La del doble es una creencia recurrente a lo largo de la historia de la humanidad. Es la parte de nosotros que está en contacto con lo oculto, la que se manifiesta en forma de criaturas sobrenaturales y animales extraños, la que es capaz de volar o, por el contrario, aparecerse en territorios lejanos sin haber dado un solo paso. Nahuales, animales de poder, demonios, ángeles, hadas… Hoy en día, los asociamos con ritos ingenuos, primitivos y/o lejanos, no sólo en el tiempo, sino en el espacio. Pertenecientes a culturas ajenas a nuestras tradiciones modernas.
Y, sin embargo, nada más lejos de la realidad…
El libro “Hadas, brujas y hombres lobo de la Edad Media”, del antropólogo Claude Lecouteux, es una de esas joyas de las que, a pesar de sus años, uno permanece ignorante hasta que se le presentan “por casualidad”, para convertirse por fin en un nuevo eslabón capaz de integrar en la cadena muchos aspectos aparentemente incoherentes, permitiéndonos avanzar un poco más en esta búsqueda del origen del fin de la cordura humana.
Como aventureros en busca de la fuente de la vida, por si acaso aún hubiera tiempo para salvar algunos muebles…
Siguiendo a Lecouteux, aquellos que examinan los textos de la antigüedad descubren mil y un hechos curiosos que, erróneamente, clasificamos como fabulosos y maravillosos, pues nuestra visión está enormemente deformada por nuestra cultura judeocristiana, primero, y el pensamiento cartesiano y materialista que de ella deriva, después.
De manera menos evidente que en otros continentes, en Europa el concepto de una existencia transpersonal como mediadora entre nuestro yo y otras realidades ha sobrevivido en aquellas culturas a las que el cristianismo no pudo extirpar su relación original con el más allá, como el folclore escandinavo y germánico.
Es en sus cuentos y leyendas donde nos encontramos con ese otro yo que se libera del cuerpo cuando éste está entorpecido por el sueño, paralizado por el trance o petrificado por la enfermedad o el coma.
Rara es la persona saludable a quien le es dada una visión. La enfermedad suele ser la que abra las puertas al otro lado.
Pero también hay una manera voluntaria que trata de lograr que el cuerpo oponga la mínima resistencia posible al alma y así facilitar la experiencia trascendente.
Se trata de diferentes prácticas cuyo objetivo es la supresión de los lazos entre el alma y el cuerpo, reduciendo las funciones vitales de éste. Hay individuos que pueden lograrlo de forma natural, son los chamanes o visionarios, aunque todas las culturas tienen su particular planta de poder para facilitar la “conexión”.
Básicamente, encontramos el mismo patrón de experiencia irreal en todos los rincones del planeta.
Las plantas de poder suelen ser muy ricas en DMT:
La N-dimetiltriptamina (DMT) es el alucinógeno más potente que existe, se encuentra de forma normal en la naturaleza, pertenece farmacológicamente a la familia de la triptamina.
Muchas culturas, indígenas y modernas, ingierenDMT como psicodélico, en extractos o en forma sintetizada.
El cuerpo humano segrega DMT de forma natural.
El profesor Rick Strassman, de la Universidad de Nuevo México, considera que, en una dosis suficientemente alta, ésta sustancia actúa como un sintonizador de frecuencias diferentes a las que percibimos en nuestro ordinario estado de conciencia.
Strassman advierte de que el DMT facilita la experiencia, pero no es el causante de la misma, pues ésta es ajena a nosotros. El cerebro es un receptor, los alucinógenos afinan esa recepción y limpian el ruido de fondo. Y la conversión de esas otras realidades a nuestro plano se produce a través de símbolos universales, filtrados mediante los convencionalismos sociales y culturales que cada individuo hereda de su medio.
Sea como sea, de forma natural, a través de sueños o mediante sustancias, el motivo común es que el cuerpo ha de estar en un estado crítico para que el alma recobre cierta libertad. O, lo que es lo mismo y más familiar a nuestros días, que el ego se desvanezca.
