MATAR AL HUESPED: EL GRAN ESQUEMA PONZI DE LA ECONOMIA CAPITALISTA MUNDIAL
Por Michael Hudson
En SinPermiso –public.
CHRIS HEDGES: Vamos a discutir una gran estafa piramidal que no solo define la economía de EEUU, sino también la economía mundial; cómo hemos llegado hasta aquí y hacia dónde vamos.
Y está conmigo para discutir este asunto el economista Michael Hudson, autor de Killing the Host: How Financial Parasites and Debt Destroy the Global Economy. (“Matar al huésped: o cómo los parásitos financieros y la deuda destruyen la economía mundial”).
Es un profesor de ciencia económica que trabajó muchos años en Wall Street, en donde no triunfas si no captas la máxima de Marx de que el capitalismo va de explotación. También es –no puedo dejar de mencionarlo— una suerte de nieto de León Trotsky.
Profesor Hudson, abriré este diálogo leyendo un pasaje de su libro que me resulta particularmente admirable, y en el que creo se llega al meollo de lo usted discute críticamente.
Esto es lo que escribe:
“Hace mucho tiempo que Adam Smith señaló que a menudo los mayores beneficios se registran en las naciones que más rápidamente se encaminan hacia la ruina.
Hay muchas formas de generar un suicidio económico a escala nacional. La principal, históricamente, ha pasado por el endeudamiento de la economía. La deuda siempre se expande, hasta llegar al punto en que un gran sector de la economía no puede seguir honrándola.
Llegados a ese punto, se impone la austeridad, y la apropiación de la riqueza se polariza entre el 1% y el 99%.
Esta no es la primera vez que sucede eso en la historia. Pero sí es la primera vez que el proceso de endeudamiento se ha diseñado adrede.” Yo interrumpo aquí un instante para aplaudirle aplaudo, antes de proseguir con su cita: “Como si el grueso de los deudores pudiera hacerse rico endeudándose, en vez de quedar, como es el caso, reducido a una condición de servidumbre por deuda.”
Bueno, pues empecemos con los economistas clásicos que ciertamente entendieron eso. Reaccionaban, evidentemente, al feudalismo. ¿Qué pasó con el estudio de la teoría económica para que, paulatinamente, fuera cayendo en manos de ideólogos?
HUDSON: La esencia de la teoría económica clásica fue la reforma del capitalismo industrial, su reordenamiento, a fin de liberar a las economías europeas del legado del feudalismo. El legado del feudalismo eran terratenientes extractores de renta de la tierra que vivían como una clase que se apropiaba de ingreso sin producir nada. Ocurría también que los bancos no financiaban a la industria. Los grandes industrialistas, desde James Watt y su máquina de vapor hasta los ferrocarriles…
HEDGES: De su libro se desprende que los bancos casi nunca financiaron a la industria.
HUDSON: Ese es el asunto. Jamás lo hicieron. Cuando llegamos a Marx luego, bien avanzado el siglo XIX, se puede ver una discusión en curso, sobre todo en Alemania, sobre cómo lograr que los bancos hagan algo que no hacían bajo el feudalismo.
Y ahora mismo estamos viendo cómo el excedente económico está siendo drenado, no ya por los terratenientes, sino también por los bancos y los tenedores de bonos.
Adam Smith estaba radicalmente en contra del colonialismo porque conducía a guerras, y las guerras levaban a contraer deudas públicas.
Dijo que la solución para prevenir que esa clase financiera de tenedores de bonos cargara a la economía imponiéndole más y más impuestos sobre los bienes de consumo cada vez que se iba a la guerra era financiar las guerras sobre la base de pagos al contado. En vez de tomar empréstitos, habría que exigir impuestos a la gente.
Entonces, pensaba, si todos sentían la carga de la guerra en forma de pago de impuestos, tomarían posición contra la guerra. Bueno, pues llevó todo el siglo XIX luchar por la democracia y extender el voto de forma tal, que que en vez de que fueran los terratenientes quienes controlaran el Parlamento y su capacidad de legislar e imponer sistemas tributarios a través de la Cámara de los Lores, fueran los trabajadores, las mujeres y todo el mundo quienes lo hicieran.
La teoría era que el conjunto de la sociedad votaría en interés propio. Votaría a favor del 99%, no del 1%.
