Hay personas que cometen el error de inventar con la boca, lo que no han visto con sus ojos. Es decir, difunden rumores de los que no están seguros, y que en muchos casos terminan generando un estado de confusión y malestar. De hecho, algunos chismes pueden causar malos entendidos, destruir vidas, separar parejas y amigos, así como provocar peleas, odio, rencor y resentimiento.
Aún así, hay quienes se recrean diseminando rumores y chismes, conscientes o no del mal que pueden causar. Estas personas toman pequeñas pistas del medio y las tergiversan, llegando a conclusiones erróneas que comparten con todos aquellos que estén dispuestos a escucharla. Sin embargo, de esta forma no solo pueden dañar la reputación de los otros sino que, a la larga, su propia imagen se ve afectada ya que con el tiempo irán perdiendo credibilidad. Al final, el chismoso se queda solo.
¿Qué motiva a una persona a inventar rumores sin tener pruebas?
– Mala interpretación. Los rumores suelen ser el fruto de una mala interpretación; es decir, la persona escucha tambores pero no sabe de dónde proviene el sonido. Sin embargo, rellena la información que le falta recurriendo a su imaginación, ata cabos inconexos y llega a conclusiones falsas.
– Demasiados estereotipos. En la base de los rumores también se suelen encontrar las ideas preconcebidas y los estereotipos. De hecho, los estereotipos se convierten en un sesgo, es como llevar anteojeras que nos permiten ver solo una parte de la verdad. Los estereotipos hacen que las personas se formen una idea distorsionada de la realidad, y alientan los rumores.
– Falta de objetividad. Muchas personas no se dan cuenta de que su estado de ánimo, expectativas, estereotipos y, en sentido general, su interpretación del mundo, permean la visión que tienen de la realidad. Por tanto, dejan de buscar pruebas imparciales y objetivas, se limitan a explicar las cosas a través de su forma de sentir, pensar y hacer. Estas personas adaptan el mundo a su imagen y semejanza. Y todo lo que no encaje, lo eliminan.
Cotillear puede ser signo de baja autoestima y necesidad de aceptación
En algunos casos, los rumores o chismes no son simples equívocos en la forma de pensar sino la señal de algo más grave. De hecho, las personas cotillas lo que buscan es llamar la atención de los demás para que estos se interesen por ellos, necesitan imperiosamente ser escuchados, y no les importa si para lograrlo tienen que inventar algo que no es cierto.
En estos casos hablamos de una distorsión de la conducta que se manifiesta a través de un complejo. El rumor y el chisme son las herramientas que le brindan la oportunidad de convertirse en una persona importante.
Por tanto, el chisme puede ser motivo de preocupación cuando se convierte en un hábito, cuando es una forma de vida y la persona lo utiliza para introducirse en los grupos porque no es capaz de utilizar otras herramientas. En estos casos, es necesario solicitar la ayuda de un psicólogo ya que, a la larga, esa persona no es feliz sino que vive por y a través de los demás, dejando que se le escape su propia vida.
¿Por qué los chismes se difunden tan rápido?
Todos los rumores no se difunden con la misma rapidez. Afortunadamente, algunos nacen y mueren rápidamente. El hecho de que un rumor se difunda depende de su importancia y del grado de ambigüedad.
Para que una información inexacta o incierta corra es necesario que satisfaga la curiosidad de muchas personas y que, de cierta forma, les sirva para ratificar su visión del mundo y de los demás. Por tanto, los rumores deben ajustarse a la visión de las personas que lo difunden.
Por eso, cuando contribuimos a difundir un chisme, no nos limitamos a repetir algo que hemos escuchado sino que ese acto dice mucho de nosotros, desvela que, en el fondo, creemos en alguna medida en ese rumor o lo utilizamos para demostrar algunas de nuestras creencias.
Por ejemplo, si pensamos que la juventud es perezosa y vemos a un joven sentado durante mucho tiempo en un banco del parque, es probable que asumamos que es alguien perezoso y se lo comentemos a la persona que está a nuestro lado. Aunque ese joven quizá solo está esperando a alguien o está descansando después de una dura jornada de trabajo.
De la misma manera, si pensamos que nuestra vecina es una casquivana y le vemos conversando con un hombre, quizá un poco más cerca de lo habitual, es probable que presumamos que mantienen una relación, aunque podría no ser así.
Antes de hablar, pasa la información por estos 3 filtros
Para evitar convertirnos en un eslabón más de una larga cadena de rumor, o incluso ser la persona que le dé origen, es conveniente que antes de hablar aprendamos a pasar la información por 3 filtros, tal y como enseña este fantástico relato de Sócrates.
En una ocasión, un discípulo llegó muy agitado a la casa de Sócrates y le dijo:
– ¡Maestro! Quiero contarte cómo un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia…
Sócrates lo interrumpió diciendo:
– ¡Espera! ¿Ya hiciste pasar a través de los Tres Filtros lo que me vas a decir?
– ¿Los Tres Filtros…?
– Sí – replicó Sócrates. -El primer filtro es la VERDAD. ¿Ya examinaste cuidadosamente si lo que me quieres decir es verdadero en todos sus puntos?
– No… lo oí decir a unos vecinos…
-Pero al menos lo habrás hecho pasar por el segundo Filtro, que es la BONDAD: ¿Lo que me quieres decir es por lo menos bueno?
– No, en realidad no… al contrario…
-¡Ah! – le interrumpió Sócrates.- Entonces vamos al último Filtro. ¿Es NECESARIO que me cuentes eso?
– Para ser sincero, no…. Necesario no es.
– Entonces -sonrió el sabio- Si no es verdadero, ni bueno, ni necesario… sepultémoslo en el olvido…