Todos los padres quieren que sus hijos crezcan sanos y felices. También quieren que tengan una buena autoestima y que sean resilientes. Sin embargo, en muchos casos las estrategias que utilizan son contraproducentes. De hecho, nuestra tendencia a elogiar a los niños puede ser muy dañina, a menos que sepamos cómo hacerlo.
Psicólogos de la Iowa State University y la Case Western Reserve University han encontrado que, al contrario de lo que creemos, cuando los elogios se convierten en una necesidad constante de afirmación, no alimentan una autoestima infantil sana sino que potencian la aparición de características narcisistas. Los elogios inadecuados terminan contribuyendo a la formación de niños demasiado preocupados por sí mismos, en vez de desarrollar pequeños capaces, seguros y empáticos.
Los tipos de elogios que los padres deben evitar
1. Elogiar de forma desmesurada y sin sustancia
Sin darse cuenta, muchos padres ofrecen elogios desmesurados para el logro que ha alcanzado el niño. Por ejemplo, hay quienes pueden pasarse todo el camino a casa alabando al pequeño por un buen tiro al cesto o por un gol en el partido. Los elogios desmesurados a menudo incluyen palabras como “excepcional”, “perfecto” y “mejor”. Sin embargo, lo cierto es que esos elogios excesivos no dan buenos frutos.
De hecho, se ha apreciado que los niños que tienen una baja autoestima se sienten incómodos con los elogios excesivos y prefieren una alabanza más concreta. En este sentido, un estudio realizado por psicólogos de la Universidad de Utrecht desveló que un 25% de los elogios que los padres destinan a sus hijos son desmesurados. Otra investigación realizada en la Universidad de Stanford descubrió que cuando los padres utilizan elogios que implican una comparación social, como por ejemplo: “eres el mejor de tu clase o de tu equipo”, los niños desarrollan una motivación más extrínseca y se centran en las recompensas, más que preocuparse porque el trabajo esté bien hecho.
Antídoto: Un elogio dirigido al trabajo duro realizado, a la práctica, el tiempo de estudio y el esfuerzo. Se trata de elogiar las características que nos interesan desarrollar, como la perseverancia y la dedicación. Por tanto, la próxima vez, quizá un sencillo: “¡Buen trabajo!” acompañado de una sonrisa o un abrazo, podría bastar.
2. Elogiar las capacidades naturales
Es normal que los padres se emocionen si su pequeño marca más goles que nadie o si su hija muestra un talento musical excepcional para su edad. Como resultado, elogios del tipo: “eres un gran futbolista”, “eres una excelente artista” o “eres el mejor” se convierten en pan cotidiano.
Sin embargo, una vez más, estos elogios se dirigen a resaltar las características erróneas. De hecho, no podemos olvidar que en muchos deportes y expresiones artísticas los niños son elegidos por sus capacidades naturales, como puede ser la coordinación motriz, la rapidez, el buen oído o la voz. No obstante, estas capacidades no son suficientes para labrarse una carrera, lo que realmente marca la diferencia es la persistencia y la dedicación. No es la primera vez que niños con grandes dotes en el mundo de la actuación o el fútbol, por ejemplo, no llegan lejos debido a sus decisiones erróneas, mientras que otras personas, menos dotadas, hacen carrera debido a su perseverancia.
Lo peor de todo es que este tipo de elogios terminan afectando a los niños ya que, si tienen esa capacidad de forma natural, piensan que no es necesario esforzarse demasiado. De hecho, un estudio realizado por psicólogos de la Universidad de Columbia desveló que los niños que recibían este tipo de alabanzas eran menos propensos a elegir retos difíciles ya que tenían miedo a fallar, lo cual les puede conducir a estancarse.
Antídoto: Dirigir el elogio en la acción, más que en la capacidad. Una vez más, céntrate en su afán de superación y en el trabajo duro porque esas son las cosas que el niño realmente puede controlar y en las que necesita ser motivado.
3. Convertir los elogios en etiquetas
No existe nada más limitante que las etiquetas, incluso si son “positivas”. Las etiquetas, por principio, reducen nuestra personalidad a unas pocas características. De hecho, muchos padres, cada vez que elogian a sus hijos, utilizan las mismas palabras, con las cuales crean una etiqueta. De esta forma, los niños crecen pensando que son solo “un atleta” o “un artista”. Sin embargo, si queremos que nuestros hijos se desarrollen plenamente, no es conveniente restringir su “yo” a estas capacidades.
