En estos días de abril la hierba explota y se llena de clorofila, es emocionante ver cómo la hierba se vuelve fresca y tierna y crece por todas partes. Te propongo que salgas al campo con una pequeña bolsa de papel, arrancas seis o siete puñados de esa hierba tan pura (mira bien que esté en un lugar que nadie toca, que no haya animales cerca, tampoco humanos); una vez que la hayas recogido te vas rápido a casa (si puede ser en los siguientes quince minutos), la pones con un poco de agua alcalina en una batidora de vaso, o bien la puedes licuar. Cuelas lo que salga y pones un chorro de limón y un poco de sirope de ágave para que no se oxide. Toma un par de cucharadas soperas, tómalo lentamente, ensalivando bien. El resto lo guardas en la nevera en un pequeño tarro de cristal. Ese elixir aguanta con todas sus propiedades unas treinta horas. Toma un poco cada día. Eso que bebes es verde sangre del cuerpo de la vida que te alimenta. Si vives en la ciudad y no puedes salir al campo a recoger la hierba, hazlo con espinacas frescas de cultivo biológico.
Los humanos tendemos a desconfiar de lo que es gratis y abundante. No desconfíes. Esta sangre verde es ideal para que se vayan las anemias, ideal también para superar las astenias primaverales, ideal para que se oxigenen las células. La clorofila es un potente desintoxicante. La clorofila es casi idéntica a la sangre pues la clorofila tiene un ion de magnesio mientras que en la sangre ese ion es de hierro, lo demás es idéntico.
Cuanto más entras en tu cuerpo,
más entras en tu alma.
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