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Los soldados Gringos mataron a unos 300 sioux, entre mujeres, niños y hombres desarmados.
Un día en que inocentes fueron masacrados Miniconjou Lakota Jefe manchado Elk (Big Foot) yace muerto en la nieve. 1826 – 29 de diciembre 1890
Uno de los sobrevivientes, una mujer lakota, fue atendido por el médico indio Dr. Charles Eastman en un hospital improvisados establecido en una iglesia en el pueblo de Pine Ridge.
Antes de morir de las heridas que ella contó que se había escondido en unos arbustos.
A medida que se escondía allí vio a dos niñas corriendo aterrorizados pasado.
Ella les agarró y tiró de ellos hacia los arbustos.
Se puso las manos sobre la boca para mantenerlos callados, pero un soldado montado los vio.
Él disparó una bala en la cabeza de una niña y con calma a cargar su rifle y disparó en la cabeza de la otra chica. A continuación, disparó al cuerpo de la mujer Lakota.
Ella fingió la muerte y, aunque gravemente herido, vivió lo suficiente para relatar su terrible experiencia al Dr. Eastman.
Ella dijo que mientras estaba allí fingiendo estar muerto, el soldado se inclinó de su caballo, utilizó su rifle para levantar su vestido para poder ver sus partes íntimas, y luego soltó una risita y se marchó.
Hombres y mujeres mayores, incapaces de defenderse, se puso desafiante y cantaron sus canciones la muerte antes de caer la lluvia de balas.
Masacre de Wounded Knee. Realizada por las tropas del gobierno de Estados Unidos, contra la nación de los Sioux, para adueñarse de su territorio, y concentrarlos en pequeñas reservas.
Origen
Wounded Knee se llamaba la comunidad de Dakota del Surperteneciente a la reserva india de Pine Ridge. Fue el lugar donde se produjeron dos conflictos entre los indios norteamericanos y el gobierno de Estados Unidos.
A finales de la década de 1880, los sioux comenzaron a practicar una religión basada en las enseñanzas de Wowoka, un profeta paiute que prometía que con la danza de los espíritus los indios recuperarían sus tierras, los antepasados regresarían, desaparecerían los blancos y disfrutarían de un futuro de eterna paz y prosperidad.
Los colonos blancos, por su parte, atemorizados por los rituales, solicitaron la intervención federal.
La policía de la reserva creía que el jefe Toro Sentado era el instigador de una inminente rebelión, y le mató cuando se resistió a ser detenido.
Sus seguidores huyeron al campamento del jefe Big Foot.
Masacre
El Séptimo Regimiento de Caballería persiguió a los sioux y les llevó a un campamento situado cerca de Wounded Knee.
El 29 de diciembre de 1890, sonó un tiro dentro del campamento y el ejército comenzó a disparar.
Los soldados mataron a unos 300 sioux, entre mujeres, niños y hombres desarmados.
Aquellos que trataron de escapar a la matanza fueron perseguidos y asesinados.
Los soldados comenzaron a desarmar por la mañana a los de Pie Grande, los cuales acampaban en el llano continuo al otero en que ahora están el monumento y el cementerio.
La gente amontonó casi todas las armas de fuego, e incluso los cuchillos, junto al tipi de su jefe enfermo.
Había blancos en el cerro y sus alrededores, y también en el sur, al otro lado de la cañada, y el este, a lo largo de Wounded Knee Creek.
La partida estaba casi rodeada y los fusiles de carro la apuntaban. Como algunos no habían entregado sus armas, los soldados registraron los tipís, tirando objetos y tocando todo.
Un hombre llamado Pájaro Amarillo estaba con otro delante del tipi donde Pie Grande se hallaba enfermo. Telas blancas los cubrían por completo, con agujeros para mirar, y escondían los fusiles debajo de ellas.
Había una mujer con un bebé en sus brazos que fue asesinada cuando estaba a punto de tocar la bandera de tregua, y las mujeres y los niños por supuesto se esparcieron por todo el campamento circular hasta que fueron matados.
Muy cerca de la bandera de tregua, una madre fue acribillada con su bebé.
El niño, sin saber que su madre estaba muerta, seguía mamando, y ésa fue una escena especialmente triste.
Las mujeres, mientras escapaban con sus bebés, fueron asesinadas juntas, atravesadas por las balas, y las mujeres embarazadas también fueron asesinadas.
Todos los Indios huyeron en estas tres direcciones y, después de que casi todos ellos habían sido asesinados, alguien gritó que todos los que no habían muerto debían salir y que estarían a salvo.
