George Simmel: Neurosis, Anonimato e Indiferencia en la Metrópolis

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La modernidad significa muchas cosas, y su advenimiento y su avance pueden evaluarse empleando diferentes parámetros”.

Zigmun Bauman.

Introducción

Todo trabajo académico que se precie de estar bien fundamentado necesita ante todo de ciertas aclaraciones, sea respecto a su temática o acerca de la metodología utilizada. Teniendo esto en cuenta, empezaré primero por exponer el tema –reconocido para todo aquel que haya trabajado la obra de Simmel- referido a los análisis de la metrópolis, relacionándolo a su vez con la interpretación de las diversas transformaciones acaecidas en la mentalidad de los individuos de la sociedad moderna; esto es, respecto a sus modos de pensar y desenvolverse ante el mundo. Algunos de los rasgos distintivos de la modernidad que detalla Simmel en sus escritos sobre la metrópoli tienen que ver principalmente con la constantetensión nerviosa del individuo; una hipersensibilidad al contacto próximo; el anonimato y la indiferencia total. Si conocemos esto, entonces en cierta manera podríamos situar los análisis de Simmel dentro de lo que hoy conocemos como la corriente analítica de la microsociología.

Trabajar un tema específico de la obra de un autor -cualquiera que sea- sin dejar primero en claro ciertos presupuestos fundamentales sobre el cómo abordó e interpretó la realidad puede llegar a ser un grave problema. Así pues, no se pueden entender los análisis sobre la metrópoli en Simmel desconociendo su planteamiento acerca de la separación de un ámbito objetivo y un ámbito subjetivo en el mundo, ambos constituyentes de la realidad social. En los planteamientos de Simmel el problema del hombre moderno no es otro más que el de proteger su grado de integridad (ámbito subjetivo) frente a la constante nivelación y dominación de la sociedad concebida como un ambiente social artificial (ámbito objetivo).

La distinción entre mundo objetivo y mundo subjetivo es a su vez una relación de dependencia; es decir, estos ámbitos entran en contacto por medio de las diversas formas de interacción social. Podemos señalar como características del mundo objetivo algunas de las consecuencias propias de la economía monetaria -en este sentido la fluidez del dinero como un presupuesto para mantener el orden social-, el comercio anónimo; la división y especialización del trabajo que conlleva además a ver a las personas como cosas cuantificables despojándoles de toda humanidad; estos son elementos constituyentes de aquel ámbito. En este sentido Daniel Hurtado escribe: “Simmel asume al individuo como un sujeto histórico y social creador del orden, a partir de las decisiones que se dan en la interacción. Si bien los individuos son el punto de partida, y la interacción es la forma mediante la cual se encuentran en el mundo social, al reconocer Simmel el poder del mundo objetivo y la posibilidad de su deslinde […] de los sujetos que la han creado, podría empezarse a ver el orden como una afectación constante entre las realidades individual y social. La realidad social de su época [de Simmel] está instalándose en uno de los escenarios más profundos e intensos del espacio social: la gran ciudad.” [1] En Simmel, la interacción social es la clave para comprender la socialización humana; todo esto nos sirve para plantear que la metrópolis es una construcción social nuestra: “[…] pero como cultura objetiva cosificada se opone a nuestra cultura subjetiva como algo ajeno […]” [2]

Este artículo se dividirá en dos partes: la primera está dedicada a describir el análisis del fenómeno de la neurosis en la metrópolis. Una segunda parte se centra en trabajar la indiferencia y el anonimato como consecuencias de dicha neurosis -pero también a su vez como oposición a ella-. La ciudad es, pues, un objeto de análisis que contiene en sí otras categorías fundamentales para la correcta comprensión de los fenómenos como el de la neurosis, el anonimato y la creciente indiferencia en la sociedad moderna.

