El libro de tu vida
En cada página de un libro, detrás de las palabras ―no importa lo que estas describan ni lo que ocurra en la historia―, está la blancura del papel. Raramente es advertida, más raramente aún es valorada, pero es absolutamente esencial para que las palabras puedan ser vistas.
El papel no se ve afectado por la historia que se cuenta; está ahí solamente para sostener las palabras, sin condiciones. Puede narrarse una historia de amor o de guerra, o una comedia apacible; al papel no le importa. El papel no teme el final de la historia ni anhela regresar a un punto anterior de ella. Las páginas centrales no necesitan saber cómo acaba la historia ni la última página llora cuando muere el protagonista. El papel ni tan siquiera sabe que la historia «se ha acabado». El papel sostiene el tiempo, pero no está limitado por este.
No sabes cuántas páginas le quedan al libro de tu vida. No sabes cómo acabará esta autobiografía. Desde la perspectiva de la mente, «tu vida» aún no está completa, y el pensamiento está intentando constantemente averiguar cómo finalizar tu historia de la mejor manera posible. ¿Cómo resolver las cosas por completo? ¿Cómo solucionar los problemas que están sin resolver? ¿Cómo atar los cabos sueltos? ¿Cómo arreglarlo todo?
Pero desde la perspectiva del papel ―es decir, desde la perspectiva de tu verdadera identidad como la consciencia misma― la vida está completa para siempre tal como es. No hay nada por resolver, y la incognoscibilidad de las cosas es su resolución. La historia no necesita ser «completada» en el futuro para que la consciencia esté plenamente presente ahora.
El papel tan solo se encuentra con las palabras exactamente tal como son.
Desde la perspectiva del papel, incluso si la historia es épica desde la primera hasta la última página, en realidad no ha ocurrido nada en absoluto. Toda la historia se ha desarrollado en una quietud perfecta, inmutable. La historia más increíble jamás contada.
La verdadera aceptación
Decir «sí» a este momento tal como es, decirte «sí» a ti mismo, exactamente tal como eres, no significa que abandones la posibilidad del cambio. No significa que las respuestas no van a llegar, que la tristeza no va a desaparecer, que el dolor no va a menguar, que no habrá una acción inteligente en la siguiente escena. Significa una alineación total con la escena actual, la cual contiene la inteligencia de todo el universo. Significa una profunda confianza en este instante de la vida ―el único instante que existe― y soltar las promesas y las ideas acerca de cómo «debería ser» la vida.
En vez de intentar llegar de un salto a la seguridad de un mañana, cree en la incertidumbre de hoy. En vez de correr hacia una respuesta en la siguiente escena, cree en esta escena creativa en la que «aún no hay respuestas». En vez de tratar de abalanzarte hacia la alegría o la dicha en el futuro, cree en el actual momento de dolor o duda, o en cualquier forma que la inteligencia cósmica esté adoptando. La certidumbre puede llegar o no con el tiempo, las respuestas pueden relevarse o no, la alegría puede irrumpir o no, los momentos emocionantes pueden presentarse antes o después, pero no pases por alto los tesoros de este momento.
Si las respuestas acuden, surgirán del abono del no saber, de la tierra fértil de la duda. Si la alegría muestra su cara, surgirá del dolor que ha sido profundamente tocado. Si una nueva vida crece, lo hará en la única cuna que existe: el Ahora.
Este momento es el punto de acceso, el portal, el pórtico de gracia hacia aquello que siempre has anhelado. No te lo saltes persiguiendo las glorias imaginarias del mañana.
Yo soy…
Estate atento a lo que dices tras haber anunciado «yo soy…». Estas dos simples palabras contienen una magia poderosa.
El lenguaje trata de fijarte en el tiempo y el espacio. Constituye un intento de apretar el botón de pausa en el baile siempre cambiante que naturalmente eres. En realidad, aquello que verdaderamente eres no puede ser fijado, capturado ni puesto en palabras, puesto que eres vivo y dinámico, naturalmente inmune a todas las definiciones fijas.
Por ejemplo: ¿»Estoy triste»?, ¿»Soy una persona triste»?, ¿»La tristeza me define»?, ¿»Soy víctima de la tristeza»? No. Una ola de tristeza está surgiendo en el vasto océano que eres, un océano que no puede definirse como «feliz», como «triste» o como nada que esté entre ambos, sino que permite que todos estos sentimientos vayan y vengan.
Tú no eres la tristeza: la tristeza va y viene en ti. No encontrarás ninguna persona triste, ninguna entidad triste, ninguna «cosa» triste, ningún «yo» triste; tan solo la energía de la tristeza surgiendo en el presente, la cual se disipará cuando se le permita desplazarse. Tú no estás triste; tan solo eres un hogar para la tristeza en este momento. Tampoco estás enfadado; eres la capacidad de enfadarte justo ahora. No eres un iluminado, un ignorante, un triunfador, un fracasado o un desecho del cosmos; eres todo esto y nada de esto. Eres potencial infinito; una frase que nunca necesita ser completada. Usa tu magia sabiamente. Enamórate de ser un misterio cada vez más profundo para ti mismo. No intentes convertirte en piedra.
El camino
No hay ningún camino-receta para la iluminación. La iluminación no es un destino, una meta, el lugar de descanso final después de un largo viaje; esta es la versión mental de la iluminación. La iluminación está infinitamente más cerca que cualquier cosa que puedas imaginar.
