A través de la historia de las civilizaciones humanas, los regentes que llegaron a la cima del poder siempre aseguraron que su autoridad provenía directamente de Dios —o de los dioses—. En Europa era conocido como el «derecho divino» de los reyes, en Asia como el «mandato de los Cielos». Y Mesoamérica no fue la excepción, las sociedad de la cultura Maya tenía un concepto similar, a pesar que no sabemos cómo lo llamaban.
Recientemente, un equipo de investigadores que trabaja en un sitio arqueológico de Belice ha llegado a la conclusión que un grupo de montículos erigidos por los mayas cerca de una cueva sagrada, fueron utilizados en ceremonias de ascensión donde los monarcas buscaban la aprobación de ancestrales deidades.
Los arqueólogos Holley Moyes, Mark Robinson, y Keith M. Prufer escriben lo siguiente en un artículo publicado este mes en la revista Antiquity:
«Se cree que la cueva de Kayuko Naj Tunich fue sitio de ceremonias de ascensión para las dinastías dominantes del gobierno de Uxbenká, en el sur de Belice. Sin embargo, se sabe muy poco del grupo de montículos que yace cercano a la cueva. Las excavaciones han provisto evidencia para la datación de este complejo, y la investigación experimental ha estimado los costos ligados a su construcción. Los resultados sugieren que tanto los montículos como la cueva formaban parte de la celebración real de ascensión, pero que los primeros eran estructuras meramente provisionales o temporales, algo que contrasta con el imperecedero significado del complejo entero».
En la cultura Maya, las cuevas se relacionaban con la «humanidad primordial» y se consideraban entradas a la tierra sagrada, el inframundo, un lugar aterrador habitado por oscuros y poderosos señores. Por otro lado, los dioses benévolos, como el dios de la lluvia Chaac, estaban asociados a las entradas de las cuevas. Los autores escriben:
«Basados en la documentación etnográfica, los asentamientos mesoamericanos fueron establecidos por las primeras comunidades en base a la importancia de cuevas y cavernas donde las deidades podían ser apaciguadas. Por ende, no nos sorprende que al pasar el tiempo las cuevas se hayan convertido en lugares de poder utilizados por los gobernantes para legitimar su autoridad».
En 2009, los investigadores limpiaron la zona, excavaron y cartografiaron los montículos para desentrañar las técnicas de construcción utilizadas. Al igual que la cueva sagrada próxima, los montículos se encuentran en una torre natural de origen kárstico esculpida por la acción del río circundante, alejados de la población. Este último detalle llevó a los autores a concluir que el complejo entero fue antaño un sitio de peregrinaje o de festivales.
No obstante, los sitios destino de los peregrinajes eran usados constantemente, algo que no sucedía con aquellos dedicados a festivales, que servían solo para ocasiones especiales tras las cuales eran limpiados y vaciados. Así es que los montículos investigados, dada su poca elaboración, habrían sido erigidos en ocasión de uno o varios eventos. Además, la iconografía hallada muestra rastros de estructuras temporales de madera (andamios) que no sobrevivieron el paso del tiempo, siendo que se determinó que el complejo entero —con la cueva sagrada como eje principal— fue construido hacia el siglo 3 o 4 de nuestra era.
Respecto a los costos, los arqueólogos hicieron recreaciones para estimar cuánto trabajo hubiera demandado la construcción de los montículos donde la élite maya buscaba obtener el beneplácito de los dioses. El cálculo arrojó que 50 individuos trabajando 5 horas al día por un mes habrían podido construirlos en tiempo y forma. Si la cantidad de trabajadores se eleva a 200 o 300, el lapso temporal se reduciría a aproximadamente una semana.