¿Siria?
En 2011 nos preguntábamos qué pasaba en Siria. ACNUR avisaba ya en 2013 que el número de desplazados y refugiados en el mundo alcanzaba los 45 millones.
En junio de 2014, se superaba por primera desde la Segunda Guerra Mundial los 50 millones de huidos.
Más de 6 millones de personas, solo en 2013, tuvieron que abandonar sus viviendas o lo que quedaron de ellas.
En enero de 2015 ACNUR advertía que los refugiados sirios ya superaban en número a los afganos, suponían más de un millón y el crudo invierno se cernía sobre ellos.
Hasta ese momento, básicamente, toda esta gente nos importaba lo mismo, más o menos, que las denuncias de Intermón sobre la explotación laboral que fomentaban El Corte Inglés, Inditex (Zara), Cortefiel y Mango en países como Bangladesh, Marruecos o China.
Si la ropa es barata y nos queda bien, poco interesan las condiciones en las que se fabrican. Así pues, aplicamos esa misma lógica a los refugiados, desplazados, muertos, mutilados, huérfanos y todos aquellos devastados por la guerra.
Si hay liga en televisión y podemos seguir consumiendo telebasura, que se mueran los refugiados.
Aylan nos conmueve
Entonces llegó Aylan Kurdi y la fotografía de su cadáver, porque fue más importante la fotografía que el niño.
Todo cambió.
Los canadienses que le habían denegado asilo a la familia Kurdi se lo ofrecieron al único superviviente, el padre, y el resto del mundo quedó conmovido por ese cadáver tan pequeño. Un enorme movimiento de solidaridad recorrió el mundo.
Había que hacer algo por esa pobre gente que huía de una guerra y que, curiosamente, eran muy parecidos a nosotros.
Como si los que no son parecidos a nosotros se pudieran morir sin el mayor problema.
Los periodistas, los mismos que obviaban día tras día a los refugiados, se empezaron a golpear públicamente el pecho, criticaron que nuestro gobierno se estuviera negando a acoger refugiados. Hicieron por el negocio, las portadas, el aumento de lectores, el blanqueamiento de su imagen y la noticia, lo que tendrían que haber hecho por humanidad mucho antes.
El Estado Islámico
Para esas fechas ya sabíamos que el EI se financiaba gracias al petróleo que nos vendía (obras de arte, confiscación de capitales de bancos bajo su poder, etc.) y a las monarquías del Golfo y/o sus ciudadanos, esos que son tan amigos de nuestros reyes e invierten en nuestro país.
También era evidente que terminar con este era relativamente sencillo: bloqueo económico y militar, con duras sanciones a los que comercien con ellos, e intervención militar terrestre si ello fuera necesario.
El EI se asienta en un territorio prácticamente indefendible: llano, desértico e interior.
No pueden esconderse porque carecen de las montañas afganas, por ejemplo; no tienen libertad de movimientos porque el terreno es complejo para ello, las infraestructuras escasas y de baja calidad y están condicionados por la necesidad de controlar aquellas localizaciones en las que existe agua; no tienen prácticamente ninguna salida que no pueda ser controlada con gran facilidad.
En este escenario se supone que 50-60.000 mercenarios llevan más de cinco años soportando el asedio de ejércitos que suman más de 4 millones de militares, con una superioridad en armamento y telecomunicaciones insultante en cuanto a cantidad y calidad. ¿Alguien se lo cree?
Bombardeos
Occidente sabía perfectamente, como se ha demostrado, que los bombardeos no solo no eran una solución, sino que para lo único que servían y sirven es para agravar el problema.
Aumentan el odio entre los ciudadanos controlados por el EI (entre 6 y 8 millones) debido a los daños colaterales y fortalecen al EI al justificar con ellos sus posturas tan radicales. Así sucedió.
El 27 de septiembre de 2015, el mismo mes en el que se produjo la muerte de Aylan y los europeos se contagiaban de ese virus llamado solidaridad, Francia se involucraba en la guerra y bombardeaba por primera vez al EI. Alegaron para ello la legítima defensa.
