«Cada día, nos levantamos ligeramente diferentes, la persona que fuimos ayer está muerta», dijo el escritor estadounidense John Updike. «¿Por qué tenerle miedo a la muerte, si esta nos visita todo el tiempo?«, se preguntó.
El político Charles de Gaulle también intentó restarle dramatismo a ese momento: «Lo que pensamos de la muerte sólo tiene importancia por lo que la muerte nos hace pensar de la vida«.
Aún así, la mortalidad nos sigue petrificando. No solo la propia sino, y sobre todo, la de nuestros seres queridos. Nos aterra la perspectiva de perder a las personas que amamos. Y si un adulto no logra lidiar bien con la idea de la muerte, ¿cómo puede enfrentar un niño una pérdida de tal magnitud?
En ese sentido, el libro “Llora, corazón, pero nunca te rompas”, es una auténtica joya que servirá para ayudarle a los más pequeños a comprender la muerte. Es del escritor danés de cuentos infantiles Glenn Ringtved, y cuenta con magníficos dibujos de la ilustradora Charlotte Pardi.
Quienes conocen a este escritor sabrán que se caracteriza por sus historias traviesas pero este cuento es muy especial porque surgió de su propia experiencia. De hecho, es el intento del escritor de explicarles a sus hijos pequeños la inevitable y cercana muerte de su abuela, debido a un cáncer inoperable. El escritor recuerda que en un momento, la anciana le dijo a los niños que el corazón llora, pero nunca se rompe, esa fue la manera que encontró para asegurarles de que después de la profunda tristeza por la pérdida, la vida continuaría.
Una visita inesperada
La historia comienza en una pequeña y acogedora casa, donde viven cuatro niños con su abuela. Un día reciben una visita inesperada, es la Muerte quien toca a su puerta. Sin embargo, como no quería asustar a los niños, dejó su guadaña afuera. Y ese gesto inesperado de un personaje que solemos considerar macabro nos desvela de pronto una ternura que no conocíamos.
Cuando la Muerte entra, se sienta a la mesa de la cocina. Todos saben quién es, y también son conscientes de que no pueden hacer nada. Solo el más pequeño de los niños, Leah, se atreve a mirarla directamente a los ojos.
Sin duda, lo que hace que este libro sea particularmente conmovedor son las imágenes, que muestran a una Muerte abatida, como si ejecutara su misión con un nudo en la garganta. Así, poco a poco, el escritor se esfuerza porque vayamos cambiando nuestra imagen de la pérdida. De esta forma también intenta que los niños asuman ese incómodo «invitado» de manera más natural.
“En el silencio, los niños podían escuchar la respiración de su abuela, los mismos respiros entrecortados de la persona que se encontraba a su lado en la mesa. Sabían que la Muerte había venido a por ella y que no había mucho tiempo”.
Para detener lo inevitable, los niños idean un plan. Como creen que la Muerte sólo trabaja por la noche, deciden rellenar continuamente su taza de café hasta que llegue el amanecer, momento en el que tendría que irse sin su abuela. En este punto el escritor vuelve a dar otra vuelta de tuerca y nos desvela la faceta más humana y hasta normal de la muerte, de cierta forma nos deja entrever que, a su forma, también es una oda a la vida. Su objetivo, una vez más, es restarle dramatismo a esos duros momentos y transmitirle a los niños la idea de que se trata de un proceso natural.
Pero la muerte finalmente tapa la taza con su huesuda mano para indicar que ha llegado el temido momento. Entonces Leah le toma la mano entre las suyas y le suplica que no se lleve a su querida abuela.
“¿Por qué tiene que morir la abuela?”, le pregunta.
Entonces se descubre la faceta más comprensiva de la Muerte, quien decide responderle a Leah contándole una historia, con la esperanza de que entienda por qué su misión es natural y necesaria.
Les habla de dos hermanos llamados Dolor y Pena, que vivían en un valle sombrío y pasaban sus días «lenta y pesadamente» porque nunca miraban hacia arriba y no se atrevían a ver más allá de las sombras en la cima de las colinas.
Sin embargo, más allá de esas sombras, le explica la Muerte a los niños, vivían dos hermanas, Alegría y Placer. ambas transcurrían sus días alegremente, pero tenían la sensación de que algo les faltaba y no lograban disfrutar plenamente de su felicidad.
De repente, Leah vislumbra el final de la historia: los dos chicos encuentran a las dos chicas y se enamoran. Forman dos parejas perfectamente equilibradas: la tristeza y la alegría, el dolor y del placer.
La Muerte les explica que a ella le sucede lo mismo con la vida. ¿De qué valdría vivir si no existiera la muerte? ¿Quién iba a disfrutar del sol si nunca llovía? ¿Quién iba a añorar el día si no existiera la noche?
Cuando la muerte finalmente se levanta de la mesa, el niño más pequeño intenta detenerla pero su hermano mayor le disuade.
Minutos más tarde, los niños escuchan en el piso superior el sonido de una ventana que se abre y una voz que susurra:«Vuela, alma. Vuela, vuela lejos».
Suben las escaleras corriendo y descubren que su abuela ha muerto. En las ilustraciones se percibe que es un momento de gran tristeza pero también de mucha calma. Se aprecia que una suave brisa entra por las ventanas y mueve las cortinas.
Entonces la Muerte les dice: «Llora, corazón, pero nunca te rompas. Deja que tus lágrimas de dolor y tristeza ayuden a comenzar una nueva vida«. Luego desaparece.
Ahora, siempre que los niños abran una ventana, pensarán en su abuela. Y cuando la brisa les acaricie sus rostros, casi podrán sentir su tacto. Porque la muerte no nos roba a los seres amados, sino que los inmortaliza en nuestro recuerdo.
Tomado de: Brain Pickings