Por la época en la que Marx escribía, hacia 1870, pudo ver lo que estaba ocurriendo en Alemania. Los bancos alemanes buscaban ganar dinero en conjunción con el gobierno haciendo empréstitos a la industria pesada, en muy buena medida al complejo militar-industrial.
HEDGES: Esa fue la forma bismarckiana de lo social (no sé cómo decirlo de otro modo). Una especie de socialismo capitalista…
HUDSON: Lo llamaron capitalismo de Estado. Engels abrió una amplia discusión sobre el asunto. Vino a decir: ¡eh, un momentito! Nosotros estamos por el socialismo. El capitalismo de Estado no es lo que nosotros llamamos socialismo. Hay dos tipos de economía orientada estatalmente…
HEDGES: Le interrumpo para observar que hay cierta brillantez detrás de la política bismarckiana, porque creó las pensiones públicas, suministró asistencia sanitaria pública y orientó la banca hacia la industria, hacia la industrialización de Alemania, la cual, como usted mismo indica, fue muy distinta de la de la Gran Bretaña y de la de los EE.UU.
HUDSON: La banca alemana llegó a tener tanto éxito, que, en el momento de estallar la I Guerra Mundial, había discusiones en la prensa económica inglesa preocupadas porque Alemania y las potencias del Eje pudieran resultar vencedoras a causa de que sus bancos estaban mejor preparados para financiar la industria.
Sin industria no puedes realmente tener aparato militar. Pero los bancos británicos solo ofrecían préstamos para el comercio exterior y para la especulación. Su mercado de valores era un escenario de operaciones relámpago.
Querían beneficios al instante, mientras que los bancos alemanes no insistían en que se pagaran a sus clientes tantos dividendos. Los bancos alemanes poseían tanto acciones como bonos, y se trataba más bien de una asociación imbuida de harto mayor reciprocidad.
Eso es lo que durante la mayor parte del siglo XIX se imaginaba que iba a pasar; se creía que el mundo estaba en vías de socializar la banca. Y en vías de seguir alejando el capitalismo del feudalismo librándose de la clase terrateniente, librándose de la renta, librándose del interés. Habría trabajo y capital, salarios y beneficios, y los beneficios serían reinvertidos en más capital. Tendríamos una expansión de la tecnología. Los futuristas de comienzos del siglo XX imaginaban que íbamos camino de vivir en una economía del ocio.
HEDGES: Incluido Karl Marx.
HUDSON: Ciertamente. Una semana laboral de 10 horas. Para Marx, el socialismo tenía que resultar de un capitalismo de Estado reformado, lo que parecía plausible en la época, a condición de que el trabajo se organizara conforme a sus propios intereses.
HEDGES: No es lo que terminó ocurriendo. ¿Será, en buena parte, a causa de la derrota de Alemania en la I Guerra Mundial? ¿Y quizá también porque se ignoró la ciencia económica de Adam Smith y de Keynes? No sé a quién carga usted con la culpa de esto, si a Ricardo o a otros, pero lo cierto es que terminamos creando una teoría económica ficticia apologética de un capitalismo rentista, fundado en la renta y en el interés, un capitalismo que frenaba las fuerzas productivas ínsitas en la economía. Tal vez podría decir usted algo aquí al respecto.
HUDSON: Lo que pasó fue lo siguiente. Marx traumatizó a los economistas clásicos haciendo suyos los conceptos de Adam Smith, John Stuart Mill y otros, y llevándolos hasta sus últimas consecuencias lógicas. Los partidarios de un capitalismo progresista –socialistas ricardianos, como John Stuart Mill— querían gravar fiscalmente las tierras o nacionalizarlas. Marx quería que los Estados tomaran el control de la industria pesada y construyeran infraestructuras capaces de suministrar servicios básicos a bajo coste y, eventualmente, gratuitos. Eso resultaba traumatizante para la clase terrateniente y para el Uno por Ciento. Y respondieron. Respondieron proponiéndose que todo fuera parte “del mercado”, el cual funcionaba través del crédito, el cual, proporcionado por ellos, les daba buenas rentas.
