Ejercicio de conexión a la Tierra


Aunque conexión a la tierra es un término usado con frecuencia en grupos espirituales y de sanación, significa cosas distintas para mucha gente. Para algunos puede significar ser conscientes de sentir los pies en la tierra, o puedes relacionarlo con lo que sientes al estar en la naturaleza. En esencia, estar conectado a la tierra significa estar en el cuerpo, consciente de lo que te rodea y presente y disponible para lo que ocurra. La técnica utilizada en este capítulo para conectarse a la tierra consiste en la visualización que consigue acercar más al cuerpo la presencia espiritual y la conciencia. Muchas de las personas iniciadas en la espiritualidad que meditan a menudo, así como otros que todavía no han fortalecido su conciencia, no han aprendido a conectarse a la tierra, tendiendo así a vagar por el éter encima del cuerpo. Si eres uno de ellos, puedes acabar muy propenso a absorber energía extraña -energía de otras personas u otros entes-. En el mejor de los casos, aun no siendo una esponja psíquica, no puedes expulsar bien del cuerpo las emociones o el karma si no estás en tu cuerpo.
El enfoque espiritual pleyadiano incluye la iluminación y/o ascensión del cuerpo entero y a nivel celular. El objetivo no es abandonar el cuerpo y trascender el plano físico; la meta es trascender la creencia en y el miedo a las limitaciones de lo físico. Se consigue descendiendo espiritualmente a la materia con el objetivo de despejarte de energías de baja frecuencia tales como emociones reprimidas, sistemas de creencias, juicios, control y otras energías contraídas que son fuente de limitación en la tercera dimensión. Cuando lo consigues, permites que el Yo Superior se mezcle contigo como fue el caso del Cristo, Quan Yin y Buda. Esto se traduce no en un escape sino en una iluminación o ascensión de todos los chakras a nivel celular.
Esta meta espiritual requiere que te encuentres en tu cuerpo y por eso existe la necesidad de conectarse a la tierra. La técnica usada para conectarse a la tierra es la siguiente:

1. Siéntate en una silla cómoda con la espalda relativamente derecha, los pies en el suelo sin cruzar ni pies ni manos y los ojos cerrados.
2. Mediante la respiración atrae la mayor intensidad posible de tu presencia consciente hacia el centro de la cabeza. Deja marchar los pensamientos perdidos que inhiben este proceso hasta que te sientas centrado.
3. Ahora, realiza un par de respiraciones profundas. Fíjate hasta qué punto se expande el cuerpo al respirar, ¿qué zonas no se expanden?
4. Expande conscientemente más partes de tu cuerpo con la respiración hasta que inhales profundamente sin tensión ni incomodidad. Hazlo de dos a cuatro veces hasta que te sientas más vivo y presente en tu cuerpo.
5. Siente los pies en el suelo. Utiliza la respiración hasta que los pies parezcan vivos.
6. Sólo hombres: fija tu conciencia en el primer chakra, a la altura de la rabadilla. Visualiza un tubo o cordón espiral de luz de unos 10 a 15 cm de diámetro acoplado al primer chakra. (Ver ilustración la en la página 116)
Sólo mujeres: fija tu conciencia en el segundo chakra, a medio camino entre el ombligo y la base de la espina dorsal. Visualiza un tubo o cordón espiral de luz de unos 10 a 15 cm de diámetro acoplado al segundo chakra. (Ver ilustración 1b en la página 117.)
Hombres y mujeres: sigue con la vista este cordón de conexión e imagínalo prolongarse hacia el interior de la Tierra mientras la conciencia permanece en el centro de la cabeza. Mira cómo el cordón atraviesa las capas terrestres hasta que llega al centro del planeta donde se sitúa el núcleo magnético o centro de gravedad. Puede que veas o sientas que se ancla el cordón de conexión sin poder ver más allá.
7. Tómate de medio a un minuto para respirar suavemente, sintiendo los cambios en el cuerpo y la conciencia. En algunas ocasiones, clientes o alumnos han experimentado dolores o palpitaciones cuando se conectan por primera vez. Algunos hasta han experimentado emociones ocultas que salen a la superficie. Si te ocurre esto, ten en cuenta que ese dolor, ya sea físico o emocional, es en parte la razón por la que no estabas conectado a la tierra, ya que el ser humano tiende por naturaleza a evitar sensaciones desagradables. Sin embargo, como ser consciente de un problema es el primer paso para sanarlo, explora tus sentimientos con libertad y curiosidad mediante la respiración en lugar de contraerte o huir de ellos. Libérate de los juicios y el miedo a sentir e intenta asumir una actitud gozosa ante tu propia toma de conciencia de la necesidad de atención de esa área del cuerpo o esas emociones.
Dirige la respiración hacia la zona molesta. Lo normal es que sientas un alivio rápido. Si no es así, podría ser indicio de un problema crónico para el que necesitarás ayuda a no ser que sepas tratar ese tipo de situaciones. A lo largo del capítulo se proporcionarán más técnicas de despejamiento.
Si no experimentas molestias, puede que tengas cierta sensación de estar más presente y ser más real. Puede que te sientas relajado y el cuerpo un poco pesado al rato de tener enfocado el cordón de conexión.
8. Cuando te acostumbres al cordón de conexión, visualiza un cambio de color en el cordón. Contempla el espectro completo de colores y varía los tonos y texturas de cada color. Que sea divertido. Mantén lo suficiente cada color notando el efecto sobre ti mismo en cada cambio. Explora todos los colores que se te ocurran además de los que se presentan aquí.
Empieza con los azules; cambia el color del cordón a azul pálido, luego a azul intenso, a azul marino, a azul verdoso y, finalmente, a azul cobalto.
Añade un poco de verde al azul y visualiza el cordón de un turquesa intenso, luego aguamarina pálido. Experimenta con los verdes: un verde pastel, un verde esmeralda, un verde selva, un verde oliva, un verde hierba, un verde amarillento pálido.
Después, visualiza los amarillos: amarillo pastel, amarillo brillante, amarillo dorado y amarillo mostaza. Ahora contempla tonos de naranja: naranja amarillento pálido, melocotón, naranja brillante como la fruta, salmón, óxido y naranja rojizo.

