El movimiento contra la austeridad presupuestaria cuajó en Europa tras la humillación a Grecia. Una despótica Troika había condenado al pueblo griego a la pobreza, incertidumbre y sufrimiento, en tanto seguían los ataques contra el estado social en Europa del Sur con el pretexto de reducir el déficit público. Meses después nacen en Europa propuestas de confluencia de movimientos sociales, organizaciones ciudadanas y políticas contra la austeridad criminal que impone esta Unión Europea.
Muy oportuno, porque, tras el triunfo del “No” a la austeridad en el referéndum griego, el nada fiable presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, sentencio inapelable que “no puede haber decisiones democráticas contra los tratados europeos”. Y destapó con nitidez la Europa autoritaria. La de la élite gobernante al servicio de la minoría que detenta el poder económico y financiero. Hoy, el resultado comprobado de esta Unión Europea es que los ricos son más ricos, crece la desigualdad y aumentan los pobres que son más pobres. Lo peor es que, con el desarrollo de la crisis, esta Unión la utiliza para desposeer sistemáticamente a las clases trabajadoras europeas en beneficio del poder económico y financiero.
Son tres las iniciativas que empiezan a construir una alternativa contra la austeridad de esta Unión Europea: por un Plan B en Europa, Austerexit y Democracy in Europe Movement 2025 (Diem25). ¿Se organiza por fin la izquierda europea contra esta Unión? Veremos. Sus proyectos buscan en primera instancia eliminar el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobierno y acabar con el chantaje permanente a los gobiernos nacionales. Pero no todos ponen en cuestión el sistema económico que hace posible esta Europa.
Hay además dos posturas políticas diferentes en esta oposición que parece nacer con ganas de organizarse y crecer. Terminar con el euro y sus estructuras. O democratizar Europa, sin que mantener o no el euro sea prioritario. ¿Será esa diferencia como la fábula de los conejos que discutían si les perseguían galgos o podencos hasta que los perros los sorprendieron despistados y los devoraron?
Desde luego nada será posible si la ciudadanía no sale a las calles. No es cuestión de camarillas ni líderes iluminados. Nada se logrará si organizaciones y movimientos sociales, ciudadanos y políticos no se convierten (metafóricamente) en las tropas de asalto por una revolución democrática que construya una nueva Europa. Se podría empezar creando una red de municipios rebeldes y desobedientes, así como trabajar para que los sindicatos europeos se pongan en marcha, abandonen el papel secundario de buen rollito de los últimos años y recuperen la combatividad propia de sindicatos de clase, no de actores de reparto, extras o figurantes del sistema.
Una primera acción común indicará quizás la solidez del movimiento de oposición a esta Unión Europea. El 28 de mayo, aniversario de la Comuna de París, se ha convocado por otra Europa una gran movilización en más de 100 ciudades europeas. El éxito de esta movilización medirá en parte la fuerza del movimiento que nace para romper la actual arquitectura europea.
Es tiempo de construir un proyecto de otra Europa, no de reformas cosméticas. No habrá más justicia ni más democracia en Europa sin desobedecer las reglas de juego de esta Unión Europea hasta eliminarlas. No habrá cambio sin desobedecer ni quebrar la política al servicio del poder financiero. No habrá otra Europa sin cuestionar el sistema capitalista, sobre el que se asienta esta Unión, para construir otro sistema.
El Plan B avanzará si se desobedecen tratados y techos de déficit. Si la gente se mueve. Porque esta UE no se arregla con reformas, no es reformable. Es imposible gobernar a favor de la ciudadanía con los tratados y normas de esta Unión. Se necesita una revolución no violenta y democrática radical. Vía difícil, costosa y tal vez lenta, pero nunca imposible. ¿Acaso no ha habido cambios en la Historia?
Y no confundamos. No es problema de España contra Alemania o al revés. Es el pueblo trabajador europeo de todos los países miembros contra las élites políticas y económicas que lo explotan. Lo remacha Alberto San Juan cuando asegura que “sin movilización en las calles ningún partido cambiará nada. Es tiempo de volver a las plazas”. También de tejer alianzas y redes contra la austeridad en España, Italia, Grecia, Portugal… Y sumar más y más para que crezca la desobediencia contra la dictadura de las élites.
Xavier Caño Tamayo*
*Periodista y escritor
De la Europa autoritaria a la emergencia de la Europa social