La esposa del presidente islamo-conservador de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, Emine, estimó ayer que el harem otomano, fuente de múltiples fantasías en el mundo occidental, constituía “una escuela para preparar a las mujeres de cara a la vida”.
“El harem era una escuela para los miembros de la dinastía otomana y un establecimiento escolar para la preparación de las mujeres para la vida”, declaró la señora Erdogan, patrocinadora de asociaciones femeninas y de beneficencia, durante una intervención pública ante cámaras de la televisión turca.
Bajo el Imperio otomano, en el harem se reunían las cortesanas del sultán. Confidentes, favoritas y esclavas sexuales, recibían una educación literaria, artística y práctica, aunque solo para el mero placer del sultán, al cual pertenecían en propiedad.
Las más hábiles se convirtieron en influyentes mujeres de poder, al precio de intrigas dignas de grandes novelas literarias.
Al igual que su marido, Emine Erdogan es una ferviente musulmana, admiradora de la grandeza del Imperio otomano sobre las ruinas del cual se construyó la actual República laica de Turquía.
Su comentario sobre los harems provocó numerosas críticas en las redes sociales internautas.
“En tiempos de Murad III (sultán del siglo XVI), los únicos objetos que no podían entrar en el harem eran los libros”, recuerda en Twitter Özlem Kurumlar, una universitaria.
Primer ministro entre el 2003 y el 2014, después jefe de Estado, Erdogan es acusado por sus detractores de haberse dejado llevar en una deriva autoritaria e islamista.
El martes, el hombre fuerte del país celebró el Día Internacional de la Mujers proclamando que, para él, “la mujer es ante todo una madre”.