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FIGURA 1a: El cordón de conexión masculino se extiende desde el primer chakra
hasta el centro de la Tierra

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FIGURA 1b: El cordón de conexión femenino se extiende desde el segundo chakra
hasta el centro de la Tierra

Visualiza los rojos: rosa pálido, rojo clavel, fucsia, rojo vivo, rojo sangre, granate y rojo violeta.
Ahora los violetas: azul lavanda, azul real, azul uva y azul violeta.
Luego intenta los blancos: blanco puro, blanco con destellos de luz, nacarado o perla, y crema.
A continuación, visualiza los tonos marrones: tostado, camello, chocolate, caramelo, marrón grisáceo como la corteza de un árbol.
Deja los colores metálicos para el final: plateado metálico, dorado metálico, cobre, platino y finalmente mezcla de plata y oro.
Encontrarás que algunos colores tranquilizan y calman y otros te hacen sentir más fuerte y más seguro de ti. Algunos colores te ayudarán a sentirte más en tu cuerpo mientras otros son desagradables y no favorecen la conexión. Encuentra los que te gusten y haz una lista comentando lo que te hacen sentir o, si tienes buena memoria, toma nota mentalmente.
9. Cuando termines de recorrer los colores, decide cuál quieres ahora. Elimina el primer cordón tirando de él hacia abajo y dejándolo caer hacia tierra. Ahora proporciónate un nuevo cordón del color elegido y envíalo al centro de la Tierra.
10. Abre los ojos.

