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La traducción más literal de su nombre significa ‘pies ligeros’. Es que los rarámuris son famosos por tener la capacidad de correr descalzos durante todo el día. Hasta un proverbio suyo sostiene que «cuando corres sobre la tierra y con la tierra puedes correr para siempre».
Sin embargo, desde hace años el espíritu libre y alegre de este pueblo se ha visto fuertemente disminuido y amenazado. Aislados y marginados de las grandes ciudades, en medio de un territorio disputado por narcotraficantes, la situación económica de los rarámuris es muy precaria.
«Vemos con frecuencia boletines que anuncian que ha habido suicidios en la Sierra», confirman en la Fiscalía Sur de Chihuahua al diario ‘El Mundo’. «Vamos todos los meses a las comunidades a atender algún caso de suicidio», añaden los agentes estatales.
Primero se colgó con los cordones de sus tenis un muchacho. Luego, a los dos años lo hizo uno de sus hermanos. Y luego, justo otros dos años después, se colgó el tercer hermano
«Primero se colgó con los cordones de sus tenis (zapatillas) un muchacho. Luego, a los dos años lo hizo uno de sus hermanos. Y luego, justo otros dos años después, se colgó el tercer hermano», reveló los escalofriantes detalles sobre lo que pasa en la zona Margarita González González, la gobernadora rarámuri de la comunidad Guachochi.
Tal como recordó el mismo diario «el 10 de diciembre de 2011 cincuenta hombres y mujeres, pensando que no tienen que darle a sus niños, se arrojaron al barranco«. La noticia ocupó las portadas de los medios y allí se supo de la situación, que no era nueva, pero que tampoco cambió en los años siguientes.
La sequía
Según denuncia el mismo grupo indígena, «mucho del problema suele atribuirse al factor climatológico; la mayoría de los cultivos en la región son de temporal (de las 271.000 hectáreas cultivables en los 23 municipios que conforman la zona, solamente 25.000 son de riego) y las fuertes sequías han producido un serio desabasto». Pero este problema no es el único.
«En ocasiones, cuando ven que la cosecha no dará frutos se matan por la desesperación de saber que no tendrán nada que comer», explica uno de los agentes de la Policía estatal a ‘El Mundo’.
El narcotráfico
El comercio de drogas ilegales produce un doble problema para los rarámuris. Por un lado se ha convertido en una salida rentable para la juventud, con sus consiguientes problemas con la ley. Pero también ha introducido en este pueblo la problemática de la drogadicción.
En los últimos cinco años se ha duplicado la cantidad de rarámuris detenidos por hacer de mulas del narcotráfico hacia EE.UU. Aprovechando su capacidad de correr y caminar cientos de kilómetros, el cartel de Sinaloa explota a estos nativos de los cuales, muchos, hoy se encuentran presos en Texas (EE.UU.).
Además los sicarios simplemente invaden estos territorios y arrinconan a sus pobladores: huir, adaptarse o defenderse son las únicas opciones que tienen para sobrevivir, informa ‘Vice News’.
La deforestación
Finalmente, otra problemática que aqueja a este pueblo es la tala indiscriminada de los territorios que habitan. Ya en el año 2000, las autoridades de la Iglesia Católica local y los pueblos de Sierra Tarahumara señalaron que se había llegado «al punto de no retorno» y que en caso de proseguir con la deforestación «el desgaste ecológico no se podrá nunca más detener».
En ese mismo sentido, recientemente insistieron en que esta explotación irracional del bosque es «inconsciente, criminal e irreversible». La principal consecuencia, explican, está en la captación de agua que nutre las cuencas hidrológicas que abastecen a estados como Chihuaua, Sinaloa y Sonora.
Una gran victoria ya ha sido conseguida en Baqueachi, Chihuahua, donde a la comunidad rarámuri le fueron devueltas 7.700 hectáreas de bosque, luego de casi 100 años que les fueron arrebatadas, según los medios locales. Por lo que invasores ganaderos tendrán que abandonar dichas tierras y cesar con los hostigamientos hacia los indígenas.
Además, en abril de este año el Gobierno de Chihuahua ofreció 65 millones de pesos a indígenas rarámuris de la comunidad de Bosques de San Elías Repechique, municipio de Bocoyna, que habían tomado las instalaciones donde se construye el aeropuerto de Creel para exigir la reparación de los daños ocasionados por las obras, informa ‘La Jornada’. La oferta de las autoridades del estado, explicaron, es aportar 65 millones de pesos que cubrirán en un periodo de 10 años, para reparar los daños a los árboles, y el agua que eran usados para consumo doméstico y animal, el deterioro la flora y fauna del bosque y la remoción de miles de toneladas de tierra. No obstante, la vida para el pueblo indígena está muy lejos de ser fácil.