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No conozco el contexto en el que Julio Cortázar dijo estas palabras. Y muchas veces el contexto juega un papel decisivo para comprender tal o cual frase.
No obstante Cortázar habla de una realidad que observamos a nuestro alrededor permanentemente. Lo que vas a leer ahora son mis reflexiones sobre el tema. Y te invito a reflexionar conmigo. No te pido que estés de acuerdo con mis palabras. Incluso si no lo estas te invito a que opines, a que reflejes tu postura en comentarios a este post.
Podemos decir que, por un lado, existe este mito de que el amor es únicamente lo que se nos cae encima, ese “rayo que nos parte los huesos” como dice Cortázar.
Digo que es un mito porque el amor no se reduce únicamente a esta expresión tan evidente y envolvente. Muchos lo hemos vivido exactamente así, hemos experimentado el resultado de la caída de este rayo amoroso en nuestras propias carnes y en nuestro alma.
Y, si compartimos esta visión, podemos caer en el error de pensar que si no nos parte el rayo del amor no podemos vivirlo de otra manera. Estaremos buscando desesperadamente que nos parta otra vez ese rayo para volver a experimentar esta maravillosa vivencia amorosa.
En mi opinión esa creencia nos lleva a la castración de nuestra capacidad de amar. Nos mete en una jaula muy estrecha en la que el amor no sobrevive.
Elegir un amor – algo impensable
Creo que lo que describí al principio de este post es muy familiar para mucha gente. Insisto, no es más que una mitología muy extendida, compartida por gran cantidad de personas, reproducida con maestría en infinidad de obras literarias y teatrales, mitos, películas, poesía, etc.
Probablemente la extensión de esta creencia y casi infinita reproducción de la misma en las artes crea la irreflexiva predisposición a buscar y vivir el amor en esta forma.
Esa vivencia amorosa introducida desde fuera que tanto le atrae a mucha gente hace que la misma idea de elegir un amor suene como un sacrilegio, poco menos.
Cuando tenía 19 años creía que el amor era eso: nos caemos en él y no hay nada que elegir. Tan solo vivir lo que se nos cayó encima, disfrutando de ello a ser posible.
Curiosamente ni siquiera las posteriores rupturas de relaciones amorosas por causas muy diversas nos llevan a reflexionar si realmente el amor es solamente esto. Ver a nuestro alrededor que las personas que se juntaron por el amor luego se separan por el amor, otro amor, amando a otra persona, no a su pareja inicial, tampoco quiebra esta tendencia a creer que el amor no se elige. Que el amor nos elige.
Elegir un amor – una tragedia
¿Podemos elegir un amor? ¿Podemos elegir nuestro amor? Sin duda alguna. Nada ni nadie nos impide amar. Mejor dicho tan solo nosotros podemos impedirnos amar a alguien. Muchas tradiciones espirituales hablan de que el objetivo del ser humano debería ser amar a todos…
Si aceptamos esto o nos permitimos elegir un amor, elegir nuestro amor, de repente nos encontramos ante una situación muy interesante: nos podrá parecer que nuestra elección es definitiva. Busco una mujer (no siempre esa búsqueda es del todo consciente) que se ajuste a mis deseos, que sea tal o cual, la encuentro, nace el amor y ¿ya está?
No. Ni mucho menos. Nadie está a salvo de que su capacidad de amar, en un momento dado, no se manifieste una y otra vez. Ya tengo una mujer, la amo. ¿Qué hacer si aparecen otras mujeres que también despiertan el amor en mi? Lo mismo es aplicable a las mujeres.
A nivel social esta realidad amorosa no está bien vista sobre todo si nos toca vivir el amor ajeno de nuestra pareja. El famoso triángulo amoroso.
No pasa nada cuando esa misma realidad la vivimos en calidad de espectadores, da igual si vemos una película, leemos una novela, etc. Pero a medida que esta realidad se acerca a nosotros la rechazamos. Si se trata de nuestr@ amig@, podemos adoptar la postura de nuestr@ amig@ y criticar duramente la postura de su compañer@ sentimental.
Y qué decir si esto mismo lo hace nuestr@ compañer@ sentimental. En este caso es muy probable que lo vivamos como una auténtica tragedia. Nos divierte hasta nos atrae verlo en las obras de arte pero nos angustia vivirlo en nuestra propia relación amorosa.
