El amor es la chispa rápida y fugaz que enciende dos corazones. Pero también es lo que acontece despacio, en cada acuerdo logrado, en cada dificultad ganada y en la complicidad de las pequeñas cosas que tejen universos enteros.
Las cosas más significativas requieren tiempo, esfuerzo y compromiso. Lo sabemos, porque la vida, como la propia naturaleza, tiene sus ciclos y sus ritmos pautados. Sin embargo, para nuestro cerebro, la percepción del tiempo es asombrosamente rápida. Es como si la propia existencia “se nos escapara” por las tuberías del desconcierto.
Camina lento y ve despacio. No te preocupes por nada más, porque al único lugar al que debes llegar es hasta ti mismo
Según un interesante trabajo publicado por el doctor Dharma Singh Khalsa, especialista en neurología y gerontología, nuestra percepción del tiempo tiende a “acelerarse” a medida que llegamos a la edad madura. Los años se nos escapan como el humo que escapa por una ventana abierta y, de algún modo, dejamos de disfrutar del presente, de fijarnos en esas cosas que crecen en silencio y que de verdad, podrían enriquecer aún más nuestro corazón.
Te invitamos a reflexionar sobre ello.
Cuando el tiempo es un tren a toda velocidad y sin paradas
En ocasiones, casi sin casi saber cómo, las cosas más importantes se nos escapan o pasan demasiado rápido: esos dos centímetros de más en la altura de nuestros niños, ese fin de semana a solas con nuestra pareja, la última cena con nuestros amigos o ese verano que se ha acabado con las primeras lluvias del otoño en un abrir y cerrar de ojos…
El tiempo es un ladrón que nos lo roba todo menos una cosa: nuestros recuerdos y ese relámpago escondido en la memoria que nos permite evocar los grandes instantes.
A menudo, suele decirse eso de que “la vida es aquello que pasa mientras hacemos otros planes”,aunque en realidad, podríamos decir más bien que en ocasiones, no llegamos a valorar o a percibir con la importancia que merece muchas de esas dimensiones que nos envuelven en cada momento de nuestro ciclo vital.
Siempre llega un momento en que añoramos esas conversaciones con nuestra madre mientras la observábamos cocinar o aquellas peleas con nuestra pareja al principio de nuestra relación o esos dibujos que nuestros hijos nos ofrecían con gran ilusión cuando volvían del colegio. ¿Dónde queda ahora todo aquello? ¿De verdad ha pasado tanto tiempo?
Nuestro cerebro tiende a acelerar la percepción del tiempo
Tal y como te indicábamos al inicio, a medida que maduramos y nos hacemos mayores nuestra percepción del tiempo cambia. Si a ello le sumamos un estilo de vida habitualmente acelerado y la presión de entornos demandantes, todo ello genera que cada vez “estemos menos presentes” y que la sensación de vacío existencial y de fugacidad temporal se eleve aún más.
- Douwe Draaisma, catedrático de Historia de la Psicología en la Universidad de Groningen de los Países Bajos, nos habla de un interesante fenómeno llamado “efecto reminiscencia”. Según esto, para nuestro cerebro el tiempo es en realidad muy relativo y solo le da importancia a hechos puntuales muy significativos.
- Suele decirse que es durante las décadas de entre los 20 y los 40 años cuando, por término medio, se acumulan recuerdos emocionalmente más intensos, y a mayor intensidad la percepción del tiempo es más lenta. A partir de los 50 o los 60 la sensación subjetiva del tiempo cambia y va más deprisa porque ya no hay tantos estímulos significativos o tantas experiencias que nos “enclaven” al presente.
Conseguir que el tiempo vaya más despacio está al alcance de tu mano
Tal y como hemos podido ver si el efecto reminiscencia es quien hace que se nos escape el presente porque nos focalizamos demasiado en los recuerdos emocionalmente intensos del ayer, merece la pena empezar a “cultivar” nuestro aquí y ahora de instantes de plenitud y de emociones positivas.
No hace falta llevar la vida de un veinteañero para disfrutar del presente. Se trata solo de tener en cuenta estas dimensiones:
- Tu mejor edad es ahora, ni más ni menos. Lo que la juventud no supo ni pudo lo puede alcanzar sin duda esa madurez sabia y equilibrada capaz de priorizar lo importante: tú mismo.
- A tu alrededor siguen creciendo cosas maravillosas, cosas que avanzan despacio y en silencio.El amor de quienes te envuelven, esa íntima complicidad de quien sabe leer en tu mirada o sacarte una sonrisa cuando no lo esperas. Todo ello acontece en este mismo momento, solo tienes que detenerte y disfrutarlo.
- La rutina es esa música triste que engaña también a tu cerebro haciéndole creer que el tiempo discurre deprisa. En cambio, todo lo que se salga de lo normal es un estímulo, un incentivo cargado de emociones que cambia su percepción del tiempo para “detenerlo”.
Viaja, haz algo diferente cada día por pequeño que sea, mira en silencio a las personas que quieres y captura esa imagen mental para tu corazón y tu cerebro. Haz que cada instante tenga un olor, una sensación, un sabor… Estimula todos tus sentidos y abrázate al presente como si no existiera un pasado, como si no hubiera un mañana.
Café, buenos amigos y los problemas se vuelven livianos
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