Si tuviera tu edad…
La edad no se puede cambiar, pero sí se puede interpretar. Hombres y mujeres, ricos y pobres, orientales y occidentales, trabajadores, estudiantes, atletas, usuarios de tinturas y bisturís, estrategas del maquillaje o reclutas de los videojuegos: todos ellos atribuyen a los años un sentido distinto y viven temporalidades diferentes.
Las construcciones sociales en torno a la “juventud” se promueven en determinados sectores y generaciones de forma muy diferente. Así, la juventud adquiere significados distintos: se desea, se contrae y se extiende, se subestima, se cataloga de “violenta” o “rebelde”, se halaga demagógicamente, se re-educa, se controla, se contiene, se consume, se imita, se ignora, etc.
Sin embargo, hay un rasgo distintivo que hace la diferencia: los jóvenes son nativos del presente. Buena parte de la sociología contemporánea define como “jóvenes” a todos aquellos que gozan de un excedente temporal que indica, simultáneamente, la distancia respecto del nacimiento y la lejanía respecto de la muerte.
Es joven el que tiene mucho tiempo por vivir… y el capital de tiempo es un abanico de posibilidades de realización personal (más amplio o más estrecho acorde a las experiencias, anhelos y oportunidades) radicalmente distinto para jóvenes o adultos en el interior de un mismo grupo social.
La juventud tiene 7 décadas
En las sociedades occidentales, los jóvenes aparecen como grupo social diferenciado en el plano de lo jurídico, del mercado y de las políticas públicas, a partir de la segunda mitad del S. XX.
Diversos procesos históricos dan origen a ello. La universalización de los derechos humanos, en un clima político que trataba de olvidar los fascismos autoritarios de Alemania e Italia, genera las condiciones de posibilidad para que los menores se piensen como “sujetos con derechos”, y sean separados de los adultos en el plano de lo jurídico. Hacia la misma época, comienza a emerger la industria cultural que oferta por primera vez “bienes exclusivos” para el consumo de los jóvenes.
Por otra parte, algunas investigaciones indican las diversas conquistas científicas y tecnológicas que han permitido la extensión de la llamada vida socialmente productiva. Los jóvenes son retenidos durante un período cada vez más largo en las instituciones educativas, para postergar su ingreso en el mercado de trabajo y mantener el equilibrio de la población económicamente activa.
Tenemos, entonces, casi 70 años de construcción de la “juventud” en el plano de lo social. Es importante destacar las condiciones históricas bajo las cuales surgen ciertos fenómenos, pues es en ese tiempo-espacio donde las generaciones nuevas se socializan, mediante la interacción o a través de ese raro proceso de ósmosis que se llama inconsciente colectivo.
Jóvenes sujetos de consumo mercantil (en código whatsapp: mar-k-2 x mer-k-2)
El análisis cultural reciente sobre la juventud en Latinoamérica, destaca tres tendencias importantes presentes en la cultura y la comunicación de las generaciones nuevas que, aunque de ningún modo agoten la profundidad de la temática, requieren en este artículo un apartado especial.
La primera refiere a la crisis general del espacio educativo, especialmente la escuela, que en décadas anteriores era compartido como lugar legítimo para la participación y la circulación de saberes. El deterioro en el ámbito educativo (aunque también del económico y laboral) deja un vacío enorme que cede ante la insistencia de otros epicentros de comunicación y cultura juvenil, como el consumo de bienes tecnológicos.
En este sentido, la segunda tendencia destacada, refiere a los negocios millonarios que dejan “los jóvenes”; industrias de todo tipo que exaltan sus rasgos (vestuario, música, etc.), los estereotipan, y luego los venden bajo un concepto de mercado.
Finalmente, la tercera tendencia remite a la transmisión electrónica de imágenes y sonidos, y las nuevas posibilidades de comunicación que aparecen. La televisión, el ordenador y el teléfono móvil, se entrometen en la producción cultural, de un modo fácil, seductor y rápido.
No podría celebrarse ni festejarse los nuevos códigos juveniles, que quizás producen algo más de lo que quieren creer, y algo menos de lo que esperan, ciertas generaciones adultas. Aun así, cabe destacar una señal de precaución puesta por la escritora argentina Beatriz Sarlo, quien dice que el consumo y la tecnología en exceso generan ciertas habilidades que no serán suficientes para el posterior desenvolvimiento en el mercado de trabajo, principalmente porque no fomentan la palabra, ni el razonamiento lógico y matemático abstracto, ni el discurrir lingüístico, ni la argumentación.
Tótem y tabú
Todo parece indicar que los epicentros de cultura y de comunicación que evocan desde el mercado a las juventudes, tienen ánimos totalizadores, seducen con el menor esfuerzo, y están fabricados para crear un ejército de consumidores.
Pero desde lo material y lo simbólico, no todos los deseos u emociones se parecen, ni pueden realizarse, ni pueden estandarizarse. Siempre existieron y existirán diferencias y disidencias al interior de un grupo social. También, nuevas y mejores alternativas, creadas con verdaderos ánimos de diferenciación e integración.
En este sentido, existen dos imágenes estilizadas acerca de las formas de “ser joven” que han ido configurándose hace unos años atrás: las de los “jóvenes tipo” y las de las “tribus urbanas”. No son las únicas imágenes, ni las ideales, pero se acercan a las formaciones culturales que asume la juventud en sociedades crecientemente desiguales, como las latinoamericanas.
Según esta estilización, los jóvenes tipo responden al patrón estético de ciertos sectores sociales que aparecen y desaparecen en los medios de comunicación. Un joven tipo tiende a ser vigoroso, natural, espontáneo, seguro de sí mismo, hedonista, etc. Para ejemplificar, es el estilo asumido por los jóvenes de algunas publicidades o programas de televisión, o que son deportistas, actores o “nuevos empresarios”.
Del otro lado, las tribus se conforman por jóvenes que manifiestan, por un lado, una resistencia a ese modelo, y por el otro, una dispersión de su “identidad”. Las tribus urbanas expresan una nueva forma de relacionarse, en las calles, plazas. Además, dan cuenta de una oposición a las propuestas sociales y culturales relacionadas con la imagen del “joven tipo” y su afán creciente de apropiarse de “la juventud”.
Cuanto mayor es el intento por conquistarlas, captarlas como concepto y crear productos, las tribus urbanas reaccionan creando nuevas propuestas, más extremas, más transgresoras y más violentas.
En síntesis, volviendo al título de este artículo, no hay tanta picardía ni tanta ilusión en la juventud. De un modo u otro, los jóvenes son personas que habitan mundos de grandes diferencias materiales y simbólicas. Están ahí… con su lógica experiencia, con mucho tiempo por vivir, y con grandes posibilidades para generar iniciativas y un pensamiento propio y creativo.
BIBLIOGRAFIA:
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