En las experiencias con esa otra realidad, hay una distinción entre visión y sueño. La primera supone un desdoblamiento y el viaje fuera del cuerpo.
El sueño, en cambio, es la recepción de imágenes significativas. Serían dos aspectos diferentes del mismo fenómeno de contacto con otra realidad más sutil, algo que se escapa a las doctrinas de nuestra civilización.
Según leemos al comienzo de ‘El yoga de los sueños’, de Tenzin Wangyal Rinpochet:
Muchos occidentales que se acercan a las enseñanzas lo hacen con ideas sobre los sueños basadas en teorías psicológicas y, por tanto, cuando se interesan en usar los sueños en su vida espiritual, se enfocan por lo regular en el contenido y el significado de los sueños.
Muy pocas veces se investiga la naturaleza misma del soñar. Cuando realizamos esta investigación, nos conduce al proceso misterioso en el que se basa la totalidad de nuestra existencia, no sólo la vida onírica.
El primer paso en la práctica del soñar es muy simple: uno debe reconocer el gran potencial que contienen los sueños para el viaje espiritual.
Normalmente, el sueño es considerado como algo “irreal” en comparación con el contexto de la vida “real” de la vigilia; pero no hay nada más real que el sueño. Esto sólo tiene sentido cuando se entiende que la vida normal de vigilia es tan irreal como el sueño, exactamente de la misma manera.
Entonces puede comprenderse que el yoga del soñar se aplica a toda la experiencia: tanto a los sueños del día como a los sueños de la noche.
En cuanto a los viajes y la bilocación, Mircea Eliade encontró características que describen regiones cósmicas visitadas en los viajes del éxtasis:
Los viajes de los chamanes conducen a uno de los tres destinos:
– un mundo inferior
– un mundo medio
– un mundo superior,
…todos conectados por un eje central.
En este eje hay una abertura, a través de la cual los dioses descienden a la tierra, los muertos se mueven al mundo inferior y el chamán en su viaje de éxtasis vuela al cielo o desciende al reino subterráneo.
Este mundo inferior – o submundo – está compuesto de escenarios naturales parecidos a los que se encuentra en la realidad, con bosques, montañas, ríos y desiertos.
Aquí interactúan los chamanes con los espíritus de las plantas, árboles, animales y humanos. Esos “seres espirituales” que toman formas animales, son nombrados como animales de poder.
El mundo medio, es la tierra en la que viven los humanos, como es percibida por el chamán mientras viaja encima de él. En el mundo superior – o cielo – el chamán recibe las enseñanzas de seres de nivel elevado o divino.
Cuando se logra el objetivo del viaje – procurar información curativa en estos mundos cósmicos – la información se trae y se comparte con los demás a través de la danza y el ritual.
Para comprender la relación entre estos tres mundos y cómo se accede a ellos mediante experiencias oníricas y aquellas otras en que, a pesar de ser transcendentes, se produce también una intervención en la realidad ordinaria, debemos entender cómo se concebía el alma en las tradiciones antiguas, antes de ser contaminadas por el mundo judeocristiano.
Vayamos, pues, a ello.
En el folclore escandinavo, hay tres conceptos relacionados con el alma que bien se pueden identificar con el cuerpo necesario en cada uno de esos mundos:
FYLGJIA:
“La seguidora”, es el doble del individuo que se presenta como genio tutelar de la persona o de una familia, muchas veces bajo forma animal.
Es visible en sueños. Se pueden poseer varios de ellos, lo cual es símbolo de mayor fuerza. Se despide del hombre antes de que se produzca su muerte.
Podríamos entenderla como nuestro contacto en el mundo inferior.
HAMR:
Para los lapones, un alter ego que acompaña al hombre durante su vida, lo que podríamos considerar un espíritu guardián. Posee los rasgos de la fylgjia, pero está dotado de cierta corporeidad.
