http://hispan.tv/newsdetail/opinion/254802/israel-racismo-xenofobia-apartheid-palestinos-colonos
La sociedad israelí del siglo XXI ( 80% de judíos frente a un 20% de población árabe), sería un crisol de razas, costumbres, lenguas y valores que tan sólo tendrían en común su origen judío.
En esta sociedad se estaría produciendo un golpe de mano silencioso de una minoría ultra ortodoxa (los “haredim” que tan sólo representan el 10 % de su población) para fagocitar todas las áreas sensibles del poder de Israel (Interior, Vivienda, el Mossad y los mandos del Tzáhal o ejército) e intentar imponer la “Halajá” o ley judía a más del 40 % de población que se declara laica, segmento de filiación europea, inmersa en la cultura y modo de vida occidentales y que desea ser regida por la ley civil como en las demás democracias formales occidentales.
Racismo, xenofobia y manipulación del miedo
El estadounidense Harold Lasswell (uno de los pioneros de la “mass comunicación research”), estudió después de la Primera Guerra Mundial las técnicas de propaganda e identificó una forma de manipular a las masas (teoría de “la aguja hipodérmica o bala mágica”), teoría plasmada en su libro “Técnicas de propaganda en la guerra mundial (1927) y basada en “inyectar en la población una idea concreta con ayuda de los medios de comunicación de masas para dirigir la opinión pública en beneficio propio y que permite conseguir la adhesión de los individuos a su ideario político sin tener que recurrir a la violencia”. (defensa de la sacrosanta seguridad de Israel).
Por su parte, Edward L. Bernays, sobrino de Sigmund Freud y uno de pioneros en el estudio de la psicología de masas, en su libro “Cristalizando la opinión pública”, desentraña los mecanismos cerebrales del grupo y la influencia de la propaganda como método para unificar su pensamiento. Así, según sus palabras “la mente del grupo no piensa, en el sentido estricto de la palabra. En lugar de pensamientos tiene impulsos, hábitos y emociones.
A la hora de decidir su primer impulso es normalmente seguir el ejemplo de un líder en quien confía”, por lo que la propaganda del establishment sionista será dirigida no al sujeto individual sino al Grupo en el que la personalidad del individuo unidimensional se diluye y queda envuelta en retazos de falsas expectativas creadas y anhelos comunes que lo sustentan, sirviéndose de la dictadura invisible del temor al holocausto, proceda de HAMAS, de Hezbolá o de Irán.
Sin embargo, la teórica política judío-alemana Hannah Arendt en su libro “Eichmann en Jerusalén”, subtitulado “Un informe sobre la banalidad del mal”, nos ayudó a comprender las razones de la renuncia del individuo a su capacidad crítica (libertad) al tiempo que nos alerta de la necesidad de estar siempre vigilante ante la previsible repetición de la “banalización de la maldad” por parte de los gobernantes de cualquier sistema político, incluida la sui-genéris democracia judía, pues según Maximiliano Korstanje “el miedo y no la banalidad del mal, hace que el hombre renuncie a su voluntad crítica pero es importante no perder de vista que en ese acto el sujeto sigue siendo éticamente responsable de su renuncia” .
Así, la sociedad israelí en su inmensa mayoría sería cómplice silenciosa y colaboradora necesaria en la implementación del sentimiento xenófobo contra la población árabe (según la encuesta sobre derechos civiles «Association for Civil Rights in Israel Annual Report for 2007” publicada por el diario Haaretz, “el número de judíos que manifiestan sentimientos de odio hacia los árabes se ha doblado y el 50 % de los judíos israelíes se opondrían ya a la igualdad de derechos de árabes) y en el incremento del régimen de Apartheid en los guetos palestinos de Cisjordania y Gaza en los que la población palestina estaría sometida al régimen jurídico-militar en lugar de depender del poder civil como israelíes, síndrome conocido como “la burbuja de Tel Aviv”. Asimismo, según aurora-israel.co.il, alrededor de mil israelíes oriundos de Etiopía bloquearon el acceso a Jerusalén y su principal arteria para denunciar la persistencia “de racismo y violencia hacia los israelíes etíopes” al grito de “Israel será como Baltimore” tras dos incidentes de manifiesta brutalidad policial contra jóvenes de esta comunidad. Más de 120.000 judíos etíopes fueron traídos a Israel, desde que los rabinos principales determinaron en 1973 que la comunidad tenía raíces bíblicas y aunque algunos judíos etíopes son actualmente diputados del parlamento y oficiales en el ejército, las quejas por la discriminación en las escuelas y en los barrios son numerosas y la psicosis reinante en la sociedad israelí aunado con la xonofóbia que habita en el subconsciente colectivo sionista habría tenido como desenlace el brutal linchamiento del joven eritreo Haptum Barhum.
