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Unas deudas desproporcionadas y las políticas de los bancos centrales están sumergiendo el mundo en una crisis, asegura Piotr Orejin en su artículo para Gazeta.ru.
A principios de esta semana, Holanda entró en la lista de países cuyos bonos gubernamentales se colocaron en la zona de rendimiento negativo. Según la agencia de calificación Fitch, a principios de junio de este año, el ‘club de la rentabilidad negativa’ dio la bienvenida a 14 estados, entre ellos Suiza, Alemania, Japón, Dinamarca e Italia.
Según las estimaciones del Banco de América Merrill Lynch, actualmente la suma de valores con un rendimiento negativo supera los 13 billones de dólares. En junio y a principios de julio, estos volúmenes incrementaron considerablemente debido a la decisión del Reino Unido de salir de la UE.
«Ese pantano también va tragándose los bonos corporativos», constata el autor del artículo. Los analistas comentan que ya resulta imposible obtener intereses de los bonos por un valor de unos 250 millones de dólares.
Mientras tanto, el ‘club’ abre sus puertas a nuevos miembros. Así, la rentabilidad de los bonos de Lituania es actualmente del 0,5%, mientras que la de Taiwán bajó hasta un 0,7%. Se va reduciendo el rendimiento de los emisores clave.
Esta nueva realidad está condicionada por la inestabilidad global en los mercados financieros. A la espera de la desaceleración de la economía china y tras la caída de los precios de las materias primas, la volatilidad de las divisas regionales y ahora los resultados del Brexit, los inversores apuestan por unos activos seguros, es decir, los bonos gubernamentales, de manera que reducen su rentabilidad.
Una elevada demanda de bonos del Gobierno también significa que el dinero con el que los bancos centrales «están hinchando» sus economías no entra en el sector real y, por lo tanto, no hay base para un crecimiento sostenible.
De acuerdo con las estimaciones de la consultora McKinsey, desde el inicio de la crisis financiera de 2007-2008, la deuda global aumentó tras el año 2014 en unos 57 billones de dólares, alcanzando la suma de 200 billones de dólares o, lo que es lo mismo, el 250% del PIB mundial. Durante el año pasado, esta cifra se elevó aún más.
«El panorama de las inversiones hoy es diferente a todo lo que habíamos visto antes», aseguró Grant Williams, asesor estratégico del fondo Vulpes Investment Management, en una entrevista a Yahoo Finanzas.
Asimismo, los beneficios de las empresas estadounidenses están cayendo desde hace varios trimestres y la deuda pública de EEUU supera el 100% del PIB.
Las deudas no son un problema exclusivo de EEUU, sino también de las compañías. Los analistas de S&P Global Ratings calcularon que el volumen total de la deuda de las firmas estadounidenses fue de 6,6 billones de dólares en 2015.
También vale la pena recordar que la última crisis comenzó con el colapso del mercado de valores secundarios hipotecarios. El problema es que nadie sacó conclusiones globales, señala Piotr Orejin.
No es de extrañar que el candidato presidencial republicano, Donald Trump, repita a sus electores: «recuerden la palabra ‘burbuja'».
«En general, el panorama es deprimente. El dogal alrededor del cuello de la economía mundial se aprieta cada vez con más fuerza. La única pregunta es cuándo empezarán a explotar las burbujas».
Si nos fijamos en la historia del nuevo siglo, podemos percibir una regularidad desagradable. Cada nuevo presidente de Estados Unidos asumía su puesto en el contexto de una crisis, recuerda el autor. En 2000, George W. Bush heredó la burbuja pinchada de las ‘puntocom’, mientras que a Barack Obama le tocó la crisis financiera. Según esta lógica, la burbuja en el mercado de bonos y acciones estallará antes de noviembre de 2016, momento en el que en EEUU se celebrarán las elecciones presidenciales.