Es el alma ósea, la que reside en los huesos. Se trata del doble físico que se aparece en los enterramientos y que los cristianos denominan “alma en pena” cuando permanece apegado a los restos del muerto.
Es, pues, un doble físico apto para la metamorfosis en el mundo medio.
HUGR:
Se trata de una especie de principio activo universal, más o menos independiente de los individuos. Incluso puede manifestarse en contra de la voluntad de las personas.
Es el que dirige, manifestado como pensamiento, las acciones de los dobles. ¿La chispa divina que nos ilumina desde el mundo superior?
Regis Boyer, especialista en el mundo escandinavo, resumía estos tres principios en, visitado (hugr), habitado (hamr), acompañado (fylgja)
Es así que el paganismo se muestra ajeno al concepto de alma como una e indivisible.
Precisamente, esta división se encuentra en otras culturas más allá de las tradiciones chamánicas o, al menos, en un estadio de creencias posterior a las mismas:
En Egipto no se divinizaba al animal como antepasado de un determinado grupo social, característica definitoria del totemismo, sino que se adoró a un individuo concreto de determinadas especies animales, cuidadosamente escogido como representante de un dios: el animal era, en realidad, el depositario del ba del dios, aspecto que remite a una de las cuestiones más complejas de la espiritualidad egipcia: la concepción del alma.
Al margen del soporte físico del hombre, sus componentes espirituales fueron tres:
– el ka
– el ba
– el aj
Henri Frankfort ha recopilado los diferentes enfoques que, dada una cualidad esencial del pensamiento y el lenguaje egipcios, determinan estos conceptos, y los ha definido minuciosamente al margen de asimilaciones tópicas con nuestro lenguaje, tales como alma, espíritu, etc.
El ka, cuyo símbolo jeroglífico eran dos manos abiertas y alzadas, fue la fuerza vital, una cualidad del hombre que se manifestaba con diferente intensidad en las personas.
El dios era el ka del rey, único que aparecía personificado y representado en los monumentos; nacía con el propio rey y, a veces, ha sido considerado como su gemelo y se le ha puesto en relación directa con la adoración de la placenta del rey.
Por otro lado, el ka de los plebeyos, dependiente del ka del faraón y, por tanto, procedente de la divinidad, era más impersonal y encaja perfectamente en la definición de fuerza vital.
El aj, espíritu transfigurado que moraba en el cielo, estaba, a diferencia del ka, individualizado, y las ofrendas funerarias se dirigían generalmente a él.
Se escribía con el símbolo que representaba a un ibis con cresta, aunque no se le consideraba estrictamente un pájaro, a diferencia del ba; su significado era brillante, glorioso, y aludía al aspecto sobrenatural de los muertos.
La concepción del ba, es especialmente interesante, siendo éste el principio más individualizado del alma egipcia; fue representado como un pájaro con cabeza humana, siendo el elemento más íntimamente unido al cuerpo ya que precisaba un apoyo físico para no perder su identidad.
Era el principio que viajaba al exterior de la tumba, tal y como fue descrito en el Libro de los Muertos.
El ba se define como manifestación o emanación; era casi un espectro pero privado de los rasgos pesimistas que se le atribuían, por ejemplo, en el mundo griego a esta percepción de las almas de los muertos.
En el caso concreto de los dioses, el animal sagrado podía ser su ba, así como también podían serlo un amuleto o un libro sagrado.
Metidos en plena cultura cristiana, en los ‘Diálogos’ de Gregorio Magno (540-604), se distingue entre:
“un espíritu que no está recubierto por la carne, otro que está recubierto por la carne pero que no muere con la carne, y otro que está recubierto por la carne y muere con la carne”.
Para que se acoja a la tradición cristiana, el primero responde al espíritu de los ángeles, el segundo al de los hombres y el tercero al de los animales.
