?
Si los ensayos militares de misiles balísticos y los ensayos nucleares representan actos de agresiones por parte del régimen de Pyongyang, entonces, para ser realmente justos, Estados Unidos y sus aliados serían los principales agresores del planeta por los constantes ejercicios militares de intimidación que realizan junto a sus aliados. En este sentido, la condena del CSNU aplicaría también para ellos. Un cuchillo para sus propias gargantas.
Pero en este mundo donde los poderosos que se creen dueños también de la “razón” y la “justicia”, los vasallos aplauden a sus amos y sólo débiles aceptan sin reclamo el cruel destino.
El pueblo norcoreano hizo suya aquella máxima que dice “si quieres la Paz prepárate para la guerra”, pues, han sabido conquistarla con su ardua preparación para la guerra.
Aunque pueda parecer aberrante y contradictorio para las mentes humanistas, las armas estratégicas nucleares norcoreanas es lo único que logró garantizar la no-intervención y la Paz de aquel pueblo.
A diferencia de lo que se dice en los medios, es precisamente al gobierno norcoreano a quién menos conviene la guerra, puesto que también tiene mucho que perder en un conflicto armado con la triada.
Pyongyang ha propuesto en reiteradas ocasiones el fin de todas las hostilidades, el levantamiento de las sanciones de Estados Unidos y sus vecinos para retomar la agenda de una verdadera Paz que respete su dignidad y la soberanía del pueblo norcoreano que abra las puertas para la reunificación con el Sur: una Corea dos sistemas.
Tal como lo manifestó el actual gobernante norcoreano, Kim Jong-Un, en su primer discurso a la nación en 2012 “para nuestro pueblo la paz es muy importante, la dignidad y la soberanía también son primordiales” [2].
Nos cuesta creer lo que a diario todos los medios occidentales escriben y dicen sobre la República Popular Democrática de Corea “dirigido por personas desquiciadas que ansían la guerra, porque “pretenden acabar con la Paz y la estabilidad mundial”.
Por el contrario, creemos que es precisamente la Paz lo que realmente desea el pueblo y gobierno norcoreano para continuar profundizando su impresionante desarrollo económico-tecnológico conquistado en duras condiciones de bloqueo y sanciones; para insertarse y competir en los mercados mundiales con sus productos y las promesas tecnológicas que se vislumbra en su gigantesco centro de alta tecnología, recientemente inaugurado [3].
Debemos preguntarnos ¿Qué sería de aquella promesa en una Corea del Norte sin sanciones y abierta al mundo? ¿Será ese “mal ejemplo” lo que realmente irrita a los centros capitalistas occidentales?
El chantaje inmoral de la triada occidental pretende hacer de todos los países cómplices de sus crímenes e intereses, cuando los obliga a actuar en consonancia con su discurso, porque, de lo contrario, se estaría al margen de las leyes internacionales y protegiendo a un régimen que amenaza a toda la región con una supuesta catástrofe nuclear.
Naturalmente, los países débiles y sumisos no están en posición de reprocharle a Estados Unidos por su doble estándar que aun habiendo sido el único país en el mundo que utilizó las bombas atómicas contra poblaciones civiles en Hiroshima y Nagasaki, pretende disfrazarse de policía y juez para castigar a un pueblo que se atrevió a desafiar al Imperio.
China y Rusia han podido hacerlo mejor en el CSNU, pero sus intereses y la complejidad que revela la región hacen difícil una posición más frontal. Una guerra en esa región perjudicaría a ambos países, especialmente a China, que está siendo amenazada por Estados Unidos y que utiliza a Corea del Norte como pretexto para perpetuar su presencia en la región y apoyar las reclamaciones de espacios marítimo y de los islotes que demandan Japón y otros países a China.
Fuentes:
[1] Consejo de Seguridad de la ONU: sanciones contra Corea del Norte
[2] Discurso del líder coreano Kim Yong Un