«No digáis que no tenéis ningún medio de saber si estáis en lo cierto interiormente. En realidad disponéis al menos de un criterio: la luz.
Cuando meditáis, cuando vivís un momento de gran elevación espiritual, podéis sentir a veces que todo en vosotros se vuelve luminoso, como si se hubiesen encendido lámparas, como si un Sol se hubiese levantado. Tenéis incluso la impresión de que esta luz sale a través de vuestro rostro, vuestras manos, de todo vuestro cuerpo. ¿Por qué? Porque en cuanto lográis alcanzar las regiones superiores de vuestro ser, allí donde reinan la pureza y el amor, una luz aparece en vosotros, la sentís, la veis, todo se ilumina. Mientras que si os dejáis llevar por pensamientos, por sentimientos, por deseos egoístas y malsanos, ni siquiera necesitáis miraros en el espejo: sentís físicamente las sombras en vuestro rostro. Así pues, no olvidéis nunca este criterio: la luz. Y esforzaos por vivir cada día los estados de conciencia espirituales que os aportarán esta sensación de luz.»
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