Esta es una muy buena noticia. Significa que nadie tiene autoridad sobre tu camino; ningún maestro, gurú o líder espiritual. Significa que nadie puede decirte cuál es la «manera» correcta para ti. Significa que no puedes extraviarte, incluso si piensas que te has extraviado. Significa que nada de lo que ocurra puede sacarte del camino, puesto que el camino es todo lo que ocurre.
Nada puede apartarte del milagro de la vida ni acercarte más a ella, puesto que el milagro está en todas partes, brillando ya intensamente como cada pensamiento, sensación, imagen, sentimiento, olor o sonido, y como el profundo milagro de aquel que es consciente de todo ello, que está en relación íntima con todo ello, presente en todo ello.
Sé la luz de la conciencia que naturalmente eres, que está iluminando el momento, sea lo que sea lo que este contenga. La duda, el miedo, la tristeza, la ira, la confusión intensa… Tal vez, solo tal vez, todo esto no son enemigos ni obstáculos para la iluminación, sino tan solo expresiones de una inteligencia más profunda, la misma inteligencia incomprensiblemente vasta y despierta que crea las estrellas, que mueve las mareas de los océanos y que envía a cada cosa viviente a llevar a cabo un viaje paradójico hacia su propio ser.
Haz brillar tu luz sobre todo lo que surge. Sal de la historia del espacio, del tiempo y del progreso hacia un objetivo futuro y confía en el momento sagrado. Vive todos los momentos. Absolutamente todos los momentos, puesto que cada momento es el punto de acceso. Nunca hay obstáculos; tan solo hay portales. No eres ningún ente separado embarcado en un largo viaje para llegar a estar completo. Eres pura poesía.
El momento presente
Me encanta estar en el momento presente. Es mi verdadero Hogar. El ahora es el único lugar donde estoy siempre. Siempre me encuentro Aquí; nunca vengo, nunca me voy. Sí, he visto pasar los pensamientos y las emociones, el surgimiento y la disolución de estados y experiencias tanto extáticos como mundanos, pero nunca me he visto pasar a mi mismo; nunca he visto pasar a Eso que nunca pasa mientras todo pasa. Así pues, un lugar distinto del Ahora siente la desconexión y la nostalgia, el deterioro y la muerte. Pero «un lugar distinto» no es más que una fantasía, puesto que no puedo separarme de mi mismo, verme desde la distancia y decir: «¡Ahí estoy!».
Todo pensamiento, sensación, sentimiento, imagen, recuerdo, sueño y visión ha aparecido siempre justo ahí, donde yo estoy, donde tú estás, en el único lugar donde realmente es posible que «nos encontremos» el uno con el otro. Pero no somos dos, de modo que no podemos «encontrarnos». Tan solo podemos reconocer nuestra intimidad original, previa al tiempo y a todas las ideas acerca de lo que es «encontrarse».
Más allá de nuestras historias, de nuestra historia y de nuestros planes para el futuro, hay un solo lugar en el que no podemos estar separados. Este lugar es el Aquí y Ahora.
La desilusión sagrada
Existen dos miedos principales: el miedo a perder lo que tienes y el miedo a no conseguir lo que quieres.
Hay una solución: enamorarte del lugar en que estás.
Con el tiempo nos damos cuenta de que nuestros compañeros, empleos, religiones, posesiones, trofeos, saldos bancarios, los certificados lustrosos que cuelgan en nuestras paredes e incluso nuestros cuerpos perfectos no nos harán felices. No permanente o completamente felices de cualquier modo, o imbuidos de la clase de felicidad continua que realmente buscamos y sabemos que es posible.
Esta comprensión es una des-ilusión; es el quebranto de las ilusiones, el desmoronamiento de los sueños de la infancia, y a menudo se manifiesta como depresión, ansiedad, sinsentido existencial, desesperación, crisis de la mediana edad y adicciones. Pero la desilusión puede ser maravillosa, puesto que en su seno sagrado se halla la invitación a ir más allá de todas las comodidades y placeres mundanos, que nunca nos proporcionaron, en realidad, lo que nos prometieron. Es la invitación a redescubrir Eso que nunca cambia: nuestra verdadera naturaleza, nuestra verdadera satisfacción, que es previa a los contenidos externos, siempre cambiantes, de nuestras vidas; es previa a la aparición del cuerpo y la mente. Cuando te das cuenta de que nada externo ―ninguna persona, objeto, sustancia, circunstancia, revelación ni experiencia― tiene nunca el poder de hacerte permanentemente feliz, descubres una invitación más profunda: la de que te des cuenta de que la nada, la nada que tú eres, es la fuente de la verdadera felicidad y de que cada experiencia contiene la clave. Nada puede hacerte feliz, sino que la felicidad reside dentro. Esto es motivo de una gran alegría.
La vida es un altar
Lo perderás todo. Tu dinero, tu poder, tu fama, tu éxito; tal vez incluso tus recuerdos. Tu aspecto empeorará. Tus seres queridos morirán. Tu cuerpo se deshará. Todo lo que parece permanente es en realidad impermanente y será destruido. La experiencia acabará con todo aquello con lo que pueda acabar, de un modo gradual o no tan progresivo. Despertar significa afrontar esta realidad con los ojos abiertos.
Pero ahora, en este preciso momento, estás en tierra sagrada, puesto que aquello que se perderá aún no se ha perdido. Darse cuenta de esta verdad tan simple es la clave para sentir gozo inefable. Quien sea o lo que sea que forme parte de tu vida en este momento aún no se te ha arrebatado. Todo ello está presente. La ley universal de la impermanencia te ha entregado todo aquello y a todos aquellos que te rodean. Esto es profundamente sagrado y significativo, y digno de toda la gratitud del corazón. La pérdida ha transfigurado tu vida en un altar.