El chamanismo de las regiones exteriores impregnó a griegos y romanos.
Siguiendo los conceptos de la tradición chamánica escita, Homero describe la psyche como la personalidad del individuo vivo y el calco del cuerpo. En el momento de la muerte, toma la forma del vivo y se convierte en su doble, es decir, en una imagen inmaterial de su cuerpo.
Para Platón, la psyche es un daimón, un ser sobrenatural que lleva en nosotros una vida independiente.
En los romanos, esta fuerza es el genius, elemento inmortal que determina nuestra personalidad, pero que no es el alma. Una reminiscencia de esta idea es la frase “dejarse llevar por su genio”, por ese visitante sobrenatural que nos impone su voluntad.
Durante la expansión y dominación del cristianismo, el mismo tema se conserva oculto en las culturas germánicas y célticas, llegándonos a través del “mágico” folclore de tales pueblos.
Así, la fylgja, el doble espiritual que nos habla en sueños, aparece como hada, el genio bueno y tutelar que protege a los caballeros. Al igual que en la tradición escandinava, se suele representar bajo forma animal. En este caso, como jabalí o ciervo blanco.
El hada se une a aquel a quien ha decidido acompañar y proteger mediante un contrato recíproco, un acuerdo que vincula al ser feérico con el caballero. Y para que éste encuentre su camino hacia ella, el hada usará su avatar animal para atraer al humano hacia su territorio.
No olvidemos que cualquier encuentro con hadas que se precie necesita de un caballero cansado y adormecido…
El espíritu protector se cruza aquí con el tema de la mujer sobrenatural, ninfa o semidiosa, la cual encuentra su canal cristiano más evidente en el amor cortés y su continuo endiosamiento de la amada, cuyos orígenes comparten, precisamente, región geográfica con el territorio cátaro y las tierras donde surgen las leyendas del grial.
Esta idea de seres sobrenaturales y femeninos que tutelan a un individuo y con el que se comunican a través de los sueños, adoptando formas humanas o animales, representa, además, su destino.
Es decir, contienen el propósito de vida por el que el hombre viene a este mundo. Y es que, tras todos estos relatos procedentes de diferentes civilizaciones, adivinamos un mismo pensamiento: el hombre solo no es nada. Para ser, tiene que reunir en sí mismo dos principios, el material y el espiritual.
Para los Cátaros, existía un alma o principio vital inherente al cuerpo, y un espíritu que entra y sale a voluntad. Éste sólo se une al hombre después de su conversión al dogma cátaro y también se representa metamorfoseado en un animal, una lagartija.
Si la fylgja, el doble espiritual, se manifiesta como animal onírico en la tradición de las hadas de la misma forma que lo hacen los animales de poder en las culturas totémicas, como las antiguas tribus de Norteamérica, también encontramos al hamr, el doble con capacidad corpórea, en forma animal al estilo de los nahuales centroamericanos.
Hablamos del “hombre lobo”, una muestra de cómo la creencia pagana del doble se difumina en cuentos fantásticos de metamorfosis.
Lecouteux cita en su libro un texto latino de la Irlanda del siglo XIII, “De hominibus qui se vertunt in lupos”, en el que se hablaba de ciertos hombres de raza céltica que podían tomar a voluntad la forma de un lobo.
Aunque la tradición cristiana intenta acallar que se trata de un desdoblamiento y lo convierte en transformación física que no puede ser creída, es difícil evitar contradicciones que delaten el ocultamiento.
Así, los autores caen en la tentación de explicar que no se debe mover a tales personas a riesgo de que no puedan regresar de su forma animal, o que las heridas que sufre el lobo son sufridas al mismo tiempo por el cuerpo.
Es decir, el individuo permanece inmóvil mientras su avatar se entretiene por otros lares…
El vuelo de las brujas es también un suceso ilusorio vinculado al hamr, es decir, de bilocación del alter ego. En cuanto a la escoba o bastón, es el mismo símbolo de acto mágico que aparece en todas las tradiciones, y cuyo ejemplo más vivo es la varita de las hadas.
