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Una nueva teoría apunta a que además de monumentos funerarios, pudieron servir también como observatorios astronómicos
Astrónomos han relacionado la orientación intencionada de muchas estructuras megalíticas con un efecto óptico. Los iniciados podrían observar las estrellas y su movimiento al amanecer. Las paredes del corredor bloquearían la luz ambiental y, al mismo tiempo, adaptarían los ojos del observador a la oscuridad, con lo que podría observar las estrellas más tenues y/o alejadas. Por ejemplo, cada año podrían predecir la llegada de las estaciones, lo que seguramente otorgaría a esas personas un status especial dentro de sus comunidades.
Fuentes de información digital utilizadas
La Brújula Verde, New Scientist, Science Daily
Fuente de las imágenes
New Scientist
Palabras clave:
prehistoria, neolítico, calcolítico, megalitismo, Europa, arqueoastronomía, Astronomía, ciencia,
Las tumbas de corredor son cámaras funerarias a las que se accede por un pasaje estrecho de piedras o megalitos dispuestos como entrada. Datan de la época neolítica y existen ejemplos en toda Europa, desde Portugal hasta Escandinavia, e incluso en el norte de África. En España son especialmente abundantes en Cantabria, Galicia y País Vasco. Ahora una nueva teoría apunta a que además de monumentos funerarios, pudieron servir también como observatorios astronómicos. La idea del equipo es investigar cómo una sencilla abertura, por ejemplo, afecta a la observación de estrellas ligeramente más tenues.
La teoría ha sido presentada recientemente por Fabio Silva en el National Astronomy Meeting de Nottingham. Silva cree que los corredores de las tumbas eran usados para observar las estrellas al amanecer, un momento en que éstas serían más dificiles de ver desde el exterior. Las paredes del corredor bloquearían la luz ambiental y, al mismo tiempo, adaptarían los ojos del observador a la oscuridad. El proyecto se basa en la forma en la que el ojo humano, sin la ayuda de ningún dispositivo telescópico, puede ver las estrellas de acuerdo al brillo y el color del cielo. El equipo trata de aplicar sus ideas a unas tumbas de este tipo de 6.000 años de edad conocidas como Antas Siete de Piedra, en el centro de Portugal.
Esto permitiría a los observadores con ciertos conocimientos, dice Silva, contemplar las estrellas en el crepúsculo de la mañana según iban apareciendo a la vista por vez primera cada año, tras haber estado por debajo del horizonte.
Pero no solo eso, también opina que existe una conexión con rituales como el de paso a la adolescencia, que consistía en pasar la noche en una tumba junto a los restos de los antepasados, con la transmisión de conocimientos acerca de eventos astronómicos. Muchas sociedades prehistóricas regían sus migraciones y cultivos con arreglo a estos eventos, por ejemplo cuando ciertas estrellas se hacían visibles en el cielo nocturno por vez primera. La alineación de los corredores de las tumbas permitirían al observador percatarse de estos fenómenos y le conferiría un poder especial en la comunidad, quizás justificado por su conexión con los antepasados.
Como ya se ha mencionado, el equipo de Fabio Silva investigó varias tumbas de corredor en Portugal, datadas hace unos 6.000 años, y encontró que la orientación de sus corredores habría permitido observar la aparición de la estrella Aldebarán en el amanecer a finales de abril. Más o menos la época cuando algunos grupos llevaban sus rebaños de ovejas y cabras a los pastos de verano en las montañas. El primer avistamiento en el año de una estrella después de mucho tiempo ausente en el cielo nocturno podría haber sido utilizado como marcador de temporada.
La teoría es una hipótesis razonable, según Frank Pendergast del Instituto de Tecnología de Dublín, quien halló que cerca de 130 tumbas de corredor en Irlanda están alineadas con el amanecer o el atardecer en el solsticio de verano o el de invierno.
La teoría ha sido presentada recientemente por Fabio Silva en el National Astronomy Meeting de Nottingham. Silva cree que los corredores de las tumbas eran usados para observar las estrellas al amanecer, un momento en que éstas serían más dificiles de ver desde el exterior. Las paredes del corredor bloquearían la luz ambiental y, al mismo tiempo, adaptarían los ojos del observador a la oscuridad. El proyecto se basa en la forma en la que el ojo humano, sin la ayuda de ningún dispositivo telescópico, puede ver las estrellas de acuerdo al brillo y el color del cielo. El equipo trata de aplicar sus ideas a unas tumbas de este tipo de 6.000 años de edad conocidas como Antas Siete de Piedra, en el centro de Portugal.
Esto permitiría a los observadores con ciertos conocimientos, dice Silva, contemplar las estrellas en el crepúsculo de la mañana según iban apareciendo a la vista por vez primera cada año, tras haber estado por debajo del horizonte.
Pero no solo eso, también opina que existe una conexión con rituales como el de paso a la adolescencia, que consistía en pasar la noche en una tumba junto a los restos de los antepasados, con la transmisión de conocimientos acerca de eventos astronómicos. Muchas sociedades prehistóricas regían sus migraciones y cultivos con arreglo a estos eventos, por ejemplo cuando ciertas estrellas se hacían visibles en el cielo nocturno por vez primera. La alineación de los corredores de las tumbas permitirían al observador percatarse de estos fenómenos y le conferiría un poder especial en la comunidad, quizás justificado por su conexión con los antepasados.
Como ya se ha mencionado, el equipo de Fabio Silva investigó varias tumbas de corredor en Portugal, datadas hace unos 6.000 años, y encontró que la orientación de sus corredores habría permitido observar la aparición de la estrella Aldebarán en el amanecer a finales de abril. Más o menos la época cuando algunos grupos llevaban sus rebaños de ovejas y cabras a los pastos de verano en las montañas. El primer avistamiento en el año de una estrella después de mucho tiempo ausente en el cielo nocturno podría haber sido utilizado como marcador de temporada.
La teoría es una hipótesis razonable, según Frank Pendergast del Instituto de Tecnología de Dublín, quien halló que cerca de 130 tumbas de corredor en Irlanda están alineadas con el amanecer o el atardecer en el solsticio de verano o el de invierno.