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Alemania deja atrás una semana negra. Tres atentados que tuvieron lugar en Ansbach, Wurzburgo y Múnich han sacudido a la sociedad. Dos de ellos han sido los primeros ataques islamistas en suelo alemán y fueron cometidos por refugiados que pidieron asilo en el país germano. El tercero y más sangriento de los ataques, el de Múnich, fue cometido por un ciudadano alemán-iraní y parece tener una inspiración nacionalista, incluso neonazi según algunos medios. La extrema derecha, sin embargo, ha recogido el dolor y el miedo sembrado para arremeter contra los refugiados.
El vicepresidente del partido derechista y xenófobo Alternativa por Alemania (AfD) Alexander Gauland –abogado que en el pasado militó en las filas de la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Angela Merkel– declaró que “por motivos de seguridad no podemos permitirnos dejar inmigrar a más musulmanes al país”. Gauland ha pedido que “se suspenda el derecho al asilo para los musulmanes inmediatamente hasta que se haya detenido, registrado y controlado a todos los solicitantes de asilo y se hayan resuelto sus solicitudes”. La jefa de los Verdes (Die Grüne) Simone Peters tildó la propuesta de “anticonstitucional”.
Y lo es: un cambio de este tipo implicaría una modificación constitucional, ya que la carta magna alemana reconoce en su artículo 16a el derecho a que “los perseguidos políticamente disfruten del derecho al asilo”. Solo se puede hacer excepciones en el caso de refugiados que hayan entrado a través de otro país de la Unión Europea por el Tratado de Dublín o que viajen desde un país considerado seguro, como Turquía, en el que puedan recibir protección internacional.
La ultraderecha incluso intenta sacar partido del ataque del joven de 27 años en Múnich (que había sufrido acoso escolar y pasado por tratamiento psiquiátrico), pese a su admiración e inspiración en matanzas como la del ultranacionalista Anders Breivik. El primer portavoz del AfD Christian Lüth se basó en sus raíces familiares iraníes para mandar un mensaje a sus seguidores de Twitter tras la matanza. “¡Voten a la AfD!”, escribió tras conocerse la masacre en el centro comercial.
El periódico Frakfurter Allgemeine Zeitung ha publicado que el agresor de Múnich era admirador de Hitler, orgulloso de haber nacido el mismo día que el dictador alemán. Otros datos, como el hecho de que durante el tiroteo un refugiado afgano consiguió salvar la vida de unas 200 personas, según la revista Focus, son eclipsados por los nacionalistas con discursos de odio contra los demandantes de asilo.
Tras el ataque de Ansbach, reivindicado por ISIS, el partido AfD aseguró en un comunicado la “peligrosa y dominante idea del multiculturalismo”, a la que responsabilizó de socavar la seguridad de Alemania. “Cada día entran en el país personas que incluso por razones culturales traen a nuestra sociedad un enorme potencial conflictivo”.
Merkel defiende su política de asilo
La canciller alemana Angela Merkel no se ha pronunciado hasta este jueves sobre toda la polémica causada y las críticas a su política de asilo. En una rueda de prensa de hora y media, Merkel ha asegurado que mejorarán la dotación policial en el país, endurecerán la ley de posesión de armas y favorecerán el intercambio y la cooperación en materia antiterrorista con el resto de Europa y de los EEUU.
En el terreno de los refugiados, la canciller ha defendido sus medidas de protección internacional y destacó que “los culpables no son los refugiados”. Su ministro del interior, Thomas de Maizière, ya se había esforzado en los últimos días por tratar de tranquilizar a la población para que no reaccionasen contra los cientos de miles de refugiados que se encuentran en este momento en el país.
Merkel hizo hincapié en que Alemania está “en guerra contra el terror”, pero no está “en ninguna guerra contra el islam”. Sin embargo, la canciller ha dejado claro que aumentará el número de deportaciones de refugiados cuyas solicitudes sean denegadas, como fue el caso del terrorista de Ansbach (que iba a ser deportado a Bulgaria debido al Tratado de Dublín).
Entre las medidas anunciadas este jueves están también mejorar el registro de los refugiados y posibilitar la intervención del Ejército en caso de alerta terrorista grave, algo que prohíbe la constitución alemana expresamente.