Ninguno de los economistas clásicos pudo imaginar que los intereses feudales –esos grandes intereses creados que disponían de todas las tierras y de todo el dinero— podrían llegar a contraatacar y, finalmente, vencer. Pero a fines del siglo XIX, desde luego en Norteamérica, John Bates Clark apareció con una teoría completamente diferente y de todo punto hostil a la teoría económica clásica de Adam Smith, los fisiócratas y John Stuart Mill.
HEDGES: Como usted dice, los fisiócratas eran los economistas franceses ilustrados.
HUDSON: El común denominador de todos estos economistas clásicos era la distinción entre el ingreso ganado y el ingreso no ganado. Ingresos no ganados eran la renta y el interés. Los ingresos ganados eran los salarios y los beneficios. Pero apareció John Bates Clark y dijo que no existía tal cosa como el ingreso no ganado. Dijo que el terrateniente, en realidad, se gana su renta mediante el esfuerzo realizado para suministrar habitación y tierra al arrendatario, mientras que los bancos suministran crédito para ganarse sus intereses. Así pues, todo ingreso sería ingreso “ganado” y todo el mundo ganaría sus ingresos. De manera que cualquiera que acumule riqueza, por definición, y de acuerdo con su fórmula, se hace rico por la vía de contribuir a la suma de lo que ahora llamamos Producto Interior Bruto (PIB).
HEDGES: Una de la tesis que usted sostiene en su Killing the Host y que a mí me resulta particularmente atractiva es que, en casi todos los casos, quienes tienen capacidad para hacer dinero parasitariamente a partir del interés y de la renta lo que han hecho –si nos remontamos a los orígenes— es, o bien saquear y apropiarse de tierras por la fuerza, o bien heredarlas.
HUDSON: Es verdad. En otras palabras, su ingreso es un ingreso no ganado. El resultado de esta revolución anti-clásica que usted puede observar inmediatamente antes de la I Guerra Mundial fue que el crecimiento económico en la última década ha ido a parar al Uno por Ciento. A Wall Street, a los bienes raíces…
HEDGES: Pero usted culpa de eso a lo que llama la teoría económica basura.
HUDSON: La teoría económica basura es la reacción anti-clásica.
HEDGES: Explique un poco cómo, en substancia, es una forma ficticia de medir la economía.
HUDSON: Bien, hace algún tiempo, yo fui a un banco situado a una manzana de aquí –una oficina del Chase Manhattan Bank— y saqué dinero del cajero automático. Al darme la vuelta, había dos rateros. Uno me empujó y el otro me sacó el dinero, y echaron a correr. El guarda de seguridad estaba allí y lo vio todo. Así que pedí que se me devolviera el dinero que me habían robado ante sus propios ojos. Miren, dije, he sido asaltado en su propio banco, enfrente mismo. Y ellos dijeron: “Bueno, no armamos a nuestros guardias de seguridad para que disparen sobre nadie, porque el ladrón podría demandarnos y eso no lo queremos de ninguna de las maneras”. Me dieron la cantidad de dinero robada. Bien, imagine que usted cuenta todo este dinero robado y lo suma al PIB. Porque lo cierto es que el ratero ha prestado el servicio de no apuñalarme. O suponga que alguien va a un cajero automático y el ladrón le dice: “Tus dineros o tu vida”. Usted dice: “Vale, aquí están mis dineros”. El ratero le ha dado a usted la posibilidad de elegir su vida. En cierto modo, así es como funciona la contabilidad del PIB. No es tan distinto del modo en que Wall Street extrae dinero de la economía. Luego, usted tiene también terratenientes que extraen…
HEDGES: Volvamos atrás. Extraen dinero de la economía por la vía de la servidumbre por deuda. Por la vía de…
HUDSON: De no jugar un papel productivo, básicamente.
HEDGES: Cierto. Así pues, los intereses de las tarjetas de crédito, los intereses hipotecarios, los de los préstamos para adquirir automóviles, los de los préstamos a los estudiantes… Así es como consiguen sus fondos, ¿no?
HUDSON: Cierto. El dinero no es un factor de producción. Pero para tener acceso al crédito, para acceder al dinero, para acceder a la educación, tienes que pagar a los bancos. En la New York University (NYU), pongamos por caso, trabajan con el Citibank. Yo creo que la gente del Citibank estaba en el patronato de la NYU. Consigues estudiantes cuando vienen aquí para empezar en la oficina local del banco. Y una vez estás en un banco y sacas cada mes dinero de tu cuenta en él mediante gastos electrónicos con tarjeta o de otro tipo, es muy incómodo cambiar.
