Por Geoffrey Lean,
Connor McVeigh de McDonald, admitió el pasado martes en una rueda de prensa que si bien a las familias no les gusta los transgénicos, se excusó diciendo que la Empresa vende carne de animales alimentados con transgénicos porque “cada vez es más difícil conseguir una alimentación no transgénica”. |
Hace más ya de una década de la campaña llevada a cabo por el Daily Mail, pero los británicos siguen rechazando los alimentos transgénicos, negándose a comprarlos y dejándolos en los estantes de los supermercados.
Sin embargo, de forma silenciosa siguen presentes en nuestra cadena alimentaria.
Como decíamos ayer, la mayor parte de la carne que comemos proviene de animales criados con alimentos transgénicos. El 80% del maíz y de la soja presentes en nuestra dieta proviene de cultivos transgénicos.
Es decir, aquello que rechazan los consumidores de forma contundente, hace años que se ha colado en nuestra alimentación por la puerta trasera.
Pero pocos se dan cuenta de esta situación. Como dijo Liz O’Neill, Directora del grupo de presión en contra de los transgénicos GMFreeze: “La gente se va a quedar muy sorprendida”.
Pero la Industria Alimentaria nada ha dicho sobre el regreso de los transgénicos.
El escándalo
“Hemos considerado conveniente no hacer mucho ruido al respecto”, dijo David Hughes, profesor de comercialización de alimentos en el Imperial College de Londres, en una conferencia sobre agricultura el pasado martes.
Los únicos que se están beneficiando de la reintroducción de los transgénicos en nuestra cadena alimentaria son las Grandes Empresas, que de forma exhaustiva se han saltado el rechazo de los consumidores, así expresado a finales de los años 1990 y principios del 2000; nunca han dejado de promover esta discutida tecnología.
Y esto probablemente sólo sea el principio, ya que los Gobiernos están maniobrando para introducir cultivos modificados genéticamente, siguiendo el programa establecido en Bruselas.
De hecho, la probabilidad de que los cultivos transgénicos se cultiven en nuestro país es mayor ahora que a finales de los 90.
A muchos Ministros les gustaría que se pusieran a la venta de forma más generalizada los alimentos transgénicos. Con el tiempo, podría comercializarse incluso la carne modificada genéticamente.
Fue hace 20 años cuando apareció el primer producto transgénico, salsa de tomate, en los supermercados británicos.
En pocos años, aunque pocos consumidores lo sabían, el 60% de los alimentos de los estantes contenían ingredientes modificados genéticamente.
La amplia presencia de los cultivos transgénicos, diseñados para resistir a los herbicidas, por lo que los campos podían ser rociados para deshacerse de las malas hierbas sin dañar a los cultivos, parecía algo inminente.
Algunas variedades ya se habían aprobado para la siembra, otras 53 estaban a la espera de su aprobación. Las grandes Empresas Biotecnológicas, que no sólo diseñan estos cultivos, sino que también fabrican los herbicidas que se utilizan en ellos, fueron agasajadas en las Bolsas de Valores de todo el mundo.
El entonces Primer Ministro, Tony Blair, con su característica arrogancia, incluso se jactó de la construcción en el Reino Unido de un centro europeo de Biotecnología.
Sólo unas pocas voces, solitarias, entre ellas la del príncipe Carlos, expresaron sus dudas, aunque el malestar fue creciendo entre el público cuando descubrió que estaban consumiendo alimentos transgénicos sin saberlo.
Después, en 1999, el Daily Mail comenzó una larga campaña sobre los alimentos transgénicos, haciendo preguntas incómodas pero vitales, ignoradas en gran medida hasta ese momento: ¿no pueden los genes presentes en los cultivos transgénicos contaminar otras plantas y producir supermalezas? ¿Estos cultivos transgénicos realmente benefician a los agricultores o solamente a las empresas que producen sus propios herbicidas, que luego venderían en cantidades cada vez mayores? ¿Hay suficientes evidencias de que los alimentos transgénicos son seguros para comer? ¿Y existen unos controles normativos lo suficientemente estrictos?
Blair desestimó estas cuestiones, por entender que eran algo efímero que no obstaculizaban la marcha hacia un Futuro Modificado Genéticamente.
Cuando llegaron las respuestas, del mismo modo que muchos pollos alimentados con piensos transgénicos volvieron al gallinero, el veredicto de la gente fue claro: en el año 2004, el 84% de los británicos expresaron su rechazo a los transgénicos.
Pero mucho antes, con una creciente oposición pública, los supermercados se apresuraron a retirar los productos transgénicos de sus estantes. También se comprometieron a no vender carne de cerdo y de aves alimentados con piensos transgénicos. Lo que parecía ser el canto del cisne de las grandes compañías de los productos transgénicos, se vio afianzado por la prohibición de los cultivos transgénicos en el Reino Unido, después de amplias pruebas realizadas por el Gobierno, que causaron un enorme daño a la fauna, mucho más que los cultivos convencionales.