  1. Neurosis.

Para abordar el tema de lo neurótico en los escritos sobre la metrópolis en Simmel hay que partir del siguiente planteamiento: el ideal de seguridad de los individuos (propio del mundo premoderno, es decir, de la comunidad, de la pequeña ciudad) se ve sustituido en la sociedad moderna por una tenue tensión que terminará por convertirse en nerviosismo. Dicha tensión parte de la sensación de sentir que algo mayor está por fuera de nosotros, de que fuerzas desconocidas guían a los individuos por caminos laberínticos, de una exterioridad que nos hace sentir como una parte realmente insignificante que se halla en medio de grandes transformaciones estructurales como el de la economía monetaria y la división del trabajo. Esto ya lo mencionaba Alan Dawe en su aporte a la Historia del Análisis sociológico: “Lo experimentamos cada vez que nos sentimos dominados, en tanto individuos, por enormes organizaciones, por plurales redes de expectativas sociales que nos dejan conflictuados y perplejos, por demandas y presiones externas de toda índole que parecen no dejar espacio a nuestra individualidad” [3]

El hombre gris bailando 1949 George Grosz

El hombre gris bailando. (1949) George Grosz

Este planteamiento nos muestra algo que podemos sentir en la actualidad, que podemos observar en nosotros mismos y en nuestras actividades cotidianas. Sin embargo: “En cada testimonio sobre la experiencia de la presión deshumanizadora que ejerce la moderna sociedad industrial, está presente un testimonio contrario: el sentimiento de sí-mismo, de la identidad personal, de ser humano; un testimonio de cómo es o podría ser la experiencia de gobernar nuestra propia vida, de actuar en el mundo y sobre él, de ser agentes humanos activos.” [4] Es a esto a lo que se refiere Simmel cuando habla de un mundo objetivo constituido por fuera de nosotros y uno subjetivo conformado por nuestras vivencias.

Y sin embargo la lucha contra aquel mundo objetivo termina por convertirse en una tensión nerviosa al interior de cada uno de nosotros, un pulso que nos dice que debemos estar siempre alerta, que debemos ser consecuentes con los ritmos vertiginosos de la metrópoli. Los individuos se encuentran ahora envueltos en una  maraña de diversidad de la vida cotidiana, perdidos en calles extrañas, acusados por la seducción continua de infinitos estímulos que se manifiestan en los medios de información y comunicación. Todo ello conlleva a que pronto aquel pulso nervioso termine por convertirse en unaneurosis; caracterizada principalmente por contener en sí misma una hipersensibilidad al contacto próximo con el otro y a una indiferencia total respecto a los demás sujetos de la vida moderna. Pero ¿Por qué se presenta esto? Debemos tener en cuenta que la expresión por excelencia de la modernidad se hace expresa en las grandes ciudades. Las transformaciones causadas por la modernidad se presentan de modo palpable con la velocidad del crecimiento de las metrópolis. Ahora bien, si definimos la neurosis en los términos del Diccionario de la Real Academia Española tenemos que es una enfermedad funcional del sistema nervioso caracterizada principalmente por una inestabilidad emocional. Con esto damos cuenta que  –ayudada por las caracterizaciones anteriores- la neurosis tiene un lugar y unas dimensiones que les son propias a la metrópolis, pues en ella se encarnan ideales que responden a las lógicas imperantes en las grandes ciudades: la extrema puntualidad (tanto para llegar a un lugar específico, cumplir con reuniones y turnos, etc.) y de una precisa calculabilidad. Es de esta manera que se constituye otro de los elementos que llegan a mantener el orden social: la puntualidad abre paso a que se desarrolle una mentalidad calculadora en tiempos y distancias. En determinadas cuentas, la diversidad de la vida de la metrópolis hace que el individuo tome medidas para protegerse de cualquier otra cosa que hagan los demás.

Con todo lo anterior, hay que tener siempre en cuenta que el sujeto en la obra de Simmel es un actor racional que busca encontrar modos de conducirse en la sociedad en contra de la dominación del mundo objetivo, es en este sentido que se convierte en un ser lleno de una gran subjetividad y de experiencias de la vida citadina. Es en este sentido que la acción de los individuos y sus subjetividades se unen en una relación siempre constante. Termino esta primera parte con un planteamiento de Hurtado que puede ser sometido a debate: “Por tanto, la ciudad implica mucho más que aquello que solo se encuentra dentro de sus fronteras.” [5]  Si queremos entender esto último de mejor manera podemos recurrir a Gianfranco Bettin cuando escribe: “el análisis sociológico no debe reducirse al estudio de la organización social metropolitana en clave demográfico-territorial, sino que ha de concentrarse en las formas psíquicas de la vida social, o mejor en aquellas formas psíquicas particulares que nacen de la interacción de los individuos.” [6] La cuestión aquí presente es:   ¿Acaso la ciudad no está determinada por sus fronteras?

