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«A preguntas estúpidas, respuestas estúpidas» es una de las críticas más fuertes que ha recibido la idea de celebrar un referendo para decidir la permanencia o no de Reino Unido en la Unión Europea.
Y es que los cuestionamientos a la lógica y mecanismos de la democracia directase han multiplicado entre aquellos descontentos con el resultado: un 52% de los votantes se expresó a favor del Brexit.
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Dichos cuestionamientos han sido denunciados como antidemocráticos, pero se inscriben dentro de una tradición política que siempre ha visto con sospecha la realización de referendos y plebiscitos.
«No puedo consentir la introducción en nuestra vida nacional de un instrumento tan ajeno a todas nuestras tradiciones como el referendo, que demasiado a menudo ha sido el instrumento del nazismo y el fascismo«, le dijo, por ejemplo, el primer ministro Clement Attlee a Winston Churchill en mayo de 1945.
Y referencias al uso de este tipo de consultas por Hitler también han sido esgrimidas en Colombia por quienes se oponen a la celebración de un plebiscito para refrendar el inminente acuerdo de paz entre el gobierno y la guerrilla de las FARC.
¿Qué tan comparables son, sin embargo, ambas situaciones? ¿Y puede aprender Colombia algo del proceso que parece haber hecho inevitable el Brexit?
Emoción vs. razón
En opinión del profesor emérito de la Universidad de Berna Jürg Steiner, uno de los riesgos con referendos y plebiscitos «es que la gente no conteste la pregunta que se le está haciendo, sino que use su voto para expresar frustraciones que van más allá».
«En alguna medida eso pasó con el Brexit, pues hubo gente que votó a favor de salir de la Unión Europea porque quería, por ejemplo, reducir la migración de musulmanes que no pertenecen a la UE», le dice Steiner a BBC Mundo.
Y algunos temen que en Colombia pueda ocurrir algo similar: que al dejar la aprobación final del acuerdo a un pueblo que acumula más de 50 años de heridas y sufrimientos los rencores terminen imponiéndose y un voto negativo le aseste un golpe mortal a las posibilidades de paz.
Aunque críticas muy similares al mecanismo propuesto para refrendar los acuerdos también han sido formuladas por aquellos que se oponen a lo negociado en La Habana o creen que el llamado «plebiscito por la paz« -ya aprobado por el congreso colombiano- le da una ventaja injusta al sí.
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«El plebiscito es un instrumento propio de democracias débiles y de gobiernos autoritarios en el que se apela a lo emocional, no a lo racional«, le dice a BBC Mundo la experta de la Universidad del Rosario Luisa Fernanda García.
«Y, en el caso colombiano, el plebiscito por la paz un mecanismo ambiguo que busca inducir al pueblo colombiano a que diga que sí», sostiene García, quien mencionó el ejemplo de Hitler en una intervención ante la Corte Constitucional de Colombia, el organismo que tiene la decisión final sobre el mecanismo de refrendación de los acuerdos de paz.
La importancia de la pregunta
El argumento de García es que resulta obvio que, si se lo coloca frente a unadisyuntiva planteada en términos de paz o guerra, «cualquier humano diría que quiere la paz».
Y Steiner también advierte que hay que tener mucho cuidado en cómo se formulan las preguntas en plebiscitos y referendos, aunque su recomendación es sobre todo no hacerlas de manera que lo que se decida en ellos cierre para siempre todas las puertas y no permita rectificación.
«En el caso Colombiano eso puede ser difícil de implementar», le dice a BBC Mundo.
«Pero si el voto es ‘no’ se podría hacer una pregunta suplementaria con dos opciones: (a) se debe terminar el proceso de paz, y (b) deben continuar las negociaciones de paz», sugiere.
Una opción que seguramente les habría gustado a los votantes del Brexitdispuestos a quedarse en una UE reformada pero descontentos con las concesiones que había logrado extraer el primer ministro David Cameron.
Un problema de legitimidad
Sandra Borda, politóloga y decana de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, cree sin embargo que en actual contexto político colombiano una victoria del ‘no’ ya tendría que interpretarse como un mandato para regresar a la mesa de trabajo.
«Un voto por el ‘no’ no necesariamente implicaría que se pierde todo el esfuerzo anterior, pues incluso los uribistas [los simpatizantes del expresidente Álvaro Uribe, el mayor crítico del proceso] han empezado a promover el ‘no’ como un mandato para volver a la mesa de negociación«, le dice a BBC Mundo.
Y, para ella, el problema de haber sometido a referendo la posibilidad de un Brexit es que los sondeos demuestran que la gente muy pocas veces está en las mejores condiciones para decidir sobre temas económicos o de relaciones internacionales, pues están muy separados de su experiencia cotidiana.
