Adriana – SINCRONICIDADES EN LA VIDA DIARIA

Diariamente en diversos lugares del mundo suceden hechos aparentemente fortuitos que cambian el rumbo de muchas vidas, que obliga a sus protagonistas a considerar la posibilidad de que una “inteligencia superior” organiza la realidad que habitamos.

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Pasemos a los hechos:
El astrónomo galo Camille Flammarion, destacó el episodio vivido por el poeta Emile Deschamps que arrancó en su infancia. El niño probó en Orleans por primera vez un budín de ciruela que había sido cocinado para un tal Fontgibu a quien ni conocía. Diez años más tarde caminando por el bulevar Poisonière de Parìs, Deschamps vio en el escaparate de un restaurante un budín de ciruela que tanto le gustaba por lo que decidió entrar para pedir una porción. Cuando se sentó y realizó el pedido, la propietaria le dijo que debía esperar, se acercó a la mesa en que estaba otro parroquiano y le preguntó “Señor Fontgibu, ¿Tendría usted la amabilidad de compartir su budín de ciruelas con este caballero?”
Pero la historia, no finaliza aquí, Deschamps no supo nada más de este Señor Fontgibu. Hasta que unos años después unos amigos suyos de Parìs le invitaron a cenar. Todo transcurría con apacible “normalidad”, hasta que la anfitriona anuncia en voz alta que como postre se van a deleitar con un budín de ciruelas. Entonces el poeta risueñamente se explayó en el relato del excepcional suceso de tiempo atrás, afirmando “no me extrañarìa que el Sr Fontgibu acudiera a la cena”. Pues bien, mientras se servía el postre, alguien llamò a la puerta del inmueble. Y era el anciano Señor Fontgibu que había sido invitado a otro apartamento del mismo edificio y por error había confundido con éste.

Azar, casualidad, coincidencias, causalidad, sincronicidad . . . sigamos con otro relato.

El conocido actor Anthony Hopkins relata algo que le sucedió: cuando le propusieron un papel en una película basada en el libro de George Feifer, “The girl from Petrovka”, se empeñó en leer la obra pero en todas las librerías de Londres a las que fue, estaba agotado. Tiempo después yendo en el Metro de Londres en el asiento de al lado un libro estaba abandonado, lo levantó y era “The girl from Petroka”. Se trataba de una edición llena de notas adicionales en los márgenes. Lo cual le sirvió especialmente para su papel. Dos años después cuando se comenzó a rodar el film y estando en el estudio de grabación descubrió, que el dichoso libro era de George Feifer a quien pudo restituir el libro viajero.

Algunos dicen que el punto de este escurridizo asunto es el cálculo de probabilidades.

No menos extrañas fueron las circunstancias que rodearon el desembarco de Normandía. Aquella operación fue uno de los secretos mejor guardados de los aliados y a cada clave del plan se le dio un nombre falso: la invasión Overlord, las playas donde se desembarcarìa Omaha y Utah, a la vanguardia de los barcos se la llamó Neptune y a los puertos Mulberry. Durante los 33 dìas previos a la invasión, todas estas palabras aparecieron en los crucigramas en del Daily Telegraph de Londres, lo que hizo sospechar de un espía nazi en la redacción . . . que nunca existió.

Extraido de la revista Mas Allá de Nicholas Green.
Por último en el editorial de la misma revista relatan este otro hecho:
“El 28 de julio de 1900 el rey Humberto I de Italia cenó en un discreto restaurante de Monza, antes de asistir a un campeonato de atletismo que tendría lugar al dìa siguiente. El dueño del restaurante atendió en persona al monarca y entabló una curiosa conversación con él. Lo primero que llamó la atención del ilustre huésped fue la semejanza física entre ambos, que resultaron ser como dos gotas de agua. Es más: ambos se llamaban Humberto, habían nacido en Turín el mismo dia y se habían casado el mismo dìa, del mismo año, con sendas mujeres llamadas Margarita. El Rey se interesó vivamente por este sujeto, y lo invitó a que lo acompañara en los actos oficiales del día siguiente. Sin embargo el dueño del restaurante faltó a la cita. Según le informó el ayudante a su Rey el hombre había sido asesinado de un tiro. Momentos después un anarquista llamado Bresci tiroteaba también al Rey Humberto I hiriéndole de muerte.”

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