  1. Anonimato e indiferencia.

En la metrópolis la diversidad humana es incontable, las ocupaciones pueden llegar a ser incalculables; en ella surgen colectividades indefinidas, se acrecienta el anonimato y se intensifican los encuentros breves y fugaces en el día a día. Ahora bien, la indiferencia en los análisis de la metrópoli en Simmel puede ser considerada como una consecuencia más de la neurosis, en cuanto que la hipersensibilidad hacia el otro lleva por consecuencia que las personas se encierren en sí mismos, es decir, en su propia subjetividad; pero debemos tener en cuenta también que la indiferencia es al mismo tiempo una forma de oponerse a la creciente neurosis. Hurtado escribe: “El actor puede ser un actor indiferente, hacerse el de oídos sordos y el de ojos ciegos ante los estímulos cambiantes que se dan en su realidad; puede ser un actor anónimo […]”[7] Es interesante ver esta paradoja, pues la indiferencia del sujeto hacia el mundo exterior conlleva a que el fenómeno de la neurosis no termine en un caos que termine por destruir el orden social; dicho orden tiene que ver también con todos los tipos de interacciones sociales y con la mencionada economía monetaria, representada siempre en las dinámicas del dinero. Bettin escribe sobre esto: “El dinero se convierte en centro alrededor del cual se mueven las relaciones interindividuales y desarrolla una función cultural de primera importancia, desvalorizando las relaciones emotivas y revalorizando las relaciones racionales, expresión del cálculo para la adjudicación. La cosificación creciente de las relaciones sociales transforma la mentalidad, y la mentalidad a su vez, […] incrementa la cosificación de la relación social.” [8] En este sentido el dinero se hace fundamental en cuanto que crea redes de intercambio y teje relaciones entre los individuos. Ello podría ser un factor que nos pueda indicar el cómo se integran las grandes ciudades en medio de la diversidad.

Automat 1927 Edward Hopper

Automat. (1927). Edward Hopper

La indiferencia, si nos atenemos a la definición del DRAE es la siguiente: “Estado de ánimo en que no se siente inclinación ni repugnancia hacia una persona, objeto o negocio determinado.” En Simmel es indudable que la indiferencia como modo de defensa de los constantes cambios y transformaciones de la sociedad moderna conlleva al anonimato. Incluso podemos acaso englobar la indiferencia y el anonimato en un tipo de actitud específica: la conducta blasé. Bettin señala: “La esencia de la actitud blasé reside en la insensibilidad hacia toda distinción, pero esto no significa, como en el caso de la insuficiencia mental, que los objetos no se perciban, sino más bien que el significado y diverso valor de las cosas, y por consiguiente las cosas mismas, se perciben como no esenciales. […] ningún objeto merece preferencia con respecto a otro: este estado de ánimo es el fiel reflejo subjetivo de una completa interiorización de la economía del dinero.” [9] En este mismo sentido Hurtado señala que la búsqueda del individuo se dirige siempre hacia sí mismo:[surge entonces] esa necesidad de ser una personalidad autosuficiente e incomparable con ese otro que está fuera de sí mismo.” [10]

Con esto, podemos señalar que la metrópolis es donde se crea una necesidad de perderse o, por el contrario, se recrea una necesidad de encontrar fugazmente un reconocimiento, pero por cuestiones de espacios aquí no nos detendremos en analizar este último aspecto. Dicho anonimato mantiene una estrecha relación con las lógicas del mercado: “[…] un comercio anónimo que pretende nivelar toda cualidad y toda peculiaridad entre las personas (vistas como números), una producción para consumidores completamente desconocidos, afortunadamente anónimos.” [11]

Escena callejera 1925 George Grosz

Escena callejera. (1925). George Grosz.

