Los diferentes compendios mitológicos de todo el mundo están plagados de criaturas que manifiestan la asombrosa habilidad del cambio de forma. Frecuentemente los seres capaces de tal habilidad son los mismos dioses que exhiben esta útil capacidad ante la humanidad sin pudor alguno.
Concretamente las historias de la mitología griega exponen este tipo de relatos en los que los dioses cambian de forma de manera natural utilizando este medio para alcanzar algún deseo que frecuentemente es el de satisfacer su lujuria, pero son también muchas las ocasiones en las que se describe a las fácilmente irritables deidades no transformándose a sí mismas sino a seres humanos.
En la antigua Grecia los dioses convertían a los hombres por varios motivos que normalmente eran de carácter punitivo por alguna grave acción. Esta fue la suerte que corrieron Licaón y sus hijos. Según el mito, Licaón, rey de Arcadia, pervirtió su reino realizando sacrificios humanos por lo que Zeus se internó en su palacio disfrazado de peregrino, no porque la acción en sí fuera de mala naturaleza ya que a los dioses les agradaban los sacrificios, sino porque el rey no respetaba la considerada sagrada ley de la hospitalidad dando muerte a todo extranjero que se internara en su reino. Siguiendo esta costumbre el monarca se disponía a hacer lo mismo con el peregrino pero sospechó de su naturaleza divina y quiso cerciorarse primero. Así dispuso camuflar la carne humana de uno de sus sacrificios entre la cena del dios que lleno de furia transformó a Licaón en lobo y dio pie a los sucesivos mitos acerca de la licantropía.
Sus hijos corrieron la misma suerte ya que asesinaron a uno de sus hermanos de nombre Níctimo. Su crueldad era famosa y Zeus quiso comprobarlo de primera mano. Esta vez se internó en el palacio vestido de vagabundo y los príncipes le sirvieron como cena las entrañas de su recién fenecido hermano y ganando con ello que el dios dispusiera que corrieran la misma suerte que su progenitor.
El célebre cazador Acteón tuvo la desventura de que, habiéndose internado en el bosque, se encontrara con la diosa de la caza Artemisa dándose un baño. Fascinado por la belleza de la casta diosa se quedó petrificado sin poder dejar de mirarla hasta que ella se percató que estaba siendo observada. Así lo expone Ovidio en su ‘’Metamorfosis’’:
“El color que suelen tener las nubes cuando las hiere el sol de frente, o la aurora arrebolada, es el que tenía Diana al sentirse vista sin ropa. Aunque a su alrededor se apiñaba la multitud de sus compañeras, todavía se apartó ella a un lado, volvió atrás la cabeza, y como hubiera querido tener a mano sus flechas, echó mano a lo que tenía, el agua, regó con ella el rostro del hombre, y derramando sobre sus cabellos el líquido vengador, pronunció además estas palabras que anunciaban la inminente catástrofe: Ahora te está permitido contar que me has visto desnuda, si es que puedes contarlo”
La terrible suerte que estableció la avergonzada diosa para el pobre cazador fue la deconvertirlo en ciervo pero no contenta con tal castigo para la que sentía tan grave ofensa, llamó a los perros de caza de Acteón que lo devoraron vivo.
El caso de la hechicera Circe también es notorio en este aspecto ya que la señora de la isla de Eea era bien conocida por transformar a sus enemigos en diferentes bestias mediante el uso de la magia y las pociones ya que contaba con vastos conocimientos en estos campos.
Homero describe en ‘’la Odisea’’ que la maga residía en un palacio situado en un claro del bosque de su isla que estaba circundado por numerosos leones y lobos que aunque parecían fieros eran realmente mansos y que en otro tiempo habían sido seres humanos que habían tenido la fatalidad de cruzarse en el camino de la hechicera. En su largo retorno a Ítaca Ulises fue a parar a la isla de Circe en donde hizo desembarcar a la mitad de su tripulación. Estos hombres encontraron a la hechicera que les invitó a un banquete y veladamente mezcló las delicias que se sirvieron con una de sus pócimas. Así transformó a los marineros en cerdos excepto al más sagaz del grupo que sospechó el engaño y pudo avisar a su capitán que finalmente consiguió con la ayuda de Hermes, que le proporcionó una planta que actuaba como antídoto, protegerse de Circe y obligar a la maga a devolver a sus hombres a su forma humana.
Circe también fue la responsable de la transformación de la otrora hermosa ninfa Escila en un terrible monstruo marino con torso de mujer, cola de pez y varias cabezas con tres hileras de dientes cada una. Monstruo que también se encontró Ulises en su viaje.
Según relata Ovidio, Circe estaba enamorada del dios Glauco pero este había quedado prendado de la belleza de Escila que no mostraba ningún interés en su pretendiente. El dios se volvió hacia Circe en busca de ayuda pretendiendo que le suministrara una poción de amor pero ésta intentó, sin suerte, seducirle. Al no ser correspondida entró en cólera y se vengó contra Escila, preparando la poción que convertiría a la ninfa en una bestia y que le fue suministrada por su pretendiente.
Una suerte similar corrió la compañera de Escila, Caribdis. Una ninfa hija de Poseidón y de Gea que en una ocasión inundó la tierra para ampliar los dominios de los reinos acuáticos lo que desató la ira de Zeus que la convirtió en un enorme monstruo marino que tragaba una desproporcionada cantidad de agua tres veces al día para después escupirla, creando insalvables remolinos en el océano a los que tuvieron que enfrentarse Ulises y los argonautas en sus viajes.
Los dioses griegos acostumbraban a impartir castigos de forma desproporcionada pero también aparecen en esta mitología casos en los que los cambios de cuerpo se dan de forma compensatoria. Este es el caso de la joven Cenis que fue secuestrada y violada por Poseidón, pero que a su vez le prometió que le concedería cualquier deseo como pago por la deuda, con la que satisfacer su desconsuelo. El deseo que pidió la doliente muchacha fue que el dios la transformara en un hombre, deseo que el dios cumplió cambiando su género y otorgándole asimismo el don de la invulnerabilidad. De este modo, el recién convertido en hombre, adquirió el nombre de Céneo y se unió a Jasón y sus argonautas.
También existe alguna mención en la que algún dios hace uso de la compasión y apiadándose de algún pobre mortal utiliza sus poderes para acabar con su pena. Un ejemplo es el caso de Pigmalión un escultor chipriota que talló una mujer en marfil de tal belleza que quedó irremediablemente prendado de la estatua. Suplicó ayuda a la diosa Afrodita y ésta se compadeció insuflando vida en la inerte figura con el nombre de Galatea.
Ovidio relata el momento en el que Pigmalión descubre que la estatua está cobrando vida:
‘’Pigmalión se llena de un gran gozo mezclado de temor, creyendo que se engañaba. Volvió a tocar la estatua otra vez y se cercioró de que era un cuerpo flexible y que las venas daban sus pulsaciones al explorarlas con los dedos. ’’
Sorprendente era el poder de los dioses griegos que no sólo tenían la capacidad para cambiar su forma sino que, en varias ocasiones y a causa de su irascible personalidad, disponían de sus habilidades para cambiar la forma de las personas con sus tormentosos castigos; y que también eran tan hábiles como para infundir vida en objetos inanimados. ¿De qué otras maravillas eran capaces?
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