Unos niños pequeños que no estaban heridos salieron de sus refugios y, en cuanto estuvieron a la vista, muchos soldados los rodearon y los asesinaron ahí mismo. (American Horse de los Oglala Sioux, 1891)
Un oficial los cacheó.
Desarmó al otro hombre y pretendió hacer lo mismo con Pájaro Amarillo, el cual se resistió. Luchó con el oficial y, durante la pugna, el arma se disparó y mató al wasichu.
Los soldados y algunas personas aseguran que lo hizo voluntariamente; sin embargo, Perro jefe, que asistió al lance, aseguró lo contrarío.
En cuanto sonó el disparo, según Perro jefe, un oficial mató a Pie Grande de un tiro, a pesar de que estaba enfermo en el interior del típi.
De pronto nadie supo lo que ocurría, salvo que los soldados hacían fuego y los fusiles de carro diezmaban al pueblo.
Muchos perecieron en el mismo sitio en que se encontraban.
Las mujeres y los niños corrieron hacia la cañada, ascendiendo en dirección al oeste.
Los soldados los cazaban durante la huida.
Había únicamente un centenar de guerreros y casi quinientos wasichus.
Los bravos se precipitaron al montón de fusiles y cuchillos. Hasta que consiguieron recobrarlos, combatieron al enemigo con las manos desnudas.
Perro jefe vio que Pájaro Amarillo se metía en un tipi con su rifle.
Desde él eliminó soldados hasta que su refugio se incendió.
Entonces pereció lleno de balas. Entretanto, muchos lakotas, que habían percibido las descargas, llegaban de Pine Ridge.
Mujeres, muchachos y niñitos, muertos y heridos, sembraban los lugares por donde habían querido escapar.
Los wasichus los habían acosado a lo largo de la cañada y los habían asesinado.
A veces estaban amontonados, porque habían intentado acurrucarse en grupo, y algunos estaban aislados; otras veces, pilas de ellos habían sido destrozadas por el impacto de los fusiles de carro.
Era un agradable día invernal cuando la desgracia sucedió.
El sol lucía. Pero cuando los soldados, cumplieron su sucio cometido, se retiraron, comenzó a caer espesa nieve.
El viento se suscitó con la noche. Hubo una tremenda ventisca e hizo mucho frío.
La nieve se acumuló en la retorcida cañada y la transformó en un largo sepulcro de mujeres, muchachos y niños destrozados, que jamás hicieron daño alguno y que sólo intentaron huir.
Dos niños, en la cañada, se habían defendido y habían matado soldados.
Los niños estaban solos e ilesos.
Eran muy intrépidos.
Hombres, mujeres y niños, apilados o separados, cubrían el llano que había en la base del otero en que los wasichus dispusieron sus fusiles de carro, y hacia el oeste, subiendo por la cañada hasta la cumbre, se encontraban cadáveres aislados de mujeres, muchachitos y niños.
Segunda masacre
Otro incidente en el mismo lugar dio comienzo el 27 de febrero de 1973, cuando seguidores armados pertenecientes al Movimiento Indio Americano, AIM, tomaron Wounded Knee, exigiendo que el gobierno de Estados Unidos revisara los 371 tratados acordados en el pasado con tribus indias.
Agentes Federales fueron enviados al lugar y durante los tiroteos dos indios fueron asesinados y gente de ambos bandos resultó herida.
El sitio acabó 70 días después, cuando prometieron a los indios que estudiarían sus quejas.
Después del encuentro con representantes de la Casa Blanca la promesa pasó al olvido.
De esta manera el gobierno de Estados Unidos logró ocupar todo el territorio de los indios norteamericanos, y parte de México.
Estos fueron recluirlos en pequeñas reservas donde morían de enfermedades traídas por los colonos blancos, y sin prácticamente alimentos.
En la actualidad existen reservas donde viven algunas tribus.
Manchado Elk (Pie Grande), 1872
La Danza de los Espíritus
«Antes de que nuestros hermanos blancos viniesen a civilizarnos, no teníamos cárceles.
Por lo tanto, no teníamos criminales.
No puedes tener criminales sin una prisión.
No teníamos cerrojos, o llaves, así que no había ladrones.
Si una persona era tán pobre que no tenía caballo, o tipi, o manta, alguien le daba esas cosas.
Eramos demasiado incivilizados como para dar mucho valor a nuestras pertenencias.
Si queríamos poseer algo, era solo para poder darlo.