Por supuesto, no hace falta hablar del importante papel de las “pociones” para el éxito de tales viajes…
En tanto que viajes a otras realidades, la magia y la brujería operan sobre el doble que en ellas reside, no sobre el cuerpo real. Sabiendo gobernar su propio doble, los magos pueden actuar sobre el de los otros.
Es lo que explica por qué nuestra literatura fantástica está repleta de referencias a la imagen en el espejo, el alma encerrada en un cuadro, la entrega de la sombra o el uso de una figura sobre la que realizar las acciones dirigidas a cambiar la realidad de la persona.
En todos los casos, el doble es vinculado simbólicamente a estos elementos mediante algún tipo de conjuro, de forma que actúan como portales a los cuales se les ha inferido las propiedades del “original”.
Lo que ocurra con la copia, afectará al “auténtico”.
Cuando el vuelo no podía ser atribuido a una bruja, pues se producía en agraciados miembros de la Iglesia, entonces entramos en el territorio de los místicos. A modo de ejemplo, entre los más estudiados se encuentran los viajes de Sor María Jesús de Ágreda.
Pero el mayor triunfo en la erradicación de las otras realidades es lingüístico.
En la Edad Media, la Iglesia borra toda alusión al doble y la sustituye por alma o espíritu, haciendo bascular toda referencia sobre el mismo hacia,
– el satanismo, caso de las brujas
– lo maravilloso, caso de criaturas extrañas y cuentos de hadas
Nos quedamos, así, sin capacidad para nombrar las diferentes “herramientas” de acceso a la realidad más completa y a nuestras verdaderas habilidades.
Sin poder nombrarlas, las olvidamos y nos conformamos con algo impreciso llamado “alma” que pocos sabrían, o querrían, explicar adecuadamente. Mucho menos encontrarle un sentido útil en nuestro viaje por este mundo intermedio…
De esta forma, desaparece de Europa toda referencia clara a la existencia del alter ego.
La filosofía humanista del siglo XVI recuperará la figura del geniecillo romano. Personajes como Marciano Capella lo considerarán un protector o custodio, un hermano fiel al que también se le puede llamar “ángel” o “mensajero”, pues nos transmite los pensamientos de las potencias superiores.
Y es precisamente así, bajo la forma de “ángel de la guarda”, como el doble se integra definitivamente en el cristianismo y como se percibe en la civilización occidental actual.
En un artículo de la revista Año Cero (nº 259) dedicado a los ángeles, se alude a sus continuos cambios de forma según el trasfondo cultural de las personas, pero nos importa más el hecho de que, además de las experiencias oníricas y canalizaciones diversas en estado de semi-trance a que estamos acostumbrados, se alude a su presencia en la realidad:
El matrimonio Steiger cuenta en su haber con interesantes experiencias angélicas, y cree que la apariencia física de los que se manifiestan depende casi por completo de la cosmología personal de los testigos, su nivel de evolución espiritual y sus tendencias culturales y religiosas:
“No deja de impresionarnos la notable adaptabilidad de los ángeles guardianes. En una ocasión, un ángel puede ser un bombero que salva a las víctimas de una intoxicación por humo y a quien los agradecidos supervivientes luego no encuentran por ninguna parte”, relata Brad Steiger.
Aquí pasamos de la presencia de ángeles en el mundo onírico, la fylgjia, a su actuación en la realidad cotidiana, hamr.
Éste último aspecto se corresponde con el fenómeno del “tercer hombre”, esa persona que surge en los momentos extremos y salva la vida de un individuo para, inmediatamente, desaparecer sin dejar rastro.
Según John Geiger, autor del libro “El tercer hombre”: Hay muchas pruebas que apuntan a un origen neurológico. Se ha conseguido evocar -acaso podríamos decir “invocar”- a una presencia en experimentos de laboratorio utilizando estimulación eléctrica.