Pero, ¿defensa a qué ataque? El ataque no era la guerra de Siria que duraba más de cuatro años, ni las catástrofes que estaba produciendo, el verdadero ataque, la verdadera agresión era tener que acoger a más de dos millones de refugiados, tres a día de hoy.
Francia respondió ese día, alegando defenderse y defender Aylan, pero lo que comenzó ese día fue la demolición de la solidaridad que aquella fotografía generó.
El ataque aéreo, una vez sabido que no serviría para terminar con el EI, solo tenía un fin: conseguir una respuesta. Eso era algo que cualquiera podía ver.
Por ello mismo, Jorge Verstrynge predice los ataques de Paris antes de que estos sucedan en el programa Fort Apache.
El 31 de octubre, con Carlos Enrique Bayo en el plató, director de Público, el politólogo advierte de la posibilidad de un atentado en Francia “tipo 11-S.
Lo vamos a ver y no a largo plazo”.
Atentados y agresiones sexuales
El 13 de noviembre de 2015 el EI realiza seis ataques coordinados en Paris que causan la muerte de 129 personas y más de 350 heridos.
Justo la respuesta que cualquier analista habría esperado.
Por si no fuera suficiente, dos días después, Francia acomete el mayor bombardeo contra el EI.
Más leña al fuego.
El sistema empieza a sacar tajada (o continúa, mejor dicho) de la situación: un día después de los ataques de Paris suben las acciones de la industria armamentista.
Estos ataques no se producen únicamente en un frente militar, también mediático. Son varias las figuras que identificaron a los refugiados, después de los atentados, con los terroristas.
Los poderes activaron todas sus herramientas para identificar refugiados y terroristas y los periodistas afines se emplearon a fondo.
En navidades detuvieron a 58 personas por agresiones sexuales y rápidamente fueron identificados con los refugiados.
Poco después se descubrió que solo 3 de los 58 involucrados lo eran, pero el daño estaba hecho.
En ese momento, los refugiados eran terroristas y violadores a ojos de muchas personas.
La batalla estaba casi ganada, solo hacía falta un poco más, unas pocas bombas más, otro episodio de negligencia policial y Europa estaba preparada para acometer un nuevo genocidio.
Los bombardeos continuaron, lo que evidentemente no sirvió para derrotar al EI pero sí para generar una nueva respuesta.
Llegaron los atentados de Bruselas, tras la enésima negligencia.
El 22 de marzo fallecen 31 personas en nuevo ataque que, por desgracia, es aprovechado por diferentes grupos de poder para presentarlo como un ataque cultural y una guerra Islam-Occidente.
Lo cierto es que el 87% de las víctimas del EI son musulmanes y de los veinte centros religiosos atacados por el EI hay una iglesia, una sinagoga y dieciocho mezquitas.
Que la realidad no estropee un buen titular: el mensaje se ha adentrado en lo más profundo de muchos ciudadanos atemorizados e indignados.
Genocidio permitido
Los refugiados, después de todo, ya pueden ser exterminados sin problema porque Occidente ha conseguido legitimar, una vez más, la muerte y el abandono de cuatro millones de personas cuando podrían ser acogidas en Europa (más de 550 millones de habitantes) con un mínimo de solidaridad.
La triste realidad es que el Estado Islámico fue creado por nosotros y tiene mucha utilidad
El EI es un monstruo creado por nosotros para ser convertido en un peón de la partida de ajedrez global y en la actualidad cumple con unos objetivos delimitados por el poder.
El EI favorece las inversiones en armamento y seguridad, el auge de la industria armamentista, los recortes de derechos y libertades, el gran negocio de los estados fallidos, los réditos electorales de los partidos políticos, la justificación de la insolidaridad de Occidente, el debilitamiento de Rusia con el intento de derrocamiento del gobierno sirio…
Para ello, convirtieron a Aylan en terrorista y violador y nosotros nos lo creímos.
Luis Gonzalo Segura, es exteniente del Ejército de Tierra y miembro del Colectivo Anemoi. Encontrarás más información en las novelas “Código rojo” (2015) y “Un paso al frente” (2014).
http://carlosagaton.blogspot.com.es/2016/05/convirtieron-aylan-en-terrorista-y-nos.html
Para recordar:
Convirtieron a Aylan en terrorista y violador y nosotros nos lo creímos.