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Quien recibe un diagnóstico sentirá que en un instante todo ha cambiado, que su ayer no es el mismo que su hoy. Con el poder de la palabra alguien ha colocado un punto y aparte en su vida. A partir de ahora y por un tiempo, su nombre llevará un apellido que en la mayoría de las ocasiones será doloroso.
“Entre los animales es comer o ser comido, entre los seres humanos, definir o ser definido”
Quien recibe un diagnóstico suele sentir como si le hubiesen colocado una mochila de piedras sobre su espalda. No solo tiene que cargar con su problemática personal sino que además tiene que adaptarse a su nuevo sobrenombre. Esta carga y readaptación conlleva un gran esfuerzo por parte de la persona.
A veces sienten que el diagnostico les sobrepasa, que ha tomado entidad propia y que, como un monstruo que todo lo devora, también les ha devorado a ellos. Pueden llegar a sentir extrañeza de sí mismos, de su cuerpo, su personalidad y de todo su ser.
Convivir con el diagnóstico
Asumir esa nueva realidad y todos los cambios que supone no es una tarea fácil. Al principio la palabra se superpone a la persona creando una realidad que, aunque ya estaba allí de una u otra forma antes de que la nombraran, ahora ha tomado entidad propia para entrar en la vida sin haber sido invitada.
Cuando te encuentras con el monstruo cara a cara solo tú decides si abrazarlo y aprender a convivir con él o vivir enfrentados en una batalla que dejará heridas permanentes. La responsabilidad última de qué hacer frente a esta nueva situación es solamente tuya.
Convivir con la palabra y ser totalmente consciente de su significado es difícil y lleva su tiempo. De manera necesaria (o no) en este momento la etiqueta está ahí, te acompaña en este tramo de la vida y hay que aprender a coexistir con ella.
“La experiencia no es lo que te sucede, sino lo que haces con lo que te sucede”
Todo cambia y nada cambia
Como las estaciones son a la vegetación el diagnóstico es a la persona. Es como un bosque que experimenta el cambio de las estaciones conforme pasan los meses, pese a que las flores y árboles cambien de color siempre se asientan en la misma tierra.
A veces la persona puede sentir que la tierra y los árboles son lo mismo. Sin embargo conforme pasa el tiempo, las hojas de los árboles cambian de color, se caen y nacen otras, incluso ese se mismo árbol puede seguir ahí o ser cortado y desaparecer para siempre. Pero, pese a todos estos cambios de la superficie, hay algo que permanece y es el hecho de que siempre tiene que haber una superficie en la que la vegetación se asiente.
Lo mismo que ocurre con el bosque sucede con la persona. La palabra cambia a la persona y no la cambia. Hay una parte, un tramo de la vida que es diferente al resto, pese a ello hay una capa más profunda que prácticamente no se altera y siempre estará ahí.
Un diagnóstico NO es un adjetivo
En ocasiones el diagnóstico puede oscurecer a la persona, hacer que tanto él mismo como su entorno se definan exclusivamente con esa etiqueta. Por ejemplo, es frecuente escuchar frases como “es bipolar”, “es depresivo” o “es esquizofrénico”. Este tipo de frases no solo están utilizadas de forma incorrecta sino que además fomentan y perpetúan uno de los grandes problemas de la enfermedad mental, el estigma.
En muchas ocasiones se utilizan los diagnósticos como adjetivos, como si fuese un rasgo inmutable de la persona. Un diagnóstico NO es un adjetivo, una persona no es bipolar, depresiva o anoréxica.Las personas no son solo diagnósticos, etiquetas o palabras.
Una persona es la que es, con sus características propias y únicas. Es posible que en algún momento determinado pueda presentar un trastorno pero esto no significa que la persona se convierta en el trastorno o que deje de ser ella misma.
Hay un rostro único tras la palabra
El diagnóstico siempre estará unida a un rostro. No hay que perder de vista que un diagnóstico es solo un conjunto de síntomas que nos hablan de la enfermedad y no de la persona. Nos da información general sobre que le puede estar ocurriendo a quien lo padece pero no nos dice más sobre ella.
Pese a los parecidos cada ser es único. Todos tenemos nombre, personalidad, familia, gustos, manías y características especiales que nos distinguen del resto. Un diagnóstico nunca nos dará información sobre estas peculiaridades que debemos ir descubriendo poco a poco.
Un diagnóstico bien utilizado es importante, dice algo sobre quien lo presenta y transmite una información muy útil a nivel profesional pero no nos da toda la información necesaria. Jamás debemos olvidar que tras una etiqueta hay un rostro único e irrepetible, una persona que siente y que es mucho más que una sola palabra.