Lo que no sabemos es cómo es evocado este poder en situaciones de supervivencia extrema, es decir, cómo puede la gente activar este mecanismo que resulta fundamental para nuestra supervivencia.
Geiger sugiere la capacidad del ser humano para “invocar” en situaciones extremas.
Como si, de alguna manera, nuestra conciencia dejara de bloquear el acceso al inconsciente y pudiéramos retomar el contacto con nuestros “compañeros de viaje”.
¿Quizás gracias a un chute extra y natural del DMT…?
Vemos así que es necesario tener presente ambos conceptos, fylgjia y hamr, como elementos constitutivos de nuestro ser para entender mejor muchos de los “misterios” que envuelven nuestro mundo. Y, aunque se nos escapa en este artículo, es muy posible que ciertos aspectos muy concretos del fenómeno ovni, que no todos, también encontraran hueco en este tema.
Las mismas fuerzas internas que se han manifestado durante milenios, “disfrazadas” al gusto de la época para que nos sintamos cómodos con ellas.
La idea del doble es portadora de un mensaje de esperanza: el hombre no está solo. Permanece en contacto con su hogar mientras experimenta en este retiro temporal hasta la muerte.
El doble espiritual, la fylgja, aparece en los sueños, pero si el individuo está próximo a morir, las tradiciones afirman que se aparece en el mundo real bajo la forma de una mujer alta o de un animal extraño, siempre con algún rasgo que los hace diferenciables de la normalidad.
La fylgjia llega para despedirse, pues sólo está ligada a la persona durante su existencia terrena, siendo un principio independiente antes y después de la misma.
Por otro lado, el doble físico, el hamr, aparece bajo la forma del difunto en el instante de la muerte o inmediatamente después para avisar del fallecimiento o despedirse de los seres cercanos.
El otro mundo aparece como una realidad fuera del espacio-tiempo, donde todo coexiste en un único instante. La parte de nosotros que está en contacto con esa realidad materializa nuestras potencialidades y destinos, tiene acceso a pasado, presente y futuro.
De ahí que pueda anunciar nuestra muerte y despedirse.
Desde otra perspectiva, el doble como acceso al mundo del Espíritu es explicable como la conciencia que accede a los arquetipos de que habla la psicología analítica: el Inconsciente colectivo. Para acceder a él, es necesario recorrer el camino del héroe, la muerte iniciática y el renacimiento bajo un nuevo estado de conciencia, que no es otro que el propio del mago o chamán.
Ya hemos aludido al comienzo que el motivo común de los rituales chamánicos es que el cuerpo ha de estar en un estado crítico para que el alma recobre su libertad, y que esto no es sino el desvanecimiento del ego.
En términos de Jung, cuando el ser se hace consciente de las fuerzas que lo gobiernan, cuando accede al inconsciente y las reconoce, puede decidir actuar independientemente de sus condicionamientos y convertirse en una individualidad.
Sin conciencia de ello, es una marioneta manipulada por los arquetipos.
Jung describe en el Yo y el inconsciente este proceso de individualización como el encuentro con el “Sí-mismo”, un principio psíquico independiente que, a veces, confundimos con Dios.
De este modo, la disolución de la personalidad-Maná mediante la consciencia de sus contenidos nos vuelve a conducir de forma natural hacia nosotros mismos, que somos un algo existente y vivo, cogido entre las imágenes de dos mundos y sus energías, sólo vagamente sospechadas, pero bastante más claramente sentidas.
Este algo nos resulta extraño y, sin embargo, tan cercano; somos nosotros mismos y, no obstante, no lo podemos reconocer.
Este algo es un punto central virtual de una constitución tan misteriosa que lo podrá exigir todo: parentesco con animales y con dioses, con cristales y con astros, sin que ello nos produzca admiración alguna, sin que tan siquiera lo desaprobemos.