Los gigantes de los cultivos Biotecnológicos, como Monsanto y Bayer CropScience, retiraron las peticiones de aprobación de nuevas variedades. Pero como ahora sabemos, no se fueron muy lejos. Ni cesaron los intentos solapados de los Gobiernos y de la Comisión Europea de ir introduciendo poco poco los transgénicos en la cadena alimentaria.
Ya en el año 2008, el entonces presidente de la CE, Jose Manuel Barroso, mantuvo dos reuniones secretas con los representantes especiales de los Presidentes europeos; estas actas confidenciales muestran que resolvieron acelerar la introducción de esta tecnología, a pesar de la oposición pública a la misma.
A partir de 2010, la carne procedente de animales alimentados con piensos transgénicos volvió a aparecer en los supermercados, y en 2011 la UE permitió la alimentación animal aunque contuviese pequeñas cantidades de cultivos transgénicos cuya seguridad no hubiese sido probada.
Hoy en día, como el Daily Mail ha revelado, esta carne es omnipresente. Y existe un peligro cada vez mayor de que las empresas que se encargan del transporte de los piensos para alimentación animal dejen de separar los transgénicos de los que no lo son, y con ello desaparecía la posibilidad de que los ganaderos utilicen una alimentación no transgénica.
Tonterías
Mientras tanto, a pesar de que en su programa electoral de 2010 prometía ser duro con los transgénicos, David Cameron, según se sabe, está trabajando para acelerar la difusión de esta tecnología.
Incluso el euroescéptico Owen Paterson parece seguir el guión de Bruselas como Secretario de Medio Ambiente, promoviendo una “innovación tecnológica beneficiosa y segura”, acusando a los críticos de decir tonterías.
Sin ninguna duda, los Ministros quieren introducir los cultivos transgénicos en Inglaterra (Escocia, Gales e Irlanda del Norte han dicho que se quieren mantener libres de ellos). Tantos estos como la Industria, están interesados en ver los alimentos modificados genéticamente de nuevo en nuestros platos.
Por ahora, la carne de animales alimentados con transgénicos ha acercado a los británicos a esta tecnología, y para ser justos hay que decir que no hay evidencias concluyentes de que se haya puesto en peligro la salud.
Posiblemente sí suponga un peligro para los propios animales. Hay algunas escasas evidencias de que se han producido daños al consumir piensos transgénicos, pero están lejos de ser concluyentes.
[N. del T.: En el año 2015, la IARC (Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer)publicó su revisión con las evidencias de carcinogenicidad del glifosato (vol. 112). Llegaron a la conclusión de que hay indicios limitados de que la exposición al glifosato produzca cáncer en los seres humanos, y pruebas suficientes en los estudios realizados con animales. Por lo tanto, el glifosato quedó clasificado como “probablemente cancerígeno para los seres humanos”].
Por otro lado, en un amplio estudio realizado en 2014, que fue aclamado por la Industria de los transgénicos como un certificado de la bondad de esta tecnología, tampoco es muy convincente, ya que el estudio no comparó directamente la salud de los animales alimentales con piensos transgénicos y los alimentados con no transgénicos.
Se observó, en cambió, que el peso y la salud de los animales de Estados Unidos había mejorado en los años posteriores a la introducción de los piensos transgénicos. Sin embargo, pudieron haber influido otros factores, como el mayor empleo de antibióticos.
Los peligros
El ganado, por lo general, se sacrifica siendo todavía joven, muchos antes de que se hagan evidentes los daños.
Lo más preocupante, quizás, es que con el uso generalizado de los piensos modificados genéticamente, cada vez se emplea mayor cantidad de tierra para producir los cultivos transgénicos, aumentando de este modo el riesgo de contaminación y la aparición de supermalezas.
Hasta ahora, más de 30 tipos de malezas han aparecido en todo el mundo, inmunes a los pesticidas como resultado de la contaminación genética.
Pero mucho peor es su presencia ubicua en la carne de los animales alimentos con transgénicos, que mientras la gente los trata de evitar, están presentes en la carne sin saberlo.
Connor McVeigh de McDonald, admitió el pasado martes en una rueda de prensa que a las familias no les gusta los transgénicos, pero se excusó diciendo que la Empresa vende carne de animales alimentados con transgénicos porque “cada vez es más difícil conseguir una alimentación no transgénica”.
Esto parece una completa farsa, por decirlo de forma suave. ¿Realmente es creíble que con las posibilidades de este Gigante de la Comida Rápida no pueda crear un mercado de alimentos no transgénicos para los animales?
Francia, Alemania, Austria y Luxemburgo, aunque es con carácter voluntario, pero patrocinado por el Gobierno, han implantado un etiquetado para la carne, la leche y los huevos procedentes de animales no alimentados con transgénicos. ¿No se podría hacer aquí algo parecido?
¿O que los Ministros se niegan a aplicar estas medidas por temor a que los consumidores rechacen de nuevo esta tecnología, poniendo trabas a sus planes de reintroducir esta tecnología en todo el país?
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