De manera que, en substancia, lo que tenemos es lo que los economistas clásicos llamaban una clase rentista. La clase que vive de rentas económicas. Terratenientes, monopolistas que cargan sobreprecios y bancos. Si tienes una empresa farmacéutica que inopinadamente aumenta le precio de un fármaco de 12 dólares a 200, los beneficios se disparan. Este incremento del precio del fármaco se computa en la contabilidad nacional de ingresos como si la economía estuviera produciendo más. De modo que todo este supuesto crecimiento económico ha sido enteramente capturado por el Uno por Ciento en los últimos diez años, y aún tienen el cuajo de hablar de crecimiento económico. Pero la economía no está creciendo…
HEDGES: Porque no hay reinversión.
HUDSON: Correcto. No es producción, no es consumo. La riqueza del Uno por Ciento se obtiene esencialmente por la vía de prestar dinero al 99 Por Ciento y luego cargar intereses sobre ese préstamo y terminar reciclando ese interés a una tasa de crecimiento exponencial.
HEDGES: ¿Y por qué es importante, según infiero yo de la lectura de su libro, que la teoría económica dominante contabilice ese ingreso rentista como ingreso productivo? Explique por qué es tan importante.
HUDSON: Si usted es un rentista, querrá que se diga que usted ganó sus ingresos…
HEDGES: Estamos hablando de Goldman Sachs, dicho sea de paso…
HUDSON: Sí, de Goldman Sachs. El jefe de Goldman Sachs salió y dijo que los trabajadores de Goldman Sachs son los más productivos del mundo. Y que por eso cobraban lo que cobraban. El concepto de productividad en Norteamérica es ingreso dividido por trabajo. De manera que si estás en Goldman Sachs y te pagas a ti mismo 20 millones de dólares anuales entre remuneraciones y bonos, se considera que has añadido 20 millones de dólares al PIB, y eso es enormemente productivo. Fíjese que nos movemos en un círculo de razonamiento tautológico.
Bueno, pues la cuestión es si Goldman Sachs, Wall Street y las empresas farmacéuticas predadoras añaden realmente “producto” o si, por el contrario, lo que hacen es explotar a los demás. Precisamente por eso me serví del término “parasitismo” en el título de mi libro. La gente cree que un parásito es quien simplemente se limita a extraer sangre de un huésped o dinero de una economía. Pero en la naturaleza esto es mucho más complicado.
El parásito no puede simplemente venir y extraer algo. Para empezar, necesita paralizar o insensibilizar al huésped. Tiene un enzima capaz de evitar que el huésped se percate de su llegada.
Y luego los parásitos tienen otro enzima que toma el control del cerebro del huésped. Induce al huésped a imaginar que el parásito es parte de su propio cuerpo, razón por la cual necesitaría ser protegido. Y eso es básicamente lo que ha hecho Wall Street. Se pinta a sí mismo como parte de la economía. No como un envoltorio, no como algo externo, sino como una parte realmente integral que ayuda al cuerpo a crecer, y aun como una parte que, en realidad, es propiamente responsable del grueso del crecimiento. Sin embargo, lo que realmente hace el parásito es inhibir el crecimiento.
El resultado es una inversión de la teoría económica clásica. Pone a Adam Smith cabeza abajo. Dice que lo que los economistas clásicos llamaban improductivo –el parasitismo— es en realidad la economía real. Y que los parásitos son el trabajo y la industria que se atraviesan en el camino de lo que quiere el parásito (que no es otra cosa que reproducirse a sí mismo, no ayudar al huésped, es decir, al trabajo y al capital).
HEDGES: Y el caso es que los economistas clásicos como Adam Smith fueron meridianamente claros al respecto: a menos que el ingreso rentista, esto es, el dinero hecho con cosas como fondos de cobertura, fuera fiscalizado con graves impuestos y devuelto a la economía, la economía terminaría entrando en barrena. Y yo creo que el paradigma de eso –usted lo apunta en su libro— es lo que ocurrió con las grandes empresas con dividendos sobre sus acciones y recompras de sus propias acciones. Tal vez podría usted explicarnos esto aquí un poco.