A partir de este instante, si te despiertas cansado y gruñón, puedes usar el color del cordón que te haga sentir más ligero y activo. Si te encuentras pasando una época de dudas y falta de confianza puedes utilizar el color del cordón que te proporcione más cualidades positivas.
La conexión a la tierra no va a solucionar todos tus problemas ni va a hacer que desaparezcan los estados emocionales desagradables pero te puede ayudar a pasarlos más rápida y fácilmente. Saber qué color es mejor y para qué situación, te ayudará a mantenerte conectado y serás capaz de superar los momentos en que querrías abandonar.
Durante una semana aproximadamente empieza cada mañana desprendiéndote del cordón anterior y tomando uno nuevo. El color puede ser igual o distinto al anterior, de acuerdo con tus necesidades. Repite el proceso tantas veces como te acuerdes. Aunque al principio sean cincuenta veces al día, aunque estés paseando por la calle, o en el trabajo, crea un nuevo cordón. Cuanta más energía de pensamiento pongas en crear algo, en algo más real y duradero se convertirá. Lo harás con tal facilidad que podrás realizarlo con los ojos abiertos trabajando, paseando o estando dentro del coche.
Al cabo de aproximadamente una semana serás capaz de conectarte a la tierra por la mañana y lograr que te dure más. Con hacerlo una vez al día puede ser suficiente. Estarás tan familiarizado entonces con la diferencia entre estar conectado o no conectado, que sabrás cuándo necesitas reemplazar el cordón.
Mi experiencia personal y en la enseñanza a muchos alumnos no me ha hecho creer que el concentrarse durante una semana en conectarse a la tierra sea opcional -aunque algunos tengan tendencia a saltárselo. Aquellos que realizan esta semana de forma consistente se sienten más conectados a la tierra, más presentes y disponibles para la vida y la sanación que aquellos que se han mostrado menos diligentes. Aquellos que se salten este paso pueden encontrarse con que el proceso de sanación dure más, que sus desarreglos emocionales se extiendan más en el tiempo y que su percepción sensorial plena les sea menos útil y accesible. Por ello insisto en que sigáis el proceso hasta que os resulte automático.
Después de realizar la meditación conectiva, como se detalla en los pasos del 1 al 9, no es necesario repetir toda la secuencia de colores a no ser que exista una razón personal para ello. Esa parte del proceso sólo tiene por objeto la identificación de los mejores colores para la conexión. Mi anécdota favorita sobre la conexión a la tierra ocurrió en una clase de meditación para niños que impartí hace unos años. Después de realizar la meditación de conexión que necesariamente tuve que abreviar, pedí a cada niño que expresara al grupo lo que sentía al estar conectado. La primera respuesta fue la de un niño de tres años y medio que dijo: «Es como mi mamá».
Otro niño de la misma edad respondió: «Se siente como en una tienda de salud, como algo bueno». Hizo una pausa, se movió un poco y añadió: «No sé si me gusta o no».
El resto de los niños dieron su versión de la conexión hasta llegar a la última, una niña de siete años que no quería hablar. Bajaba la cabeza hasta donde podía y parecía que iba a llorar. Yo sabía que sus padres se estaban separando y preparando el divorcio. También sabía que lo estaba pasando mal.
Dejé de mirar hacia ella y empecé a explicar al grupo cómo a veces cuando te conectas a la tierra te das cuenta de que hay sentimientos en ti de los que antes no eras consciente. Seguí diciendo: «A veces son sentimientos de ternura y de cariño, como los que ha descrito Elizabeth. Pero otras te hacen daño, como cuando sientes tristeza o rabia. El truco no consiste en hacer que desaparezcan, sino en seguir con ellos. Respirad muy profundamente e intentad sentirlos más intensamente. Entonces ocurre algo verdaderamente mágico. Después de unos minutos sintiéndolo, habrá desaparecido el dolor y ni siquiera sabréis cuándo se fueron. Os sentiréis bien de nuevo. Pero si no seguís con ellos y los sentís hasta que se vayan, se quedarán en el cuerpo esperándoos. De modo que es mejor sentirlos ahora en lugar de temer que vuelvan».
La niña triste no dijo nada. Sin embargo, después de unos diez minutos, cuando estábamos en medio de otro proyecto, se incorporó y exclamó: «¡Se han ido!» Luego bajó la cabeza con timidez al darse cuenta de que había gritado. Le pregunté qué se había ido. Respondió: «Los sentimientos, como tú decías. Estaba muy triste, pero he hecho lo que nos decías». Sus ojos estaban llenos de sorpresa y hasta de una cierta reverencia -como si quizá la técnica, o el profesor tuviera magia.
Unos días después llamó la madre de la niña para decirme que su hija había llegado del colegio muy agitada. Cuando su madre le preguntó qué le pasaba, la niña contestó: «Tengo sentimientos, así que me voy a mi cuarto a sentirlos». Veinte minutos después salió de su cuarto vestida para salir a jugar. Cuando le preguntó qué pasaba, le contó a su madre lo que había aprendido en clase: esa forma mágica de ordenar a los malos sentimientos que se fueran y no volvieran. La buena voluntad de esa niña inocente fue un gran ejemplo para todos. […]

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