Sin darse cuenta, con este tipo de elogios los padres están dirigiendo la atención de sus hijos a esas capacidades, haciéndoles notar que son solo eso y que probablemente tendrán éxito en la vida solo por ello. De esta forma, limitan considerablemente su universo de intereses y posibilidades.
Antídoto: Evitar el uso de etiquetas en los elogios e intentar ampliar el universo de los pequeños, haciéndoles ver todas sus potencialidades. Se trata de que sea el niño quien elija lo que realmente le gusta e interesa.
4. Transformar los elogios en vergüenza
En muchos casos, los padres comienzan elogiando una actitud o tarea que el niño ha realizado, para terminar añadiendo una reprimenda al final de su discurso. Por ejemplo: “Es agradable caminar por tu habitación sin ver esos juguetes por doquier. Me alegra que hayas puesto un poco de orden. Si no fueras tan desorganizado, tu habitación siempre luciría así”. De esta forma, lo que comenzó siendo un elogio a la organización, termina generando la sensación de vergüenza en el niño. La adición de un “te lo dije” le roba al elogio todos los sentimientos positivos que se pretendían despertar.
Cuando añadimos al final del elogio una frase de este tipo, el pequeño se queda con un mal sabor en la boca y la alabanza no consigue reforzar el comportamiento positivo, todo lo contrario, transmite la idea de que, haga lo que haga, los padres no se sentirán satisfechos. Por tanto, termina generando una sensación de desesperanza y derrotismo, y no es extraño que el niño asuma una actitud defensiva y desafiante.
Antídoto: Centrarse en el esfuerzo realizado, en la solución al problema, más que en las dificultades que este pudo causar. Por supuesto, no se trata de obviar las consecuencias de los problemas, sino de asegurarse de que el elogio cumple su cometido: hacer que el niño se sienta bien y reforzar un comportamiento positivo.
5. Añadir presión al elogio
Los elogios deben tener el objetivo de motivar a los niños, no deben añadir más presión. Sin embargo, a menudo los padres cometen el error de convertir los elogios en una fuente de ansiedad. Por ejemplo, algunos padres dicen: “Lo has hecho muy bien, la próxima vez deberás hacerlo mejor” o “Has estado genial, la próxima vez no espero menos de ti”.
El problema es que de esta forma siembran en el niño la semilla del miedo al fracaso. El pequeño se ve obligado a cargar sobre sus hombros las expectativas de los padres, y estas a veces son tan grandes que simplemente terminan doblando las frágiles rodillas infantiles. Debemos tener en cuenta que motivar no es presionar y que los niños necesitan ser felices, no ser los mejores.
Antídoto: Elogiar el resultado actual, sin hacer referencia al futuro, para no añadir una presión adicional. Es importante que el niño comprenda que le quieres independientemente de sus logros o errores. De esta forma no le convertirás en una persona dependiente de la valoración de los demás.
BONUS: Debemos tener en mente que cuando elogiamos demasiado a los niños, y lo hacemos mal, estos terminarán creyendo que la recompensa es más importante que la experiencia en sí. Por tanto, terminarán desarrollando una motivación extrínseca, no se esforzarán porque la tarea quede bien sino por recibir el elogio o la recompensa al final. Por otra parte, elogiarles continuamente puede generar confusión, haciéndoles creer que si no reciben una alabanza de los demás, es porque lo han hecho mal.
Fuentes:
Brummelman, E. et. Al. (2014) “That’s Not Just Beautiful – That’s Incredibly Beautiful!” The Adverse Impact of Inflated Praise on Children With Low Self-Esteem. Psychological Science; 25(3): 728-735.
Henderlong, J. & Lepper, M. R. (2002) The Effects of Praise on Children’s Intrinsic Motivation: A Review and Synthesis. Psychological Bulletin; 128(5): 774–795.
Dweck, C. S. (1999) Caution – Praise can be dangerous. American Educator; 23: 4–9.
Bushman, B. J. & Baumeister, R. F. (1998) Threatened Egotism, Narcissism, Self-Esteem, and Direct and Displaced Aggression: Does Self-Love or Self-Hate Lead to Violence? Journal of Personality and Social Psychology; 75(1): 219-229.
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