HUDSON: En los libros de texto más superficiales y en los medios de comunicación puede encontrarse la idea de que si las grandes empresas tienen grandes beneficios, los tienen por ser productivas. Y con…
HEDGES: Eso se dice todavía en los libros de texto, ¿no?
HUDSON: Sí. Y también que si el precio de una acción sube, no estás sino capitalizando los beneficios: el precio de las acciones reflejaría el papel productivo de la empresa. Pero no es eso lo que ha venido ocurriendo en los últimos diez años. Precisamente en estos dos últimos años, el 92% de los beneficios gran empresariales en Norteamérica se han gastado, o bien en la recompra de sus propias acciones, o bien en pagos de dividendos a fin de aumentar el precio de las acciones.
HEDGES: Explíquenos por qué hacen eso.
HUDSON: Hace 15 años, el profesor Jensen dijo en Harvard que la manera de garantizar que las grandes compañías empresariales se gestionan del modo más eficiente es hacer que sus ejecutivos incrementen el precio de las acciones de la compañía. De manera que si das a los ejecutivos opciones sobre acciones y les pagas, no conforme a lo que producen o al incremento del tamaño de la compañía o a la expansión de su escala de producción, sino de acuerdo con el precio de sus acciones, entonces conseguirás que la compañía esté gestionada eficientemente, al estilo financiero.
Los ejecutivos de las compañías descubrieron entonces que tenían dos formas de incrementar el precio de las acciones. Lo primero es recortar la inversión a largo plazo y usar, en cambio, el dinero para recomprar las propias acciones. Pero cuando compras tus propias acciones, eso significa que no colocas el dinero en la formación de capital. No construyes nuevas factorías. No contratas más trabajo. En realidad, puedes incrementar el precio de las acciones despidiendotrabajadores.
HEDGES: Esta estrategia funciona temporalmente.
HUDSON: Temporalmente. Porque usas ingresos pasados para recomprar acciones, despedir trabajadores, si puedes, y trabajar más intensivamente. Para pagar dividendos. Este es básicamente el modelo del saqueador de empresas. Usas el dinero para pagar a los tenedores de bonos basura a intereses elevados. Y, obvio es decirlo, terminas poniendo en aprietos a la compañía, porque no hay nueva inversión.
De modo que los mercados se encogen. Entonces vas a los sindicatos y les dices, escuchen, la compañía está al borde de la bancarrota y no queremos despidos.
La única forma de conservar el puesto de trabajo es que rebajemos las pensiones que habíamos acordado pagaros. En vez de daros lo que os teníamos prometido, una pensión de jubilación definida, os ofrecemos un plan definido de contribuciones. Sabréis lo que pagaréis cada mes, pero no sabréis qué resultará de ello.
O, si no, retirad vuestro fondo acumulado de pensiones, ponedlo en la Corporación Pública de Garantía de Pensiones y usad el dinero que pagaríais mensualmente por la pensión nuestra para invertir en acciones de la compañía y esperar sus dividendos.
Pero va y, entonces, el conjunto de la economía se desploma. Se vacía. Se encoje y colapsa. Sólo que en ese momento los ejecutivos ya habrán abandonado la compañía. Habrán cogido sus bonos y sus remuneraciones y se habrán largado.
HEDGES: Me gustaría leer esta cita que he encontrado en su libro. Es del geógrafo marxista David Harvey, de su libro A Brief History of Neoliberalism, y me gustaría que usted la comentara:
“El principal logro substantivo del neocapitalismo no ha sido la generación de riqueza e ingreso, sino la redistribución. Cuando hablo de ‘acumulación por desposesión’… me refiero a la mercantilización y privatización de tierras y a la expulsión forzosa de poblaciones campesinas; a la conversión de varias formas de derechos de propiedad (común, colectiva, estatal, etc.) en derechos de propiedad privada exclusiva; a la supresión de los derechos de acceso a los comunes; … a los procesos coloniales, neocoloniales e imperiales de apropiación de activos (incluidos recursos naturales); … y a la usura, la deuda nacional y, lo más devastador de todo, al uso del sistema crediticio como medio radical de acumulación por desposesión…
A esta lista de mecanismos podemos todavía añadir un rimero de técnicas, como la extracción de rentas a través de patentes, y los derechos de propiedad intelectual (que traen consigo la disminución o erosión de varias formas de derechos de propiedad en común, o de las pensiones públicas, o de las vacaciones pagadas, o del acceso a la educación y a la asistencia sanitaria): todo eso se ha desplegado en una generación o más de luchas de clase. La propuesta de privatizar todos los derechos a las pensiones públicas, de la que fue pionero el Chile de Pinochet, es, por ejemplo, uno de los objetivos más anhelados de los republicanos en los EEUU.”