¿Hacia el final de la “revolución laica”?
Tras la firma de los pactos de ejecutivo con los partidos ultra ortodoxos Judaísmo Unido de la Torá y Shas, que dieron paso a un ejecutivo de fuerzas nacionalistas y religiosas, Netanyahu va a eliminar de un plumazo la «revolución laica» iniciada en la anterior legislatura por Yanir Lapid.
Así, según el diario Yediot Aharonot, Netanyahu se ha comprometido a congelar una serie de reformas emprendidas por el anterior ejecutivo sobre recortes económicos entre la comunidad ultra ortodoxa, modificar las reformas en las leyes de conversión y en la ley de enrolamiento universal, que por primera vez forzaba a cerca de 60.000 haredim (ultra ortodoxos) a entrar en el ejército debido a la ola de protestas sociales de una clase media que se quejaba de los exagerados privilegios que éstos recibían a pesar de no contribuir “ni a las arcas públicas ni al «peso» de la seguridad nacional”.
Ello conllevará según un fustrado Lapid en declaraciones al diario Yediot Aharonot que “los ultra ortodoxos podrán seguir sin reconocer a Israel, obtener miles de millones de los contribuyentes y vivir sin trabajar», con lo que continuará la implementación de un régimen teocrático bajo el control del Gran Rabino en el que los ultra ortodoxos serán la casta dominante a pesar de ser una minoría, aunque ya en la actualidad, serían una casta ociosa (6 de cada 10 no trabaja y se dedican al estudio del Torá) que gozaría de prebendas y privilegios, que tendría a la población laica como siervos para sufragar su manutención, sanidad, militar y educación y que impondría sus leyes al 43 % de población laica, de lo que sería paradigma el hecho de que Israel no permite el matrimonio civil.
El declive del Estado de Bienestar en Israel afectaría pues únicamente a la población laica y urbana, por lo que en el 2011 unos 250.000 jóvenes iniciaron una protesta en Tel Aviv contra las políticas sociales de Netanyahu y en demanda de vivienda, planificación, políticas para el mercado laboral, salud y educación pública, debiendo recurrir Netanyahu de nuevo a la manipulación del miedo para obviar el colapso del Estado de Bienestar de Israel (secuestro del soldado Gilad Shalit).
La traición de Netanyahu a los postulados de Herzl
Theodor Herzl es considerado el Padre del actual Israel y fundador del sionismo y en su libro “El Estado judío: ensayo de una solución moderna de la cuestión judía”, propuso la creación de un Estado judío independiente y soberano para todos los judíos del mundo al tiempo que promovió la creación de la OSM (Organización Sionista Mundial) y en su obra “La vieja Nueva Tierra”(1902), sienta las bases del actual Estado judío como una utopía de nación moderna, democrática y próspera en la que se proyectaba al pueblo judío dentro del contexto de la búsqueda de derechos para las minorías nacionales de la época que carecían de estado, como los armenios y los árabes.
Sin embargo, aurora-israel.co/il, denuncia que “la política aislacionista del primer ministro, Biniamín Netanyahu, parece estar en las antípodas de los fundadores del sionismo, tales como Teodoro Herzl y Chaim Weizmman, que incluyeron al movimiento dentro del espectro progresista en el campo de la diplomacia, con lo que la pregunta es si puede revertirse peligroso el aislamiento diplomático de Israel con una política que sea contraria al inmovilismo y el encerramiento”.
Además, según el “Informe anual de los abusos contra los Derechos Humanos” realizado por el Departamento de Estado de Estados Unidos, con el gabinete de Netanyahu se habría iniciado una peligrosa vulneración de los DD.HH. por parte del Tzáhal o ejército israelí “fruto del uso excesivo de la fuerza contra los palestinos en los territorios ocupados.
