Todos nacemos con una buena dosis de amor incondicional pero con el paso del tiempo, a medida que crecemos y chocamos con los demás, ese amor se va haciendo cada vez más condicionado.
Cada vez que alguien nos critica o nos hace sentir inadecuados, perdemos una pequeña dosis de ese amor que nos teníamos. Aprendemos que si deseamos ser aceptados por los demás, debemos cumplir ciertas normas. Si no lo hacemos, los otros se encargan de hacernos notar que no encajamos en su círculo.
De esta manera, dejamos de amarnos incondicionalmente y comenzamos a condicionar la relación con el “yo” a nuestros éxitos y fracasos. En el mismo momento en que comenzamos a valorarnos siguiendo las reglas de los demás, dejamos de amarnos por lo que somos.
Se trata de un proceso doloroso por el que todos hemos pasado. Como resultado, no es extraño que muchas personas, aún siendo adultos exitosos, sigan experimentando una sensación de incomodidad consigo mismos y se vapuleen constantemente. Estas personas han perdido el contacto con su “yo” más profundo porque han construido un “yo social” que lo ha sepultado.
Las señales que indican que no te aceptas incondicionalmente
– Te sientes inadecuado a menudo, en diferentes contextos y situaciones
– Crees que no eres merecedor del amor de los demás
– Te comparas constantemente con los otros y siempre terminas sintiéndote inferior
– Crees que no eres lo suficientemente inteligente/delgado/atractivo/simpático
– No emprendes nuevos proyectos por temor a fracasar
– Te reprimes constantemente, no te permites ser tú mismo
– Te sientes incómodo contigo y no te gusta estar a solas con tus pensamientos
Aceptarse incondicionalmente: Un aprendizaje que dura toda la vida
Aceptarnos incondicionalmente es el primer paso para amarnos incondicionalmente. No podemos sentirnos bien con nosotros mismos si nos criticamos constantemente, si pensamos que somos unos fracasados o que no somos lo suficientemente inteligentes o atractivos.
Lo interesante es que el hecho de aceptar nuestros defectos o imperfecciones no implica que no nos esforcemos por mejorar. Esa aceptación implica, sobre todo, plena conciencia. Significa que somos conscientes de los errores que hemos cometido pero no seguimos castigándonos por ellos sino que intentamos enmendarlos. Significa que somos conscientes de nuestras limitaciones e intentamos ir un paso más allá.
La aceptación incondicional implica experimentar la realidad tal como es, sin ningún tipo de negación o rechazo. Con el paso del tiempo, esa actitud, si es realmente sincera, borra los sentimientos negativos y desagradables que podíamos sentir hacia nosotros mismos y deja paso en su lugar al amor.
¿Cómo lograrlo?
El proceso de aceptación incondicional es largo, y a menudo doloroso. Pero al final del camino descubrirás que es liberador. De hecho, nos resulta tan difícil practicar la aceptación incondicional porque nos han enseñado a criticarnos y convertirnos en nuestro juz más severo. Nos han enseñado a adaptarnos a la sociedad, pero no a convivir con nosotros mismos.
1. Redescubre quién eres. Para aceptarte, tienes que conocerte. Cada día, dedícale algunos minutos a mirar dentro de ti. Pregúntate qué te gusta y qué detestas, qué te hace feliz, qué no te gusta de ti, quién eres en realidad… Pueden parecer preguntas nimias pero quizá te asombre descubrir que no tienes respuestas para muchas de ellas porque hace mucho tiempo que perdiste la conexión con tu “yo interior”. No cejes, date tiempo.
2. Acéptate sin criticarte. Cada vez que cometas un error o descubras una parte de ti que no te gusta, en vez de juzgarte y criticarte, simplemente asúmelo. Constata el hecho, como si fueras un observador imparcial. Pregúntate qué puedes aprender y cómo ese error o “defecto” puede convertirte en una persona mejor. Asume que no eres perfecto y que no necesitas serlo para amarte y ser una persona de valor.
Recuerda que todos somos perfectos tal como somos.