No teníamos dinero, de manera que la valía de un hombre no podía ser medida por su posesión.
No teníamos una ley escrita, ni abogados, ni politicos, así que no sabíamos engañar.
Pero ahora el progreso es visible en todas partes.
Hay prisiones allí donde mires, y sabemos que esas prisiones son para nosotros, los indios ¡Lástima que haya tantos de nosotros que no sepan apreciarlo!»
La Danza de los Espíritus era la expresión de su dolor, y del deseo de volver a la vida libre se sus antepasados.
Bailando la Danza de los Espíritus se podía acceder a una «pequeña muerte» que abría los ojos del danzante, durante unos instantes, al paraiso que estaba por venir.
Muchos de los participantes usaban «camisas de los espíritus» de brillantes colores, decoradas con figuras de águilas o búfalos y que creían que les protegerían de las balas de los Casacas Azules.
La creencia en la Danza de los Espíritus se extendió como un río imparable por las grandes praderas.
Y el miedo. Los hombres blancos tenían miedo.
Los indios danzaban sin temor ante sus ojos, de una manera salvaje y extraña. No parecían tener miedo a nada, ni a la propia muerte.
Y eso, a ojos de los conquistadores, era aterrador. Porque quien no teme morir, no teme matar.
Y porque, sin el arma del miedo, los hombres blancos perderían su hegemonía en el «nuevo mundo», que se descubría ante ellos mucho más viejo, misterioso e inabarcable de lo que podían imaginar, o soportar.
Se les estaban escapando de las manos. Allí a donde iban, nadie podría seguirlos.
Así que prohibieron la Danza de los Espíritus.
Así somos los hombres blancos. Cuando tememos algo, cuando no lo comprendemso, nos limitamos a negarlo. A prohibirlo.
Las prohibiciones fueron desoidas. Los hijos del sol no temían a nada. El Gran Espíritu les protegía. Y la muerte no sería más que una liberación.
No tenían nada que perder.
El gobierno estadounidense envió sus tropas a las reservas indias de Pine Ridge y Rosebud, en las llamadas Bad Lands de Dakota del Sur.
Se preparaban para una guerra.
Un agente indio avisó al gobierno de que los indigenas parecían incontrolables. Bailaban sobre la nieve sin hacer caso de los soldados, como si nada les importase.
«This is a good day to die…»
El agente afirmaba que «los líderes deben de ser arrestados y confinados en algún puesto militar hasta que todo se calme, y debe ser hecho ya.»
Así que el General Miles ordenó el arresto inmediato, entre otros, de los jefes Sitting Bull, Big Foot o Crazy Horse.
La orden de arrestar a un ya anciano Sitting Bull llegó justo cuando este, con otros compañeros, abandonaba la reserva de Standing Rock para unirse a sus hermanos de Pine Ridge en la Danza de los Espíritus, en un lugar conocido como La Fortaleza.
El 15 de Diciembre de 1890 Sitting Bull y siete de sus hombres fueron interceptados y asesinados por el ejercito de los Estados Unidos y sus mal llamados «agentes indios».
Danza de los espíritus ejecutada por los Ogalala Lakota en Pine Ridge
Maldwyn A. Jones escriba que el libro de Brown es un relato popular claramente favorable a los indios, pero escasamente fiable.
Enterrad mi corazón en Wounded Knee sigue siendo hoy una lectura agradable y recomendable, siempre teniendo en cuenta, está claro, que la historia de Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XIX, y específicamente la de los pueblos indios, se ha nutrido en los últimos tiempos de innovadores, profundos e interesantes estudios.
La voluntad de comprender sustituye los maniqueísmos.
Al fin y al cabo, el libro de Dee Brown ha pasado a convertirse en integrante destacado de la historia, de una historia india. ~
Era un agradable día invernal cuando la desgracia sucedió.
El sol lucía. Pero cuando los soldados, cumplido su sucio cometido, se retiraron, principió a caer espesa nieve.
El viento se suscitó con la noche.
Hubo una tremenda ventisca e hizo mucho frío.
La nieve se acumuló en la retorcida cañada y la transformó en un largo sepulcro de mujeres, muchachos y niños destrozados, que jamás hicieron daño alguno y que sólo intentaron huir. (Black Elk)
Poco después de la masacre de Wounded Knee, los miembros de la Séptima Caballería fueron condecorados con la Medalla de (des)Honor por sus «valientes esfuerzos» en defensa de lo que se conoce como La Gran Manera Americana.
Rocio Barros
Fuentes