Esta concepción también la señala Bettin cuando escribe que en el mercado de la metrópolis el productor se halla muy lejos del consumidor. Las relaciones económicas contienen el atributo del anonimato, no como en las sociedades premodernas o en comunidades en donde las relaciones de mercado se daban cara a cara. [12] En la metrópoli el individuo acentúa su soledad,  pasando de este modo a ser tan sólo uno más en el fondo de la ciudad como si fuese un extra en una película. No hay que perder de vista que el aislamiento social de los individuos es realizado conscientemente, pues como señala Hurtado: “El actor en Simmel profundiza en su subjetividad como estrategia frente al mundo objetivado que se cierne sobre él”[13] De esta manera el individuo puede ser cómplice del extraño, de aquel que pasa fugazmente a su lado en la multitud indiferenciada. Allí, en medio de la diversidad, el individuo puede actuar y comportarse de múltiples formas, puede llegar a ser “[…] indolente, semejante a su disposición a ser indiferente, sufrir una especie de embotamiento frente a la diversidad, vivir una desvalorización continua del mundo objetivo, una decoloración del mundo que habita […] indiferente, anónimo, repulsivo, cómplice, amable, antipático, reservado, indolente, sentirse hastiado y retraído […]” [14] Con todo esto queda expuesta la relación que existe entre la indiferencia y el anonimato; éstas las podemos tomar como características propias del mundo moderno, de la conducta blasé. Para concluir esta segunda parte, me gustaría debatir la siguiente cuestión: ¿Podemos notar en nuestras grandes ciudades estas características descritas por Simmel?

Conclusión

En la actualidad las metrópolis contienen grandes sectores de miserias, pero a su vez conjuntos residenciales, sectores empresariales que: “[…] se estructuran para evitar el contacto, la mezcla, el conflicto, la aventura y el encuentro con lo diferente. Son condensaciones de iguales, separadas radicalmente de otras condensaciones similares. En la metrópolis actualmente en gestación, la diferencia es eliminada y con ello tiende a desaparecer el choque característico de la metrópolis simmeliana.” [15]Parece ser cierto que las grandes concentraciones urbanas parecen dirigirse a una sustantiva pérdida de riqueza vital. [16] En estos términos podemos concluir que la constitución de las metrópolis ha variado considerablemente con el transcurso de los años, y que si bien los análisis de Simmel pueden brindarnos mucha ayuda para la comprensión de nuestras realidades, debemos reconocer también que muchos de los aspectos que detalló en sus análisis  podrían llevarse a una discusión que además de ser profundamente crítica puede ser realmente fructífera.

Bibliografía.

Hurtado, Daniel. (2013). Georg Simmel: el laberinto urbano y la gradación infinita de la vida.  Revista colombiana de sociología. Vol. 36 N° 2. Bogotá: Colombia.

Liernur, Jorge. (2003). Acerca de la actualidad del concepto simmeliano de metrópolis. Estudios sociológicos. Vol. XXl. No. 001. El colegio de México.

Gil Villegas, Francisco. (1997). El fundamento filosófico de la teoría de la modernidad en Simmel. Estudios sociológicos. Vol. XV. No. 43. El colegio de México.

Bettin, Gianfranco. (1982). Los sociólogos de la ciudad. Ed. Gustavo Gili. S.A.

Capdequí, Celso. Las formas sociales en George Simmel. Reis. Vol. 89.

Gonzales, José. Max Weber y Georg Simmel: ¿Dos teorías sociológicas de la modernidad? Reis. Vol. 89.

Bauman, Zigmun. (2004). Modernidad Líquida. Ed. Fondo de cultura económica.

Marshall, Berman. (2011). Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. Ed. Siglo XXl. México.

[1] Hurtado, Daniel. (2013). Georg Simmel: el laberinto urbano y la gradación infinita de la vida.  Revista colombiana de sociología. Vol. 36 N° 2. Bogotá: Colombia. Pág. 87.

[2] Op. Cit., p. 84.

[3] Bottomore, Tom & Nisbet, Robert. (Comp.) (2008). Historia del análisis sociológico. Ed. Amorrortu. Buenos Aires.

[4] Ibid., p. 415.

[5]  Op. Cit., p. 87.

[6] Bettin, Gianfranco. (1982). Los sociólogos de la ciudad. Ed. Gustavo Gili. S.A.  p. 79.

[7] Ibid., p. 88.

[8] Ibid., p. 81.

[9] Ibid., p. 82.

[10] Op. cit., p. 85.

[11] Ibid., p. 87.

[12] Op. cit., p. 81.

[13] Op. cit., p. 88.

[14] Ibid., p. 89.

[15] Ibid.

[16] Ibid., p. 103.

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