«Si son necesarias tantas leyes para regular las relaciones de los humanos entre ellos, es porque todavía no están habitados por el amor. Cuando sepan lo que es el amor verdadero, cuando vivan de este amor, en este amor, ya no necesitarán leyes que les recuerden sin cesar lo que deben hacer o lo que no deben hacer: lo harán, porque encontrarán espontáneamente cómo armonizarse unos con otros.
El amor es la única fuerza que organiza las cosas, que las hace crecer y florecer. Cuando el amor entra en una familia, una comunidad, una sociedad, ya no es necesario decir: «Haced esto o aquello, y ¡cuidado si no lo hacéis!» Todos ejecutan su tarea con placer. Allí donde hay el amor, la ley ya no es necesaria.»
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