Merkel se mostró una vez más indignada con “las mafias” y con la inexistencia de cauces legales para la inmigración. La canciller obvió con esta afirmación que su gobierno cambió la ley de asilo para dificultar las reagrupaciones familiares de forma legal y segura, por ejemplo. Además, volvió a poner señalar a Turquía como socio necesario en la acogida de refugiados, pese a la represión que vive el país tras el intento de golpe de Estado, en lo que muchas organizaciones llaman “purga” y “caza de brujas” de la disidencia orquestada por el presidente del país Recep Tayyip Erdogan.
Merkel fue más allá al hablar de otros “aliados” necesarios, con lo que hacía referencia aunque sin nombrarlo a Libia. Un país que se encuentra completamente desestabilizado y donde no se respetan los derechos humanos de los refugiados y migrantes según han documentado numerosas ONG.
No solo la extrema derecha pide mano dura
Tras los atentados, las críticas a las políticas de asilo del gobierno germano no solo han venido de la ultraderecha. El ministro presidente de Baviera Horst Seehofer llegó a hablar de la deportación de inmigrantes a países que se encuentren en estado de guerra.
Estas declaraciones han sido duramente criticada por el socio de la coalición del gobierno, el partido socialdemócrata SPD, así como por Amnistía Internacional, cuya portavoz en temas de asilo en Alemania, Eva Högl, sostuvo que “ninguna persona puede ser deportada a un país en el cual su vida o su libertad puedan verse en peligro”, asegurando que una medida tal iría en contra de la legislación internacional de asilo.
Pero no solo desde la derecha se ha pedido mano dura. El partido de la izquierda Die Linke ha sido criticado por su tardanza en reaccionar ante los ataques de los nacionalistas y, además, las palabras de una su copresidenta causaron un gran rechazo. Sarah Wageneckt criticó a Merkel por su política de “puertas abiertas”. Aunque al día siguiente, tras la polémica desatada, aseguró que se habían malentendido sus declaraciones, no es la primera vez que se manifiesta en ese sentido.
Ya en enero había declarado: “Quien haga un uso inadecuado de las normas de hospitalidad, pierde dicho derecho”. Estas declaraciones tuvieron lugar después de que se produjesen numerosos ataques sexuales durante la celebración de la nochevieja en Colonia, en los que los refugiados fueron señalados desde un primer momento, también por los políticos y las autoridades. Finalmente, salió a la luz que solo tres de los 58 detenidos por los hechos eran refugiados.
La política de izquierdas ha sido aplaudida incluso por miembros del partido ultra AfD. El descontento por la actitud de la copresidenta se mostró en mayo, cuando le estrellaron una tarta en la cara durante la convención del partido. En una carta reivindicativa, criticaban su forma de actuar como semejante a la eurodiputada de AfD Beatrix von Storch respecto al tema migratorio.
Otro terror latente
En este ambiente, el miedo al terrorismo no deja tanta visibilidad a otro temor: el auge de los ultranacionalistas. El giro a la derecha en Alemania, que tiene lugar en otros países europeos, se está manifestando desde hace tiempo a través de la existencia del movimiento de los “Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente” (Pegida) así como en el mayor apoyo al partido de Alternativa por Alemania. El AfD se colocó como segunda fuerza en las elecciones regionales en Sajonia y cuenta con dos eurodiputados.
Ante las elecciones generales que tendrán lugar en 2017, se plantea la cuestión de si será la primera vez que un partido cuyo programa se asemeja en numerosas cuestiones al ideario nacionalsocialista tendrá representación parlamentaria. Sería la primera vez desde el fin de la segunda guerra mundial que algo así ocurriese.
El terror de la extrema derecha ha sido culpable desde 1990 de al menos 178 personas según datos oficiales, incluyendo las víctimas de una organización terrorista de carácter neonazi denominada NSU, que se dedicó a asesinar extranjeros.
Este terror aumentó en 2015 de forma exponencial, alcanzándose 528 ataques contra centros para refugiados. Es destacable que en los casos de ataques racistas no suele utilizarse en la prensa la palabra “terrorista”, a diferencia del terrorismo islamista.
Carmela Negrete | El Diario