Esto explica el desenlace. El resultado final del que usted habla en su libro es, en substancia, permitir que lo que usted llama la clase rentista o especulativa canibalice a la sociedad toda hasta el colapso de la misma.
HUDSON: Un derecho de propiedad no es un factor de producción. Mire lo que pasó en Chicago, la ciudad en la que yo crecí. Chicago se negó a aumentar los impuestos a los bienes raíces, especialmente a sus caros bienes raíces comerciales. De manera que su presupuesto incurrió en déficit. Necesitaban dinero para pagar a los tenedores de bonos de deuda municipal, de manera que vendieron los derechos de estacionamiento y se instalaron por doquiera parquímetros en los bordillos de las aceras.
Bueno, pues ahora el coste de vivir y hacer negocios en Chicago es más alto, porque hay que pagar el estacionamiento. Si Chicago quiere organizar un desfile o bloquear el tráfico, tiene que pagar a Goldman Sachs por el lucro cesante (los dineros que la empresa habríarecaudado, si no se hubiera cerrado el tránsito). Inopinadamente, resulta que es mucho más caro vivir en Chicago a causa de eso.
Pero ese gasto añadido de tener que pagar por los derechos de aparcamiento de Goldman Sachs –de tener que pagar intereses a sus tenedores de bonos— se contabiliza como un incremento en el PIB, porque se ha creado más producto simplemente haciendo más recargos. Si vendes una carretera, una carretera pública local, y pones una cabina de peaje y la conviertes en una carretera de pago, de repente, inopinadamente, crece el PIB.
Si vas a una guerra por ahí y gastas más dinero en el complejo militar-industrial, todo eso se contabiliza como aumento de producción. Nada de eso es realmente parte del sistema productivo del capital y del trabajo en trance de producir más fábricas y producir más cosas que la gente necesita para vivir y para hacer negocios. Todo son recargos. Pero no hay distinción entre riqueza y sobrecargos.
No hacer esa distinción implica que el huésped no se percata de que tiene un parásito alojado en el cuerpo. La economía huésped, la economía industrial, no se percata de lo que se percataban los industrialistas del siglo XIX: si quieres una economía eficiente y de bajos precios, y si quieres vender más que tus competidores, tienes que recortar tus precios permitiendo que el sector público suministre carreteras gratuitamente, servicios médicos gratuitamente y educación gratuitamente.
Si pones recargos a todas esas cosas, terminarás llegando al punto en que se halla ahora la economía de los EEUU. ¿Qué pasaría, si los obreros fabriles norteamericanos pudieran acceder gratuitamente a todos sus bienes de consumo?
¿Qué, si su alimentación, transporte, vivienda, avituallamiento, todo, fuera gratuito? Pues que ni siquiera así podrían competir con los asiáticos y otros productores, porque tienen que pagar hasta un 43% de sus ingresos en intereses rentistas o hipotecarios y un 10% o más de su ingreso en préstamos académicos y deudas contraídas con tarjeta de crédito. Por lo demás, el 15% de su salario es automáticamente sustraído para pagar la seguridad social, a fin de poder bajar los impuestos de los ricos o de pagar la asistencia médica.
Así que los norteamericanos incorporaron a su economía todos estos recargos. No hay distinción entre crecimiento y recargo. Todo eso hizo que, en Norteamérica, los precios crecieran a tal punto, que terminaron perdiendo tangencia con el mercado independientemente de la política comercial practicada.
HEDGES: Deberíamos añadir que esta forma de teoría económica predatoria permite explotar tramposamente al sistema. Les privatizas los fondos de pensiones, los obligas a entrar en los mercados de valores, unos mercados hiperinflados. Pero, a causa del modo en que las compañías entran en ellos, quienes sacan provecho son los ejecutivos de los fondos de cobertura. Y los perdedores son los ciudadanos, cuyos ahorros para la jubilación quedan apresados en mercados de valores con pérdidas. Tal vez podamos terminar hablando del modo en que se amaña el sistema, no sólo apresando a los ciudadanos en una servidumbre por deudas, sino forzándolos a entrar en el mercado para volverlos a desplumar.