Y este algo exige realmente todo esto, mientras que nosotros no tenemos a mano nada que podamos oponer justamente a esta pretensión; y es incluso saludable prestar oído a esa voz.
Este punto central lo he llamado el Sí-Mismo.
Intelectualmente, el Sí-Mismo no es más que un concepto psicológico; es una construcción destinada a expresar una esencia no reconocible, a la que nosotros no logramos comprender como tal, pues sale de los límites de nuestra capacidad comprensiva, conforme ya se desprende de su definición.
Igualmente se le podría llamar el Dios en nosotros.
El chamanismo surgió en el Paleolítico y muy probablemente haya sido practicado por casi todos los pueblos en los estadios más tempranos de su evolución religiosa, y aún después.
Habría pasado por varias etapas antes de alcanzar su forma actual.
Si tenemos en cuenta la existencia de una humanidad avanzada anterior a los grandes cataclismos y aceptamos la idea de una Edad de Oro, entonces el chamanismo es un residuo de un mundo anterior que estuvo más cerca de los dioses, tal y como reflejan las diferentes historias sobre las diferentes eras, en cada una de las cuales el humano se iba desconectando cada vez más de su esencia divina.
Poco a poco, las religiones dejarían de servir al contacto con otra realidad mediante estados alterados de conciencia y se convirtieron en instrumentos de poder y control social que limitaban la realidad y las potencialidades del ser humano.
Según las sociedades se fueron haciendo más y más complejas, se fue perdiendo el contacto con los ritmos de la naturaleza y, con ellos, las técnicas de acceso a lo sobrenatural cayeron en desuso y terminaron por ser un conocimiento secreto en manos de unos pocos iniciados y videntes.
El texto de Jung que hemos citado referencia claramente cómo resulta muy fácil confundir un concepto psicológico independiente con una divinidad superior.
Estamos ante la gran arma que pudo someter a toda una humanidad, convenciéndola de que propiedades inherentes a su naturaleza son en realidad fuerzas ajenas a las que debe rendir obediencia.
Las religiones, y el materialismo no es más que otra religión, son formas históricas y cambiantes, pero la espiritualidad es una dimensión inherente al ser humano.
Podríamos prescindir de las religiones, pero no podremos prescindir de la dimensión de transcendencia si queremos ser algo más que muñecos en manos de fuerzas que no conocemos.
Lecouteux concluye su libro con la siguiente reflexión: “En este final de siglo que cabecea como un barco ebrio porque está privado de toda trascendencia, en el crepúsculo de las ideas, el hombre se ha encerrado en la caverna del pragmatismo y de la ciencia, pero, al contrario que en la fábula platónica, ya no percibe los reflejos del mundo verdadero.
Ya no somos el Uno en el Todo, sino el Uno sin el Todo, y vivimos nuestra existencia terrestre sin poder dar respuesta a una pregunta que no se hacían nuestros abuelos, protegidos como estaban por un conjunto de creencias reconfortantes:
¿Qué hay después?
Al perder nuestro Doble, hemos perdido nuestra alma, nuestra relación con el cosmos y, como nuevos Peter Schlemihl, ya no sabemos cuál es nuestro lugar en el universo.
La diversión sustituye tristemente a las creencias y ritos que estructuraban la existencia humana, y no queda más que el silencio eterno de los espacios infinitos”.
En estos tiempos en que tanto se habla de la necesidad de cambios sociales, o de la superación de la crisis económica, como si ello fuera posible, quizás deberíamos empezar por algo más sencillo y cabal: encontrar nuestro lugar en el universo…
Pero cómo proponerle una salida sensata a una civilización tan ingenua que no cree en ‘historias de hadas’…
Rafael García del Valle
Fuente: www.bibliotecapleyades.net
Del sitio : http://es.paperblog.com/viaje-a-otras-realidades-de-chamanes-y-cuentos-fantasticos-3240740/