6 casos históricos de animales y religión

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Hoy los animales son nuestros amigos, nuestros siervos, nuestra comida e incluso nuestro objeto de estudio e investigación. Pero en la Antigüedad y durante la Edad Media, fueron otras cosas, tan extremas e inusuales como santos, hechiceros, políticos e incluso bandidos.

perro dios

Guinefort, el perro que fue santo.

Entre la transición de los siglos XII y XIII existió un pequeño castillo en la diócesis de Lyon (a unos 400 km al sur de Paris). Era una residencia modesta, que no contaba con guardias – solo algunos perros. Cierto día, el dueño del castillo y su amada tuvieron que ir hasta una ciudad vecina, dejando a su hijo más pequeño solo durante algunas horas. Y, como es de esperarse, en su ausencia algo terrible aconteció: una serpiente ingresó a la habitación del pequeño.

Uno de los perros, un galgo llamado Guinefort, percibió el peligro y se abalanzó sobre la serpiente propinándole varias mordidas. Mató al reptil, pero el niño y el lugar quedaron manchados de sangre. Algunas horas después, cuando la pareja regresó de su viaje y se encontró con aquella escena, la madre entró en pánico. La mujer creyó que la sangre era del niño, que había sido atacado por Guinefort. Lleno de ira, el esposo sacó su espada y, con un movimiento rápido, decapitó al perro. Pero la pareja no tardó en darse cuenta que el niño estaba bien, dormido y en paz. Y encontraron la cabeza de la serpiente en un rincón de la habitación. Habían cometido una injusticia atroz al quitarle la vida al perro que había salvado la vida de su hijo.

San Guinefort

La pareja se sintió en deuda con Dios por la milagrosa intercesión de Guinefort, y por el modo en que la habían ignorado. Avergonzado, el señor del castillo proporcionó al animal un entierro con todos los honores posibles. La pareja se mudó algunas semanas después. Sin embargo, la historia se repitió y maximizó entre la población local. Guinefort fue a parar a la boca del pueblo y pasó a ser adorado como un mártir cristiano – recibiendo de los campesinos locales el título de santo. Mujeres de diversas regiones de Francia pasaban a visitar la tumba del animal, con la esperanza de alcanzar sus bendiciones y curar a sus hijos enfermos.

La Iglesia no reconoció la santidad del perro. El fraile dominicano Esteban de Borbón, que trabajaba para la Inquisición medieval, escribió un relato sobre el caso. Para él, la historia era un absurdo, y las adoradoras de Guinefort ponían en riesgo la salud de sus hijos, ya que el animal no hacía milagros. Pero, incluso con todos los poderes de la Inquisición a su disposición, el fraile decidió no procesar a las mujeres por herejía. Probablemente se dio cuenta que no existía maldad alguna en estas madres, que solo querían ver a sus hijos sanos.

Antes del siglo XIII, cuando los actos heroicos de Guinefort le valieron el título de santo entre el populacho, en diversas partes de Europa se tenía la creencia de que los perros tenían poderes místicos. Con base en esto, muchos señores y caballeros medievales empleaban perros como trabajadores, con la esperanza de que las enfermedades y heridas humanas fueran curadas con lambidas, y para que los soldados fueran debidamente escoltados después de las violentas batallas. Esteban de Borbón no escatimó esfuerzos para poner fin a las supersticiones en torno a Guinefort, y llegó a exigir la exhumación de los restos mortales del perro, ordenando a sus subordinados que los huesos fueran quemados y sepultados muy lejos de Lyon. Existen indicios de que el fraile llegó a amenazar a los campesinos con la excomunión y el exilio, en caso de que siguieran con su adoración a Guinefort.

Guinefort

Dicha presión probablemente generó algún resultado, pero no terminó con la veneración hacia el perro. Esteban de Borbón murió en 1260, cinco años después de concluir su tratado sobre la fe (en el que hace énfasis en los mitos y supersticiones). Pero la adoración por Guinefort terminó avanzando mucho más allá. La práctica de solicitar al animal la cura de bebés y niños se extendió hasta el siglo XIX, y en algunas regiones del interior de Francia incluso tenían mapas para orientar a los peregrinos a la tumba original del perro milagroso. Incluso en el siglo XX, entre las década de 1960 y 1970, el heroísmo de Guinefort se celebraba en los alrededores de Lyon.

 

San Cristóbal mártir, el santo que ladraba.

Un santo humano hizo el camino inverso a Guinefort. La historia tiene inicio en Canaán (actual territorio de Líbano, Palestina, Siria e Israel) donde, según la leyenda, los hombres eran fuertes y feroces. Dos términos hebreos se utilizaban para describirlos: “Cainita” (que significa “hijo de Caín”), y su derivación “Cananita”. Entre los siglos VI y VII los términos fueron confundidos con otra palabra: “Caninita”, que significa “Hombre-perro”. San Cristóbal mártir nació al norte de Canaán. Cuando la región fue tomada por los romanos, entre los siglos III y IV, terminó prisionero y fue descrito por sus captores como el “líder caninita”. Ese pequeño error de interpretación posiblemente avivó el imaginario popular – que pasó a ver a Cristóbal de Licia como un perro gigantesco.