HUDSON: Bueno, aquí se habló de economía de la innovación como si eso significara hacer dinero. Suponga que tiene usted una innovación y que la compañía en cuestión entra en el mercado de valores. Se dirige a Goldman Sachs y a otros bancos de inversión de Wall Street para que suscriban valores emitibles a 40 dólares la acción. Se considera una botadura exitosa cuando, inmediatamente, Goldman Sachs y los otros se dirigen a sus clientes y les sugieren comprar acciones y conseguir una ganancia rápida. Una botadura “exitosa” dobla el precio en un día, de manera que al final de la jornada la venta de acciones ronda los 80 dólares.
HEDGES: Tienen la opción de comprar antes que nadie, sabiendo que al cierre se habrá hinchado el precio y podrán vender.
HUDSON: Exactamente.
HEDGES: Entonces vienen los fondos de pensiones y compran a precios hinchados, que luego caen otra vez.
HUDSON: Pueden volver a caer, o puede que la compañía haya salido en desventaja desde el comienzo. Lo importante es que la empresa subscriptora de Wall Street y los especuladores circunstantes ganan más en un solo día que lo ganado en todos los años que llevó levantar la empresa. La compañía gana 40 dólares. Y los bancos y los especuladores y sus amiguetes también ganan 40 dólares.
Lo que tenemos básicamente es que el sector financiero termina con la parte del león de las ganancias. Si usted está en Wall Street, el nombre de este juego es beneficios, ganancias de capital. Y eso es algo que no formaba siquiera parte de la teoría económica clásica. Los economistas clásicos no llegaron a imaginar siquiera que el precio de los activos pudiera ir al alza por alguna razón que no fuera la de ganar más dinero y la de la capitalización del ingreso.
Pero lo que tenemos en los últimos 50 años –realmente, desde el final de la II Guerra Mundial— es inflación de precios de activos. El grueso de las familias de clase media han conseguido la riqueza que han conseguido desde 1945 no, realmente, ahorrando lo que ganaron con su trabajo, sino gracias a los precios al alza de sus casas. Se beneficiaron del precio de la casa.
Y creen que eso les ha hecho ricos y ha hecho rica a la toda economía.
La razón por la que el precio de la vivienda ha subido es que la casa tiene valor sea lo que fuere lo que un banco esté dispuesto a prestar tomándola como garantía.
Si los bancos hacen cada vez más fácil el crédito, rebajando progresivamente las cuotas, entonces lo que vendrá será una burbuja financiera. Y lo que tendremos serán unos bienes raices disparados al alza tanto como sea posible.
Yo no creo que comprar una casa pueda suponer más del 43% del ingreso de nadie.
Pero imaginemos ahora que te acabas de sumar a la fuerza de trabajo. No eres capaz de comprar una casa a los precios actuales adelantando un poco de tu dinero para, luego, de alguna forma, terminar haciéndote rico gracias a la inversión en la casa. Todo este dinero que pagas al banco se restará ahora del monto de dinero disponible para gastar en bienes y servicios.
De modo que le hemos dado la vuelta a la economía de posguerra que hizo rica y próspera a Norteamérica. De alguna manera, la gente creía que podía hacerse rica endeudándose para tomar prestados activos, cuyos precios irían al alza.
Pero, al final, no puedes hacerte rico endeudándote. Al final, los acreedores siempre ganan. Por eso todas las sociedades de que tenemos noticia histórica, desde Sumeria y Babilonia, se han visto obligadas o a cancelar las deudas o, como Roma, que no canceló las deudas, a dar paso a una edad obscura: todo se hundió.
Traducción para www.sinpermiso.info: Mínima Estrella
Michael Hudson: es profesor de investigación de la facultad de económicas de la Universidad de Missouri, Kansas City e investigador asociado del Instituto de Economía Levy. Su último libro es ‘Killing the Host: How Financial Parasites and Debt Destroy the Global Economy’ (“Matar al huésped: o cómo los parásitos financieros y la deuda destruyen la economía mundial”)
Fuente:
http://www.counterpunch.org/2016/03/25/the-great-ponzi-scheme-of-the- global-economy/