Conoce este sencillo y gracioso experimento que ha traído sorprendentes conclusiones sobre la inteligencia de algunos animales.
El talento de la sencillez
Los estadounidenses tienen un principio, al que llaman KISS, para recordar que, por lo general, las cosas funcionan mejor si se hacen lo más simples posibles, evitando complejidades inútiles. No es un beso, sino el acrónimo de “Keep It Simple, Stupid” (“Hazlo sencillo, estúpido”). Lo creó y siempre lo tuvo presente el ingeniero aeronáutico Kelly Johnson, autor de revolucionarios diseños para los aviones espía Lockheed U-2, SR-71 Blackbird y otros desarrollos de alta tecnología. A la zoopsicóloga Sarah Benson-Amram, de la Universidad de Wyoming, se le ocurrió una manera muy sencilla de medir la inteligencia de los animales: ponerlos a abrir una caja con su comida favorita.
Caja cerrada y muy apetitosa
Sarah diseñó una caja metálica con barrotes que permitieran ver su contenido y percibir su olor y le instaló un pestillo, única forma de abrirla. En el interior colocó la comida preferida de una muestra de animales seleccionada entre 9 zoológicos de Wyoming y otros estados. Y puso a los animales a abrir la caja, concediéndole media hora a cada ejemplar para lograr su cometido. En total,fueron testeados 140 ejemplares pertenecientes a 39 especies diferentes, todas de mamíferos, incluyendo algunas que solo vemos en los zoológicos, como las hienas manchadas, el glotón y el leopardo de las nieves.
El tamaño tiene poco que ver con la inteligencia
El animal más exitoso abriendo la caja fue el oso, con un 70% de victorias moviendo el pestillo y alcanzando su ración de carne. Pero hasta allí llegó la gloria de los grandulones. Los animales de menor tamaño corporal fueron, en promedio, más hábiles. Sin embargo, el estudio permitió corroborar una hipótesis sostenida por la ciencia, sin pruebas totalmente concluyentes, de que mientras más grande es el cerebro de un animal en proporción a su peso, más alta es su inteligencia. Especies con fama de astutas como el zorro, el lobo, el tigre y la hiena, mostraron resultados más bien modestos. Las decepciones fueron la mangosta y la suricata (también llamado gato de roca, un pequeño mamífero cuyo hábitat natural son los desiertos africanos), que solo pudieron comer cuando les abrieron la caja. Los pandas son muy bonitos y simpáticos, pero les costó algo conseguir su ración de bambú. La medalla de plata de la inteligencia fue para la nutria de río.
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La vida social influye poco
Siempre se ha creído que mientras más intensa es la vida social de un animal, mayor es su inteligencia. El estudio no ha respaldado este supuesto. Animales que prefieren poca compañía o la soledad, quedaron mejor posicionados que otros a los que les gusta desenvolverse en grupos. En total, 1 de cada 3 ejemplares (exactamente el 35%) logró abrir la caja, nada mal para lo que hubiera podido estimarse en principio.
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