San Cristóbal mártir (2)

La versión oficial dice que lo ejecutaron, pero la leyenda medieval dista mucho de esta historia. Según esta, San Cristóbal mártir escapó y decidió, como fiel y buen perro, encontrar y servir al más grande de los reyes. Descubrió que para muchas personas, ese rey era Jesús y decidió ir en su búsqueda. Pero Jesús estaba muerto, y Cristóbal no entendía cómo era posible encontrarlo. Un sabio ermitaño le aconsejó buscar a Jesús a través de la caridad, ayudando a algunas personas a atravesar el río que pasaba por la región. Al intentar ayudar a un pequeño, Cristóbal notó que a medida que avanzaban se hacía cada vez más pesado. Usando toda su fuerza logró terminar su travesía – y descubrió que aquel niño era una manifestación del propio Cristo (el peso se debía a los pecados de toda la humanidad que llevaba a cuestas).

Para terminar con la historia de que el santo era un hombre-perro, la Iglesia ofreció la siguiente explicación: su buena acción habría conmovido a Jesús que le puso fin a la “maldición de Canaán”. Cristóbal se hizo de un rostro humano y de una limpieza espiritual necesaria para poder ser canonizado, hecho que ocurrió en el siglo XV.

 

Incitatus, el caballo que fue senador.

El emperador Calígula, que gobernó Roma entre los años 37 y 41, tiene una fama de crueldad y locura. Pero no se puede argumentar que fue malo con los animales. Calígula tenía a su disposición una gran tropa de caballos, animales de los que disfrutaba bastante. Su favorito era Incitatus (nombre cuyo significado es “El motivado”), que tenía nada menos que 20 empleados cuidadores a su disposición. Calígula encargó la construcción de una pequeña torre de mármol y marfil para que sirviera como establo del animal, y hacía de todo para no estresar a Incitatus. Incluso enviar a un guardia imperial a calmar a los vecinos en los horarios en que el caballo se encontraba dormido.

Incitatus

Calígula adoraba al caballo, y con frecuencia almorzaba o cenaba en su compañía. El caballo se alimentaba de la más fina cebada y algunos granos selectos, pero también hay indicios de que el emperador lo llegó a alimentar con vino y diversas carnes. Además de recibir un buen trato, al animal tenía un futuro brillante por delante:Calígula pretendía nombrarlo senador de Roma. Y es muy probable que la conspiración que resultó en el asesinato del emperador, en el año 41, haya sido estimulada por esta deshonra (los políticos enfurecieron cuando los compararon con un caballo). Algunos historiadores afirman que a Incitatus lo mataron aquel mismo día.

 

Gregorio IV y la masacre de gatos.

Gregorio IV era un hombre conocido por su bondad. Pero tras ser electo Papa en 1227, mostró su lado oscuro. Fue directamente responsable por una cruel cacería de herejes en Alemania y por la creación de una “central de entrenamiento” para los inquisidores en Roma. Y también odiaba a los animales, especialmente a los gatos.

Gregorio IV papa

Aunque jamás asumió esto en su totalidad, el Papa redactó un documento oficial, en algún momento de la década de 1230, diciendo que los felinos, particularmente los gatos negros, eran encarnaciones del demonio y tenían que ver con rituales de brujería. Inmediatamente después de la divulgación de este documento, los europeos se sumergieron en un frenesí de violencia contra los pobre animales.

Las declaraciones del Papa, aunadas al hecho de que en algunas regiones de Alemania e Inglaterra aún rendían culto a los gatos como divinidades paganas, estimularon una de las mayores masacres de animales en la historia. Durante décadas enteras, gatos de todas las partes del continente, independientemente de su color o procedencia, fueron brutalmente asesinados en hogueras, aplastados y ahorcados en espectáculos públicos. Gregorio jamás se pronunció contra estos actos de violencia – posiblemente porqué sentía satisfacción. Y hasta hoy, casi ocho siglos después, el prejuicio contra los gatos negros aún existe.

 

La gran venganza felina.

La peste negra, una epidemia de peste bubónica causada por la bacteria Yersinia pestis, devastó Europa a lo largo del siglo XIV. Inició en Sicilia en 1347 y se extendió principalmente a Italia, Francia, Portugal, España, Alemania e Inglaterra en los cuatro años siguientes. Se estima que la Peste cobró la vida de más de 400 millones de personas. Una tragedia casi inimaginable. La bacteria Y. pestis es común en roedores, y se extendió tan rápidamente debido a la enorme cantidad de ratas en las ciudades europeas. Y estas ratas proliferaron por qué sus depredadores naturales, los gatos, habían sido diezmados – ya que el Papa Gregorio IV, un siglo antes, sugirió que la población debía exterminarlos.

 

El chapulín en el banquillo de los acusados

Después de la peste negra, algunos europeos pasaron a creer que la violencia del mundo animal no solo era un reflejo de la furia punitiva de Dios contra el hombre. Quizá los animales eran responsables por sus acciones contra el ser humano (como esparcir enfermedades). Y esto dio origen a una costumbre insólita: juzgar y condenar animales por crímenes.

chapulin colorado

Ratas y cerdos fueron acusados de violencia contra los niños y de portar espíritus demoniacos, los condenaban a muerte. A los perros violentos se les prohibía entrar en ciertos barrios, mientras que los caballos y asnos perezosos eran condenados a cadena perpetua. Pero el objetivo principal eran los chapulines y los escarabajos, acusados de destruir plantaciones en los siglos XV y XVI. Dos o tres desafortunados representantes de estos insectos eran presentados ante los jueces, en un proceso que acostumbraba a concluir con la pena de muerte. Sin embargo, sus cómplices no presentes no eran olvidados: los destructores de plantaciones eran condenados al exilio o a la excomunión.

 

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