Es curioso ¿por qué el amor provoca sufrimiento? ¿Por qué cuando mi compañer@ sentimental empieza a amar a otra persona además de mi esto me produce un rechazo rotundo?
Elegir un amor – hay que saber hacerlo
En esta situación sigo eligiendo amar o no. No es algo que sea evidente. Pero esta elección yo la realizo. Sobre todo cuando el amor en mi relación de pareja tiende a cero puedo empezar a buscar el amor ajeno. Ese amor que llamamos a veces el amor-necesidad.
Necesito que me amen. Me vuelvo muy sensible a la más mínima manifestación del amor dirigido a mi o me enamoro directamente de una persona que en este momento me parece la más idónea para recibir lo que tanto necesito: cariño, atención, reconocimiento, sexo, etc. en esa mezcla inverosímil, poco menos que explosiva.
Se produjo una elección. Una elección irreflexiva. No me doy cuenta de lo que quiero, lo que busco, no sé qué necesidades pretendo satisfacer con esta elección. Pero hago esta elección. Sin saber cómo hacerlo.
Generalmente esto se produce cuando existe una inmadurez sentimental (emocional como suelen decir ahora). Siendo inmaduro sentimentalmente caigo en trampas de mis necesidades, tratando de satisfacerlas con urgencia, tratando de escapar de la soledad, del encuentro poco apetitoso conmigo mismo.
No porque soy un ogro o un monstruo horrible. Sencillamente porque no me conozco, no sé qué hacer conmigo mismo, me aterra esa perspectiva de conectar con lo desconocido y huyo de mi mismo cayendo en ese amor-necesidad. Paradójicamente a poco tiempo vuelvo a divisar mi propio reflejo en el espejo de mis dificultades y “problemas” y sin quererlo reproduzco una vez más ese pequeño drama particular: el “amor” inicial se esfuma otra vez.
Elegir un amor – cultivar el amor
Y aquí llegamos a un punto en el que podemos descubrir, a base de golpes que hemos cosechado, que el amor debe cuidarse, debe cultivarse. Que a veces se nos cae encima y, creo, que deberíamos vivirlo, no rechazarlo (existe algo más bello que el amor?) pero la mayor parte de nuestra vida nos tocará cultivar el amor como cultivamos unas plantas.
Esa realidad se comprende mejor si empezamos con nosotros mismos. Si aprendemos a amarnos sin reserva. Si comprendemos qué es ese amor y cómo podemos amarnos. Escribí un eBook sobre este tema lo puedes descargar AQUÍ.
Pero ¿qué ocurre con las situaciones que describí al principio? ¿Acaso cultivando el amor hacia nuestra pareja, por ejemplo, nos salvamos de caer en el amor hacia otras mujeres u hombres? No. Como dije antes, el amor no tiene fronteras. Como no tiene sentido ponerle puertas al campo, no tiene sentido tratar de limitar el amor. Las fronteras de relación en pareja no son nada para el amor. P0demos negar este amor repentino y “añadido”, podemos intentar engañarnos, podemos prohibirnos amar a otras personas, podemos fingir que esto no existe o esto no se puede… Todo esto es posible.
Pero esto no influye para nada en el amor. Es como no querer que el viento sople. Da igual, el viento soplará o no al margen de nuestros deseos o preferencias. Con el amor pasa lo mismo.
Elegir un amor – ampliar el sentido de la vida
Creo que cuando elegimos un amor es necesario tener bien claro para qué lo estamos haciendo. ¿Qué quiero conseguir con este amor? ¿Qué puedo dar a la persona que amo? ¿Qué plan de vida tengo? ¿Cuál es mi meta a largo plazo?
Con frecuencia, si contestamos a estas preguntas con sinceridad veremos que es necesario ampliar el sentido de la vida, que nuestra visión de la vida y del amor es muy estrecha, condicionada, manipulada, incluso tergiversada.
Ampliar el sentido de la vida supone emprender un trabajo de desarrollo personal, de reconsiderar algunas creencias que usamos como apoyos en nuestra relación con el mundo, habrá que construir nuevos apoyos para poder vivir el amor y en el amor.
Elegir un amor!!!!! …me parece que hay ego.
El amor se siente y punto.
Si piensas ya no es amor,el amor se siente y ya.