Así, 149 palestinos habrían muerto a manos de las fuerzas israelíes en el 2015 de los cuales sólo 77 de los fallecidos fueron muertos en ataques lanzados y el resto habría sido injustamente asesinados en manifestaciones o por daños colaterales durante las operaciones de rutina” al tiempo que critica “la política de detención arbitraria, la tortura y el abuso asociado a menudo con la impunidad para los militares israelíes”.
Dicho extremo estaría refrendado por las declaraciones del subcomandante de las fuerzas armadas israelíes, Yair Golan, quien en un discurso pronunciado el Día del Recuerdo del Holocausto afirmó que “hay vestigios de las espeluznantes tendencias de la Alemania nazi en el Israel actual” y que “no todo lo que hacemos es correcto” haciendo referencia al incidente ocurrido en Hebrón en el que un soldado israelí remató a un palestino herido y tumbado en el suelo.
Los colonos y el declive del Estado de Bienestar
Según el censo elaborado por el ministerio de interior israelí, cuando se suscribieron los Acuerdos de Oslo (1993), unos 250.000 colonos poblaban los territorios ocupados mientras que en la actualidad serían más de 700.000 colonos que extenderían sus tentáculos por Cisjordania (140 asentamientos entre los que descollarían Hebrón y en especial el valle del Jordán que domina la mitad fértil de río y sería una verdadera avanzadilla para controlar la frontera de Jordania) además de Jerusalén Este (Al-Quds) y los altos del Golán, aunado con la prevista culminación del Muro de Cisjordania que incluiría aproximadamente el 10 % del territorio de Cisjordania, incluida Jerusalén Este donde unas 60.000 casas palestinas podrían ser demolidas al carecer de permisos «oficiales».
Así, antes de las recientes elecciones, Netanyahu reafirmó “el derecho del pueblo judío a construir en Jerusalén”, (lo que se traduciría en la construcción de 1000 nuevas viviendas en Jerusalén Este), pues según sus palabras “hasta los palestinos saben que esos lugares quedarán bajo la soberanía israelí bajo cualquier tipo de arreglo”.
Desde que en 1967 el Partido Laborista impulsó los asentamientos, el Israel se habría gastado la friolera cifra de 7500 millones de € y según denuncia Maayan Geva, de B´Tselem, (Centro israelí de información sobre derechos humanos en los Territorios Ocupados) “dicha política ha consumido el presupuesto para educación, bienestar social e investigación no armamentística” y ha ayudado “a aumentar la pobreza, con casi un millón de personas por debajo del umbral mínimo, entre ellas, el 30 % de la población infantil” por lo que no es de extrañar que con el azote de la crisis, desde 2007 se haya registrado un crecimiento anual de su población de entre el 5 y el 10 %, (dos veces más rápido que en el conjunto nacional).
Dado que el 75 % de los colonos son ultra ortodoxos (más de 500.000), en los últimos años se habría desarrollado en los territorios ocupados de Palestina una peligrosa simbiosis entre los líderes políticos de los colonos y los rabinos que han predicado durante décadas su oposición a cualquier compromiso territorial con los palestinos y han tratado de dar una justificación religiosa a la ilegal ocupación israelí de los territorios palestinos.
Así, rabinos extremistas israelíes entrenarían a los colonos en escuelas ubicadas en los asentamientos construidos ilegalmente en Cisjordania y Al-Quds para que cometan actos terroristas contra los palestinos de la ocupada Cisjordania (Ataques de Odio y Venganza), según ha informado los servicios de seguridad general de inteligencia judío (Shabak) en un informe publicado en la página Web ‘Israelí Central Issues’, no siendo descartable la agudización de la fractura civil en los próximos años, preludio de una posterior deriva totalitaria de la actual democracia israelí que tendrá su culminación con la instauración de un régimen teocrático-militar lo que conllevará que amplios sectores de la juventud laica y urbana israelí deban optar por engrosar la lista de colonos teledirigidos por los haredim o emigrar a Occidente para escapar de la distopía teocrática-militar israelí de la próxima década.