«Todos aprendemos con el mismo maestro con el que originalmente trabajaban las instituciones: la realidad.
La visión profunda de la realidad dice: domina las veinticuatro horas del día.
Hazlo bien, sin sentir lástima por ti mismo. Tan duro es hacer subir a los niños al coche o llevarlos a la parada del autobús como recitar sutras en el templo budista una fría mañana. Ninguna de estas dos cosas es mejor que la otra, ambas pueden ser muy aburridas, y ambas tienen la virtuosa cualidad de la repetición. La repetición y el ritual y sus beneficios se manifiestan de muchas maneras. Cambiar el filtro del coche, sonarse la nariz, asistir a reuniones, limpiar la casa, lavar los platos, hacer los deberes con los hijos; no piense que estas cosas le distraen de actividades más serias.
Estas tareas no son dificultades de las que esperamos poder huir para hacer la práctica que nos situará en el camino: son el camino.»
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