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De esta forma, el ser humano logra atender al niño y al resto de tareas que la vida cotidiana demanda
El llanto de un bebé no sólo demanda nuestra atención, sino que además tiene un efecto en nuestra función cognitiva, ha demostrado un estudio de la Universidad de Toronto. En concreto, hace que dicha función sea más flexible, para que podamos atender tanto al niño como al resto de tareas que la vida cotidiana demanda.
El llanto de un bebé no sólo demanda nuestra atención, sino que además afecta a nuestras funciones ejecutivas; a esos procesos neurales y cognitivos que utilizamos para la toma de decisiones cotidianas, señala un nuevo estudio de la Universidad de Toronto (Canadá).
«El instinto de los padres parece estar programado, sin embargo, nadie habla de cómo ese instinto puede incluir la cognición», explica David Haley, co-autor del estudio y profesor asociado de psicología en dicha Universidad.
«Si simplemente desplegáramos una respuesta automática cada vez que un bebé empieza a llorar, ¿cómo podríamos pensar sobre la presencia de elementos preocupantes en el entorno o sobre la mejor manera de responder a la angustia de los niños?»
Test de Stroop
La investigación se centró en el efecto de las vocalizaciones infantiles -en este caso, grabaciones de audio de un bebé que reía o lloraba- sobre adultos, mientras estos completaban una tarea cognitiva.
La tarea en cuestión fue el test de Stroop, que analiza las interferencias en el tiempo de reacción. Los científicos pidieron a los participantes que identificaran rápidamente el color de una palabra impresa, sin tener en cuenta el significado de la palabra en sí (lo que generaba un conflicto cognitivo).
Entretanto, la actividad cerebral de los voluntarios se midió utilizando la técnica de electroencefalografía (EEG). La tarea cognitiva fue realizada inmediatamente después de que los voluntarios escucharan grabaciones de vocalizaciones infantiles de dos segundos de duración.
Resultados obtenidos
Los datos cerebrales revelaron que el llanto de los bebés reducía la atención de los adultos en la tarea y aumentaba el procesamiento del conflicto cognitivo, en comparación con las risas infantiles.
El procesamiento del conflicto cognitivo es importante porque controla la atención, una de las funciones ejecutivas más básicas y necesarias para completar una tarea o tomar una decisión, señala Haley.
«Los padres están constantemente tomando decisiones y tienen diversas demandas que compiten por su atención», añade Joanna Dudek, principal autora del estudio.
Por ejemplo, «pueden estar en medio de una tarea cuando su hijo empieza a llorar. ¿Cómo se mantienen en calma, fríos y serenos, o cómo saben cuándo dejar lo que están haciendo para atender al niño?»
Aumento de la flexibilidad cognitiva
Ya se había demostrado que el llanto de los bebés puede causar «aversión» en los adultos, pero este estudio también demuestra que dicho llanto puede crear una respuesta adaptativa.
La respuesta consistiría en una «conmutación» en el control cognitivo de los padres, de tal manera que estos puedan responder eficazmente a las necesidades emocionales de sus hijos, al tiempo que hacen frente a otras demandas de la vida cotidiana, sigue explicando Haley.
Así, el llanto de un bebé activaría el conflicto cognitivo en el cerebro, pero también podría enseñar a los padres cómo enfocar su atención de forma más selectiva.
«Esta flexibilidad cognitiva es lo que permite a los padres elegir rápidamente entre responder al bebé o a otras demandas lo que, paradójicamente, puede suponer ignorar al niño momentáneamente».
Un instinto profundamente arraigado
Estos resultados se suman a un creciente cuerpo de investigación que apunta a que la atención a los niños ocupa un estatus privilegiado en nuestra programación neurobiológica; un estatus profundamente arraigado en nuestro pasado evolutivo. También muestran, como nota Haley, la enorme capacidad de adaptación de la función cognitiva en el cerebro humano.
Otro ejemplo de hasta qué punto la atención a los niños está enraizada en nuestra biología lo encontramos en un estudio del año pasado. En él, investigadores de la Universidad de Michigan (EEUU) descubrieron que el llanto de los bebés puede reducir la hormona testosterona en sus padres.
Aunque esta reducción no siempre esté asociada con una ‘buena paternidad’», explicaron entonces los científicos, sí que resulta necesaria para la protección del bebé en situaciones de peligro.
Referencia bibliográfica:
Joanna Dudek, Ahmed Faress, Marc H. Bornstein, David W. Haley. Infant Cries Rattle Adult Cognition. PLOS ONE (2016). DOI: 10.1371/journal.pone.0154283.