En contraste, en el caso colombiano, el conflicto no solo ha permeado la vida cotidiana de todos los colombianos -explica-, sino que lo ha hecho hasta el punto de que la refrendación popular del acuerdo de paz es la única forma de asegurar su legitimidad.
«No creo que se pueda hacer de otra forma», le dice la politóloga a BBC Mundo.
Y Luisa Fernanda García coincide en que Colombia no puede permitirse dar por bueno los acuerdos sin participación ciudadana.
Para ella, un referendo sería, de hecho, una mejor opción que un plebiscito. Aunque para ella el mecanismo idóneo sería una Asamblea Nacional Constituyente.
«Pero en ningún caso un plebiscito y mucho menos un plebiscito como el que se está proponiendo», insiste García, quien también critica que la propuesta aprobada por el congreso haya bajado el umbral de aprobación a nada más un 13% del electorado, quitándole así valor político a la abstención.
Aunque la Corte Constitucional todavía tiene que validar el instrumento y podría introducir cambios antes del 3 de octubre de este año, aunque todos esperan que emita una decisión mucho antes de ese plazo.
Calidad vs. cantidad
A Steiner, en cualquier caso, le preocupa más la calidad que la cantidad de la participación.
Para él, la dimensión clave si se quiere darle más poder a la gente y tener democracias más inclusivas es la calidad del debate público que debe preceder la toma de decisiones, incluyendo aquellas que se toman a través de un plebiscito o un referendo.
Y, en ese sentido, el ejemplo de la campaña que condujo al Brexit -llena de promesas dudosas, advertencias apocalípticas y datos cuestionables- seguramente ofrece una importante lección.
La sugerencia de Steiner a Colombia es crear espacios de deliberación a nivel local por todo el país y asegurar las condiciones para que muestras representativas de la ciudadanía pueda encontrarse y sostener discusiones verdaderamente informadas sobre el proceso de paz.
Y luego darle a representantes de esos grupos la oportunidad de compartir sus reflexiones y conclusiones con el resto de la población a través de los medios y otros espacios, de forma que en el debate nacional realmente se escuche la voz de los ciudadanos informados, y no sólo a los políticos o los expertos elegidos por los medios de comunicación.
«Procesos deliberativos similares ya ocurren en diferentes partes, por ejemplo en Toscana, Italia», dice Steiner, quien cree que Colombia debería tomarse «al menos seis meses, tal vez un año» organizando este tipo de discusiones «para garantizar que la gente realmente vota por la pregunta que se le está haciendo».
Y el catedráticos suizo, quien también se desempeña como profesor de Ciencia Política en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, Estados Unidos, no opina nada más desde la teoría y desde la distancia, pues conoce muy bien el caso colombiano.
Efectivamente, Steiner se apresta a publicar un libro sobre los retos una democracia deliberativa en contextos de postconflicto –Deliberation across Deep Divisions («Deliberación en medio de profundas divisiones»)- para el que se crearon espacios como los que propone juntando a exguerrilleros y paramilitares.
Y, a su manera, el profesor emérito de la Universidad de Berna ya ha estado apoyando el proceso de paz colombiano: dos de sus estudiantes de doctorado trabajan en el gobierno de Juan Manuel Santos y al menos uno de ellos ha colaborado directamente con su equipo negociador.
Sin plan B
Por lo demás, como explica el corresponsal de BBC Mundo en Colombia, Natalio Cosoy, Santos tiene tanta confianza en que el plebiscito será favorable a los acuerdos de La Habana que asegura no tener un plan B.
Y Cosoy también destaca que Carlos Antonio Lozada, un miembro del equipo negociador de las FARC en La Habana, también aseguró en un diálogo interactivo en Periscope que los rebeldes no creen que vayan a seguir con la guerra «incluso si el plebiscito resulta contrario a los acuerdos».
«A pesar de que el presidente Juan Manuel Santos dijo que acatará la voluntad del pueblo, sea cual sea el resultado del plebiscito, la realidad es que este no es vinculante«, recordó también Cosoy.
«Y esto significa que siempre existiría la posibilidad de implementar los acuerdos incluso en caso de un ‘no’, a pesar del alto costo político que esto podría acarrear», dijo nuestro corresponsal.
Es opción también aplica a Reino Unido en el caso del referendo del Brexit, pero aún está por verse si alguien se atreverá a desoír los resultados del 23 de junio o las posibles consecuencias de esto.
Lo que significa que las posibles lecciones del Brexit para Colombia no han hecho sino empezar.