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Antes de celebrar elreferéndum sobre el Brexit parece que más o menos la mitad de la población del Reino Unido prefiere separarse de laUnión Europea y queBritania navegue sola por el proceloso mar del siglo XXI.
Comparto la opinión de que el Brexit, de producirse, sería muy perjudicial para Gran Bretaña y para Europa, en términos políticos y económicos.
Admiración
Pero dicho esto, no puedo ocultar una admiración cierta por esa mitad de británicos que piensan que la UE es tóxica para su país. Con más o menos razón, creen que Bruselas es una cueva de burócratas que justifican su existencia y su sueldo emanando sin parar normas de diferente categoría, cuyo espíritu reglamentista contradice directamente el principio jurídico anglosajón del common sense.
Muchos británicos están orgullosos de su país, de conducir por la izquierda, de no compartir el sistema métrico decimal y del “cheque inglés” –ese mecanismo en virtud del que los presupuestos de la UE dedican una partida para compensar a Gran Bretaña de las subvenciones comunitarias a los agricultura continental.
Europeos sí, españoles no
Sentimientos todos muy diferentes a los de los españoles, cuya inmensa mayoría es partidaria de participar en el proyecto Unión Europea, aunque en el terreno político interior el insulto al adversario, cuando no el desprecio, es arma de uso cotidiano.
Me contaron, y lo doy por cierto aunque no pueda documentarlo, que no se cual servicio de inteligencia pulsó la opinión de los aragoneses que viven en la Franja, la zona catalano parlante de Aragón y Cataluña, sobre la independencia de Cataluña: más del 90 por ciento optó por un rotundo ¡que se vayan a la mierda!.
O sea, lo dicho: casi la mitad de los catalanes quiere separarse de España y a muchos españoles les gustaría que así fuera, pero unos y otros quieren estar en la Unión Europea. Y luego decimos que los ingleses son raros.
Qué vergüenza! ajena claro está.