El frasco de la calma es una técnica imprescindible para los padres ya que su principal objetivo es ayudar a los niños a lidiar con las rabietas, canalizando emociones como el estrés, la ansiedad y la ira, para que puedan reencontrar la tranquilidad.
Se trata de una técnica inspirada en la pedagogía de María Montessori y se basa en la idea de que todas las emociones son importantes, incluso las que consideramos negativas. También nos indica que es fundamental poner esas emociones en palabras, para que los niños puedan tomar conciencia de ellas. Solo así podrán aprender a gestionarlas.
Sin embargo, quizá lo más interesante de esta técnica es que aunque ha sido concebida para los niños, también puede serle útil a los padres o a cualquier persona en sentido general ya que es muy útil para lidiar con sentimientos como la tristeza, la rabia,
el rencor y la ira.
¿Cómo funciona el frasco de la calma?
Cuando el niño está enfadado o estresado, su ritmo cardíaco y su respiración se aceleran, enviándole al cerebro la señal de que está en peligro. Como consecuencia, al pequeño le resultará más difícil controlar sus pensamientos y reacciones ya que se produce una especie de
bloqueo emocional. En esos casos, las palabras no son muy eficaces.
Sin embargo, el frasco de la calma funciona de la misma manera que el yoga, la meditación o la
relajación, es una técnica de control del estrés que contribuye a despejar la mente. Permite que el niño o la persona se vaya olvidando de esas sensaciones negativas que estaba experimentando, dejando en su lugar una sensación de paz, calma y serenidad.
A los niños en especial, esta técnica les ayuda a centrar su sistema nervioso en un estímulo concreto. Al concentrarse en el movimiento que ocurre en el interior del frasco, se genera una orden inconsciente al cerebro, para que este disminuya el nivel de alerta y, por tanto, la agitación psicomotora.
Los movimientos de la purpurina dentro del frasco tienen un efecto casi hipnótico que captura nuestra atención y nos ayuda a limpiar la mente de todos esos pensamientos que alimentan la ira o la ansiedad. Cuando nos concentramos en el frasco, prácticamente dejamos la mente en blanco, por lo que podemos relajarnos con mayor facilidad.
Vale aclarar que esta técnica se puede aplicar a partir de los dos años, y también es eficaz con los adolescentes. Una vez que pase el enfado, los padres pueden hablar con el niño sobre lo ocurrido y buscar juntos una solución. Con el tiempo, te sorprenderá descubrir que tu hijo, cuando se siente frustrado o enojado, busca el frasco de la calma para serenarse. Sin duda, se trata de un gran paso ya que significa que ha aprendido a detectar sus emociones y que, en vez de darles rienda suelta, es capaz de aplicar una técnica de autocontrol.
El frasco de la calma es una técnica, no un castigo
Si vas a utilizar esta técnica con tus hijos, es importante que los niños no realicen una asociación negativa. Por tanto, las amenazas y los castigos no tienen cabida. De hecho, el frasco de la calma no es sinónimo del “rincón para pensar” al que mandamos a los niños para que reflexionen sobre su mal comportamiento. Se trata de una técnica de
desarrollo personal, no es un castigo.
Por eso, es conveniente que las primeras veces que apliques la técnica, acompañes a tu hijo durante el proceso. De hecho, es probable que tú también experimentes cierta ansiedad, estrés o frustración por las respuestas y reacciones del niño, por lo que el frasco de la calma te ayudará a calmarte y recuperar la perspectiva.
Invertir tiempo y estar a su lado le enseñará la importancia de gestionar sus emociones. Cuando estés con tu hijo, puedes guiarle durante el proceso de relajación dándole instrucciones para que aprenda a hacerlo por sí solo. Por ejemplo, puedes decirle: “Ahora nos vamos a sentar con el frasco de la calma para relajarnos. Vamos a quedarnos en silencio y respirar profundamente. Fíjate en el movimiento de la purpurina”.
Es importante que des estas orientaciones con un tono de voz tranquilo y relajado. Poco a poco, el niño irá comprendiendo que él mismo puede gestionar sus emociones y despejar su mente cuando lo desee. De hecho, el frasco de la calma es uno de los mayores regalos que puedes hacerle a tu hijo.
¿Cómo se prepara el frasco de la calma?
Para preparar el frasco de la calma, debes tener a mano un frasco de plástico transparente y llenarlo hasta la mitad con agua caliente. Luego, añade un poco de pegamento líquido transparente y glicerina, el pegamento hará que el agua se vuelva más densa, por lo que mientras más añadas, más suave será el movimiento de los pequeños granos de purpurina. Por otra parte, la glicerina sirve para crear un contraste de densidad, haciendo que la purpurina descienda de forma diferente a lo largo del frasco.
Finalmente, añade la purpurina y otro poco de agua, cuidando de dejar un dedo de aire para que el contenido tenga espacio para moverse. De hecho, lo interesante es que cuando agitas el frasco, la purpurina crea un movimiento casi hipnótico que le ayuda al niño a controlarse. No obstante, es fundamental que los pequeños comprendan que se trata de una técnica que les ayudará a sentirse bien y a crecer como personas.
Rincón de la Psicología
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